De repente, el paraíso

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Es uno de los realizadores más extraños. Nacido en Nazaret, de nacionalidad palestino israelí y viajero del mundo desde la adolescencia, Elia Suleiman dibuja el mundo desde la observación de un personaje mudo que puede llegar a pronunciar en una película como ésta sólo dos palabras: "Soy palestino".

Su humor es ingenuo y ancestral, vitriólico a veces, escéptico otras. Su materia: el futuro de Palestina.
En "De repente el Paraíso", Suleiman aparece como lo que es, un hombre de casi sesenta años, observador extremo y que desde su tierra natal mira todo y convierte en metáfora la realidad. Porque qué es ese vecino sino un invasor que una y otra vez abusa del invadido y lo relega a la calidad de objeto, invadiendo su jardín y disponiendo de sus frutos. La violencia constante, la necesidad de recurrir a apólogos milenarios para justificar actitudes actuales, son el preámbulo antes de un viaje que lleva al protagonista a París y Nueva York, de las que va a dar su interpretación simplemente mostrándolas, sin añadir una palabra.

Así, la constante de la violencia, la acumulación de armas, la existencia de la miseria en el Primer Mundo, sólo lo hacen sonreír con el sistema social galo o el sistema policial americano, incapaz de capturar lo que creen que es una manifestación de la divinidad y puede ser simplemente una pícara imaginativa de alas artificiales

Escenas imperdibles como la del gorrión invasor, la de la violencia en el subte, la servidumbre en la casa de Alta Costura compiten con la de las mujeres empoderadas con sus carritos de bebé en el parque o la escuela de cine y sus alumnos disfrazados.

ELEGANTE ESTILO
Pura sátira de alto vuelo, con exquisito estilo formal de planos simétricos y situaciones con policías persiguiendo en la línea de las comedias de Max Linder. Suleiman junta antítesis y similitudes para criticar incluso con una sonrisa el mundo del cine (García Bernal buscando apoyo para su producción sobre el descubrimiento de América)

Un filme rico, perfecto, no para el público risueño del pochoclo en bandeja. Cine de reflexión, escéptico pero con un final esperanzado en la juventud y el destino.