De martes a martes

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Juan Benítez (Pablo Pinto) es un aficionado a hacer fierros. De carácter tranquilo e introvertido (tal vez demasiado), sueña con abrir su propio gimnasio. Pero debe conformarse con una triste rutina que incluye trabajar en una fábrica con gente despreciable y que no le cae bien. En medio de esa lucha diaria típica de cualquier padre de familia de clase media baja, presenciará un hecho que cambiará su vida.

Con una importante trayectoria como operador de steadycam, Gustavo Triviño se la jugó con su ópera prima. Comienza en un estilo costumbrista, siguiendo la vida de un retraído laburante, y de pronto adquiere la forma de terrible oscuridad, donde se nos presenta el costado más podrido del protagonista y de nosotros mismos. Ademas, no es tibia a la hora de mostrar la relación entre poderosos y humildes ni los juegos de poder...