De martes a martes

Crítica de Fernando Herrera - Mirar y ver

Semana de fin

Todos somos buenos hasta que dejamos de serlo. Esa es la premisa del film de Gustavo Triviño, que formó parte de la Competencia Internacional del último Festival de Mar del Plata, y que obtuvo allí el premio a la mejor actuación para ese (literalmente) gran actor que resultó ser Pablo Pinto. La película ha cosechado otros premios y muy buenas críticas, centradas en la indudable pericia de Triviño, director debutante, para la puesta en escena, en la solidez narrativa con la que describe el día a día de Juan, un clásico antihéroe, empleado de una fábrica textil que hace changas como patovica y sueña con poner un gimnasio.

Toda esa rutina asfixiante que se describe en la primera mitad se deshace por completo cuando Juan es testigo de una violación, y decide no intervenir. Esta ambigüedad moral del personaje resulta interesante, pero lamentablemente se diluye en un sumamente discutible final que lo justifica y simplifica demasiado todo. Más allá de esa incómoda apelación al fin que justifica los medios asoma un director que sabe como contar una historia.