De los barrios, arte

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

De los barrios, arte es un documental, dirigido por Fernando Romanazzo, centrado en las figuras de varios artistas plásticos que desarrollan su arte en la Zona Oeste de la Ciudad de Buenos Aires.
Esto, que parece una simple gacetilla informativa, en verdad revela mucho del sentido de este trabajo; hablamos de un documental formal que no reniega de serlo, de un retrato de artistas variados, y de un retrato de barrio; esos son los tres puntos clave que maneja Romanazzo para intentar llevar su trabajo a buen puerto.
Se han hecho muchas apreciaciones desde el cine sobre los barrios del Oeste porteño, siempre rescatando el costado de lugar típico, algo antiguo, que respira aire de Conurbano en plana Capital.
Viéndolo desde ese factor, De los barrios, arte, da un pantallazo distinto (aunque recae en algunos lugares comunes) a lo que se acostumbra ver.
También si vemos la otra arista, no es el clásico documental sobre un artista que debate consigo mismo y se lo muestra en un mundo culto y paisajístico, son artistas de barrio, más profesionales algunos que otros, pero todos con un fuerte arraigo de pertenencia que marca también su forma de ser.
Entonces, estas dos vertientes nos hacen pensar en un riesgo, en algo distinto y original de ver. Pero Romanazzo, limitado desde los recursos de producción suponemos, entrega un film, desde lo cinematográfico, simple, directo, contrariamente con poco riesgo; en definitiva poco cinematográfico valga la redundancia.
El director hace un registro de los artistas con la zona de fondo, los muestra en su arte, expresándose en la pintura y esculturas, con las manos creativas, y también desde la palabra, y conviviendo con su entorno diario.
Es interesante ver la historia que cada uno tiene para contar, qué tienen para decir y mostrarnos; hablamos de la vocación verdadera, de gente que busca el rédito artístico antes que el económico, de verdaderos creadores pasionales.
Ese interés que despiertan los personajes no es acompañado desde la cámara que busca un equilibrio entre la persona y el lugar, pero lo hace de un modo demasiado clásico y formal, y hasta con algún inconveniente de edición. Esta “simpleza” termina diluyendo el interés del espectador al que le costará focalizar en vetas importantes.
De todos modos, el resultado no es amargo; la intención de plasmar una mirada diferente sobre un género y un lugar transitado queda cumplida con puntos satisfactorios; y como suele suceder en estos trabajos que enfocan diferentes personalidades, hay momentos en donde la persona se gana al público disfrutando a pleno de la vista.
Es una lástima que no se haya optado por seguir el ejemplo de los protagonistas, artistas que buscan no encasillarse, que hacen algo impensado de lo que la sociedad les quiere imponer; un poco más de vuelo visual y narrativo hubiese ayudado a redondear un muy buen trabajo documental.