De acá a la China

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

La Mano de Dios

Desde que era niño, Facundo guarda un rencor que ahora de grande pretende encauzar en una venganza, aunque sea una pequeña devolución de gentilezas al azar.

Recuerda con añoranza el almacén de su padre, centro de la vida comercial del barrio, hasta que inmigrantes chinos comenzaron a abrir supermercados y lo forzaron a cerrar por no poder competir, una herida que le dura abierta y que pretende compensar abriendo un almacén en China con la única meta de hacer cerrar a uno de ellos en su tierra.

Aunque a la familia le dice que viaja para estudiar el idioma, parte a reunirse con un amigo de la infancia que lleva un tiempo preparando el terreno y ya tiene un contacto que los ayudará a dar los primeros pasos, buscando un lugar apropiado e iniciando los trámites para habilitarlo. Así consiguen un pequeño local en las afueras, con un altillo en el que no caben mucho más que unos colchones en el suelo, donde se propone vender, además de productos básicos, varios otros importados desde argentina como yerba y golosinas, rarezas para los chinos.

Tras un inicio más lento de lo esperado, poco a poco los locales se van acercando a comprarles en parte gracias a Momo, un músico que ronda por las calles del barrio y parece ser amigo de todo el mundo. Es él también quien los hace conocer gente y lugares interesantes, ayudando a que vayan entablando relaciones con algunos de sus vecinos y otros inmigrantes.

Xiamen, provincia de Fujian

La trama presentada por De Acá a la China, de Federico Marcello, es tan simple como suena, mezclando el drama con algo de comedia para replantear las durezas de la vida de un inmigrante en tierras muy lejanas, cosas que siente en carne propia Facundo desde el mismo momento que llega y nadie lo entiende, o todo un colectivo se lo queda mirando con extrañeza.

Sostiene por un tiempo la férrea voluntad de cumplir la misión con la que desembarca, festejando pequeños triunfos como poder dar vuelto en caramelos en vez de monedas o ver chinos tomando mate. Pero la distancia con sus orígenes y el cansancio por el duro trabajo que tiene que llevar adelante, inevitablemente lo hacen desviarse y no puede sostener con la misma intensidad ese rencor que lo llevó hasta allí.

La historia narrada no va más allá. Aunque le falta algo de contundencia en el relato, en el fondo es más una excusa para ir presentando personajes que bien podrían ser reales con sus pequeñas historias de vida en formato semidocumental. Muchas veces están relacionadas a la inmigración y las dificultades que llevan a Facundo a replantear sus deseos.

Hay un fuerte clima de nostalgia y desarraigo en De Acá a la China, oportunamente cortado cada tanto con humor inocente que no deja de compartir esos mismos sentimientos, siempre más cerca de la empatía que de la burla.