Damas en guerra

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Lo primero que llama la atención de Damas en guerra es su protagonista: Kristen Wiig (también responsable del guión, como aclaramos en el prólogo) no es una cara conocida por nuestros pagos y sin embargo posee una química en pantalla que engancha al espectador de inmediato. Salida de la hiperprolífica cantera de Saturday Night Live (al igual que su coprotagonista Maya Rudolph), esta muchacha no sufre ningún pánico escénico a la hora de saltar a un protagónico en la gran pantalla y, sencillamente, se come la película.
En una comedia esencialmente femenina y muy "moderna" (con ese estilo tan despreocupado y tan semi improvisado de las películas humorísticas de estos tiempos), su simpatía es el primer rasgo destacable del filme y que hace que Damas en guerra sea una película que uno puede recomendar, con reservas.
La historia dice que Lillian (Maya Rudolph, protagonista de Away we go) se va a casar y su amiga de toda la vida Annie (Kristen Wiig) va a ser su dama de honor, junto con otras 4 mujeres, entre las cuales se encuentra Helen Harris (Rose Byrne), una amiga de la novia que se ha hecho muy cercana en los últimos tiempos. Annie era repostera, pero tuvo que cerrar su tortería cuando las cuentas dejaron de cuadrar. Y su novio la abandonó. Y se tuvo que mudar y compartir un departamento con un inglesito bastante peculiar, que llevó a vivir a su hermanita al hogar pero no quiere que contribuya con la renta. Y trabaja en una joyería convenciendo a cada pareja que va a comprar alianzas que en realidad el amor nunca es para siempre. Y su madre le recuerda que "lo bueno de estar en el fondo es que no se puede seguir bajando"... Cuando Annie conoce a Helen, la nueva preferida de Lillian, una cheta agrandada y superficial que se la pasa fanfarroneando de sus viajes y sus billetes, no puede más que odiarla. Y el asunto empeora cuando los planes de cada una para organizar los eventos previos a la boda empiecen a contradecirse.
A partir de allí comenzarán los clásicos enredos que toda comedia tiene que irán increscendo a medida que avanza el metraje. Como no puede ser de otra manera en una comedia estadounidense, el espectador es sometido a -cuanto menos- una escena de humor escatológico: si esto no sucediera, no estaríamos frente a una comedia yanqui (¿será una regla impuesta por las productoras?). En este caso, la secuencia llega a límites insospechados (se incluyen vómitos, vómitos sobre vómitos, una mujer subida de peso haciendo sus necesidades en un lugar insospechado y frente a otras damas muy paquetas... en fin) y posiblemente sea la más recordada del filme: ustedes sabrán catalogar eso como bueno o malo.
Los personajes secundarios que acompañan a la historia (en especial el resto de las damas de honor) contribuyen con algunos momentos cómicos en el filme aunque su desarrollo en sí no esté del todo logrado: dentro del conjunto tenemos a Rita (Wendi McLendon-Covey), una mujer harta de su matrimonio y, especialmente, de sus salvajes hijos; a Becca (Ellie Kemper), una recién casada hiper inocente y positiva -estos dos personajes tienen un pico de protagonismo y se esfuman sobre el final-; y esencialmente Megan (Melissa McCarthy, de la serie Mike and Molly), la desquiciada cuñada de la novia, una indescifrable mujer dispuesta a cualquier cosa y cuyos intereses nunca están demasiado claros. También forma parte del elenco el irlandés Chris O'dowd (protagonista de la serie The IT crowd, que se transmite por I-Sat, por lejos el mejor canal del cable convencional) como el muchacho común que puede enamorar a Annie y sacarla de sus miserias.
¿En qué falla Damas en guerra? Principalmente en el largo de su metraje (más de dos horas para una comedia tontuela siempre parece demasiado, y aún más si el resultado final es tan igual a todo el resto de las comedias que podamos encontrar) y en un guión que acierta más en el desarrollo de cada conflicto que la disposición de los mismos. ¿Y por qué acierta en el desarrollo de los conflictos? Porque en cada uno de ellos aparece una Kristen Wiig brillante, atractiva, chispeante, alocada. Su personaje sí está bien desarrollado, sí tiene profundidad, sí logra preocuparnos y hacernos sentir empatía. Tanto en su personalidad explosiva (Annie puede discutir como una niña con una adolescente en su puesto de trabajo o destruir todos los arreglos de una lujosa fiesta -ojalá esa sea la escena más recordada del filme- y siempre nos ponemos de su lado), en sus celos ante Helen, en su desconcierto ante sus extraños compañeros de casa o ante el amor abrasivo de su madre o en su desconfianza para con todo el género masculino, el personaje siempre nos da algo con lo que nos podemos identificar.
Damas en guerra es todo lo buena que es porque Kristen Wiig está en ella y es todo lo mala que es porque ella misma falló al desarrollar el guión. Con esos elementos en la balanza, termina pesando más el primero y, con reservas, podemos decir que estamos ante una buena comedia. Entretenida, a veces chistosa y con una humorista muy talentosa en pantalla durante casi toda la historia. Y con eso nos quedamos.