Cuestión de tiempo

Crítica de Martina Putruele - ARG Noticias

El eterno Carpe Diem de Richard Curtis

Richard Curtis se propone en toda su filmografía - Los piratas del Rock, Realmente Amor, entre otras- que el espectador salga del cine con una sonrisa y que se olvide del mundo a su alrededor, por lo menos por un rato. De más está decir que en Cuestión de Tiempo lo logra soberbiamente.

La película sigue la historia de Tim (Domhnall Gleeson), que al cumplir los 21 años, se entera de que todos los hombres de su familia pueden viajar en el tiempo. Así, decide usar su nueva habilidad para conseguir una novia, y luego de varios desamores y años de soledad, conoce a Mary (Rachel McAdams), una chica con baja autoestima obsesionada con Kate Moss. Pero no todo será tan fácil como él pensaba. De esta manera descubre que hay un precio que debe pagar por interferir en eventos de su pasado.

Cuestión de Tiempo es una oda al famoso Carpe Diem, una suerte de mensaje constante en el film. El encargado de promoverlo en este caso es el padre de Tim, interpretado por el gran Bill Nighy, muy al estilo Robin Williams en La Sociedad de los Poetas Muertos -"Oh Captain, my Captain"- excéntrico y con movimientos a lo Jagger, que ya se convirtió hace rato en el actor fetiche de Curtis.

¿Y para qué usa el personaje de Nighy su poder? Para leer todos los libros que un hombre sueña con leer en su vida. Y toda la obra de Dickens dos veces. La literatura y la música son casi protagonistas: en una escena, Nighy está sentado en su jardín de Cromwell leyendo a John Le Carré; en otra, Rachel McAdams camina hacia el altar al ritmo de "Il Mondo" de Jimmy Fontana.

Y cada toma es una fotografía. Los paisajes de Cornwall y las luces vibrantes de Londres se hacen resonar en cada escena, y acompañan el ritmo de una historia que va y vuelve en el tiempo continuamente.

Richard Curtis logró, con Cuestión de Tiempo, una comedia romántica que pronto se convertirá, sin lugar a dudas, en un clásico de su generación.