Cuentos de Halloween

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Para poder apreciar “Cuentos de Halloween” habrá que declararse ultra fanático del género por la tonelada de guiños, cameos, referencias, homenajes y menciones implícitas y explícitas que hay a lo largo de los poco más de noventa minutos de duración de esta producción coral. Tal es así que aquellos ocasionales espectadores del cine de terror poco adeptos a explotar su costado nerd probablemente sientan insultada su inteligencia. Por ejemplo, en este estreno hay una locutora que tiene un programa de radio en Halloween, lo cual sirve como introducción a los relatos que vamos a ver o como nexo de la mística entre las historias. Esto está particularmente actuado con despreocupación y displicencia para el espectador común. Para el fanático, será una delicia porque esa locutora es Adrianne Barbeau que hacía lo mismo en “La niebla” (John Carpenter, 1980). Eso es el botón de muestra de un amplio surtido.

En definitiva, así como ocurría con el zombi de la serie “Cuentos de la cripta” (1989 – 1996), el duende de “Creepshow” (1982), la voz de la TV que aseguraba que “no hay nada malo con su aparato de televisión” en “La dimensión desconocida”(1959 - 1964), o para los más memoriosos de la radiofonía argentina, la voz de Juan José Piñeyro que ponía los pelos de punta en Radio El Mundo con los espeluznantes “Cuentos de la Vieja Abadía”, “Cuentos de Halloween” también tiene lo suyo.

Once directores para una hora y media. Acá, probablemente empieza parte de la explicación. Parece poco tiempo para contar el cuento y todo tiene una sensación de hecho a las apuradas, en forma burda e inverosímil. Paradójicamente, al ir tan al extremo algunas cosas funcionan, como la pelea final del cuento de los extraterrestres, el del hijo del diablo que sale a pedir golosinas y arma un desastre, y el homenaje al cine clase Z con una calabaza carnívora que anda devorando gente por ahí

Es realmente muy poco lo rescatable de una película que justifica su existencia más por una cuestión melómana que por la solidez de las historias o la pericia narrativa. En todo caso, si es por lo primero, habrá varias razones para ir al cine con ganas de nostalgia, empezando por la posibilidad de volver a escuchar música de Lalo Schiffrin que salió de su retiro para esto por pedido de su hijo, quien dirige uno de los cuentos Todo lo demás dependerá solamente de las ganas de reírse del ridículo.