Cuatro muertos y ningún entierro

Crítica de Lucía Roitbarg - EscribiendoCine

Nadie sale vivo de aquí

La vinculación de los protagonistas con la muerte es el núcleo que desencadena una historia donde el ridículo, lo absurdo y el humor negro nunca descansan. Con un estilo allegado al de Alex de la Iglesia, el director Ian FitzGibbon consigue con Cuatro muertos y ningún entierro (A film with me in it, 2008) una comedia tragicómica con una coherencia estética muy sólida. Entretenimiento asegurado.

Mark (Mark Doherty) es un actor fracasado que no logra conseguir trabajo para pagar el alquiler de su ya casi destruido departamento. Cada día debe enfrentarse a las súplicas de su mujer para que arregle los desperfectos de la vivienda, a la vez que intenta huir de la vista del propietario para evitar pagar los meses adeudados. El cuadro se completa con su enfermo hermano, anulado mental y físicamente; el perro de su novia y su amigo Pierce (Dylan Moran). Este último se define como “director, escritor y camarero” aunque, si bien no para de proponer ideas para futuras películas, no hace nada de ello y auspicia de consejero de Mark. Un día, sin quererlo, Mark y Pierce se encuentran altamente comprometidos con una serie de muertes, contexto del cual intentarán librarse pasando por las más hilarantes situaciones.

Esta película tiene un don especial que son los dos actores principales. Sus características físicas y su gestualidad, no podrían ser más perfectas para esta comedia. El director exacerba todas estas formas con la angulación de la cámara, los continuos primerísimos planos de los rostros, la iluminación. Además, cada objeto o persona que comprometen a los protagonistas es subrayado por el plano detalle que, sumado a la música crea un clima enrarecido, donde el director claramente apela al suspenso aunque muchas veces desde lo ridículo.

Podría afirmarse igualmente que la confianza en la dupla protagónica es sobreestimada. La película se mueve por lugares familiares de la comedia y a veces previsibles, lo cual no la desacredita en absoluto pero, al lucir a los actores, dilata escenas que no provocan giros interesantes a la trama y desacelera cierta agilidad que propone el film. Como contraparte de esto, sin embargo, la película consigue diálogos muy ingeniosos y manejados con un buen ritmo.

Este film está pensado y filmado como comedia. Los planos ya preanuncian la comicidad de las escenas y en esa redundancia la película adquiere una estética lúdica muy acorde a su planteo. De hecho, el título original del film en castellano significa “una película conmigo en ella”, y este elemento vale ser destacado porque el film también juega con la autoreferencia desde un lugar humorístico y que resultará muy efectivo dramáticamente.