Cuatro muertos y ningún entierro

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Un actor introvertido, tembloroso y taciturno y un pseudo escritor con pretensiones de ser parte del negocio del cine son la genial pareja de una película que en realidad se titula A Film with Me in it (Un film en el que esté yo en él). Su ¿traducción? como Cuatro muertos y ningún entierro, pese a su obvia y hasta casi torpe referencia a la recordada Cuatro bodas y un funeral, resulta sin embargo más explícita y apropiada que el original. Sea como fuere, esta pieza del ex actor Ian FitzGibbon es una proeza de la tragicomedia y el cine de humor negro inglés como no se veía quizás desde la memorable El quinteto de la muerte. Protagonizada por estos dos patéticos perdedores, la película acumula, con una cierta lógica absurda, una serie de situaciones infaustas en las que varias personas van pereciendo en un mismo y fatídico ámbito.

Lejos de ser asesinos o encubridores, estos sujetos, inocultablemente comprometidos, apelarán a insólitos recursos para librarse del escarnio. El hilarante Mark Doherty que abre con su caricaturesca imagen el film, es también el diestro guionista de esta pequeña y fenomenal obra, en la que hacen su aporte la notable música y los enrarecidos climas de suspenso. Para divertirse sin pruritos morales y remitirse a la época en la que el gran Peter Sellers aún rodaba films inolvidables.