Cuando las luces se apagan

Crítica de Alejandro Turdó - EscribiendoCine

¿Le temes a la oscuridad?

El terror es un género complicado, especialmente en la actualidad, donde muchas veces las producciones se apoyan demasiado en los sustos fáciles, el abuso de efectos hechos por computadora y tramas rebuscadas. Pero de vez en cuando algún film del género toma otro tipo de dirección, comprendiendo que menos es más.

Cuando las luces se apagan (Lights Out, 2016) intenta transitar este camino menos recorrido y logra su cometido con más aciertos que errores. Basada en un corto de tres minutos del 2013, el largometraje expande la historia mínima de la mano del debutante David F. Sandberg, mismo director del corto original. Una familia de Los Angeles es acosada por una extraña criatura que vive en la oscuridad, el único lugar desde el cual puede hacer daño a sus víctimas cada vez que se apagan las luces. Tal es el planteo elemental sobre el cual se sostiene el relato.

Por supuesto -y acá entramos en la parte más estándar de la historia- conforme avanza la trama se develará el origen del monstruo de turno, pero esto abre la puerta al drama de la familia protagonista. Una interesante elección hecha desde el guión que le da otra dimensión al conflicto, humanizando a sus personajes y dotándolos de una profundidad que no suelen tener en producciones del género.

El empleo de efectos en cámara y otros artilugios prácticos -evitando caer en el tan denostado CGI de la contemporaneidad- proveen a la película ese clima fantástico que parece sacado de otra época y logra que lo expuesto sea percibido de forma diferente por el espectador.

A pesar de un final que muchos podrán considerar algo anti-climático y una lógica interna que no siempre es consistente, Cuando las luces se apagan es una experiencia en mayor parte satisfactoria, con una historia que se sostiene desde la simpleza de su propuesta y trae un poco de aire fresco a un género muchas veces es víctima de sus propios lugares comunes y falta de originalidad.