Cry Macho

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Eastwood, un cowboy que no se rinde.

Leyenda viviente, el creador de Los imperdonables, Bird, Río Místico y Million Dollar Baby rodó con más de 90 años y en plena pandemia un western moderno con espíritu de road movie que lo tiene como productor, director, protagonista y hasta compositor de parte de la música. Bella, simple, sensible e ingenua, se trata de una nueva oportunidad para disfrutar un estreno en los cines del último clásico del viejo Hollywood.

“No sé cómo curar lo viejo”, dice Mike Milo (Clint Eastwood) en un pasaje de Cry Macho. Frase curiosa para un artista nonagenario que ha hecho de la longevidad y la hiperactividad una forma de resistencia frente al inevitable paso del tiempo. De hecho, su nuevo trabajo es el ¡noveno! en poco más de una década tras Más allá de la vida (2010), J. Edgar (2011), Jersey Boys (2014), Francotirador (2014), Sully: Hazaña en el Hudson (2016), 15:17 Tren a París (2018), La mula (2018) y El caso de Richard Jewell (2019).

La película arranca con una panorámica de la región más árida de Texas. Estamos en 1979 y Milo, un viejo cowboy y criador de caballos que supo ser una estrella del rodeo pero cuya carrera se derrumbó por las pastillas y el alcohol, maneja una vieja camioneta por las rutas polvorientas mientras de fondo suena un hermoso tema country como Find a New Home con la voz grave de Will Banister.

Entre bromas y provocaciones respecto de la necesidad de encontrar “nueva sangre”, Howard Polk (Dwight Yoakam) le pide a Milo un favor (en verdad, la devolución de un favor, ya que siendo su jefe lo ha sacado de más de un problema económico): que vaya hasta Ciudad de México y traiga de vuelta al rancho a su hijo Rafael o Rafo (Eduardo Minett). Munido apenas de una foto vieja del niño (ya un preadolescente de 13 años), deberá enfrentarse allí a la madre millonaria (una estereotipada Fernanda Urrejola) y a sus guardaespaldas, y luego convencer al rebelde Rafo para que lo acompañe en el largo viaje de regreso.

Lo que sigue es una típica road-movie por México y Texas con ese anciano y ese joven (y el gallo de riña que da título a la película) compartiendo todo tipo de desventuras: habrá persecusiones, pasos de comedia y hasta Milo como un improbable galán (entrañable el personaje de Marta que interpreta Natalia Traven).

Transposición de la novela homónima de N. Richard Nash, Cry Macho es una película que fluye con ligereza entre moralejas y enseñanzas de vida más bien ingenuas, música tex-mex, reivindicación de la cultura mexicana, y ese clasicismo y nobleza que son desde siempre marca de autor de un Eastwood que en su Milo parece combinar elementos de sus personajes en Los imperdonables, La mula y Gran Torino (el guionista, Nick Schenk, es el mismo de aquel film).

¿Que no es una obra maestra? Poco importa. Tampoco la esperábamos a sus 91 años y filmando en pandemia. Pero estamos ante un film decididamente disfrutable, hecho con esa prestancia y categoría de los grandes maestros. ¿Que es un poco cursi y anticuada? Puede ser, pero en un cine contemporáneo dominado por el efectismo, la urgencia, el impacto y el estímulo constante déjenme disfrutar del viejo Clint bailando un lento mientras suena el bolero Sabor a mí.