Cruella

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Una villana pasteurizada

Con Cruella (2021) Disney arremete nuevamente con una franquicia exitosa que comenzó con la adaptación de la novela infantil de la escritora inglesa Dodie Smith, Ciento un Dálmatas (One Hundred and One Dalmatians, 1956), llevada al cine cinco años después por Clyde Geronimi, Hamilton Luske, y Wolfgang Reitherman en la película animada homónima que tendría varias adaptaciones, las más recientes en el formato de live-action con Glenn Close en el papel protagónico de Cruella de Vil.

La nueva Cruella es en realidad una precuela de una nueva saga protagonizada por Emma Stone como Estella, una huérfana que narra su conflictiva infancia durante la década del sesenta en la campiña inglesa y la traumática muerte de su madre (Emily Beecham) a manos de una jauría de perros dálmatas, para transformarse paulatinamente en Cruella tras descubrir que en realidad los perros respondían al llamado de su empleadora, la Baronesa (Emma Thompson), con quien su madre estaba discutiendo justo antes de morir. Al llegar a Londres, Estella conoce a dos pequeños delincuentes, huérfanos como ella, que viven en un edificio abandonado y que se convierten en su única familia. Diez años después los tres jóvenes, Jasper (Joel Fry), Horace (Paul Walter Hauser) y Estella, se dedican a diversos robos y estafas como medio de supervivencia hasta que Jasper le consigue a Estella un puesto en la boutique de la Baronesa, una diseñadora de modas de gran fama, donde deslumbra a la prestigiosa diseñadora con un escaparate innovador tras una noche de borrachera.

Con sus ideas, Estella rápidamente se convierte en la mano derecha de la Baronesa, una mujer fría e insolente, con un instinto asesino para los negocios, que se vale de todos los recursos para sobresalir y triunfar, y que tiene una carrera impresionante en el mundo de la moda británica. Cuando Estella descubre que la muerte de su madre no ha sido un accidente causado por su espíritu rebelde jura destruir a la Baronesa, para lo cual crea el personaje de Cruella, una mujer segura de sí misma, con una visión transformadora del mundo de la moda basado en las ideas del kitsch y el punk de moda en la segunda mitad de la década del setenta. A medida que la guerra declarada entre Cruella y la Baronesa avanza, la segunda comienza a sospechar de Estella y su investigación da sus frutos pero Cruella planea su venganza poética cuidadosamente, que completa su transformación de Estella a Cruella.

En un cine muy apegado a las formulas Cruella es una saltimbanqui de fórmulas que se entrecruzan y se enmarañan. Si por un lado hay una transformación de una joven en heroína, aunque debería ser en villana, por otro lado está la comedia de enredos, de planes absurdos y además una venganza, urdida de forma delirante. Todo esto se mezcla con la cuestión de la moda, un relato en sí mismo. Pero lo que podría ser un cocoliche sin sentido funciona, da vida a un film con alma propia que hace enfrentarse a Emma Thompson y Emma Stone en un duelo generacional, del que ambas salen bien paradas en su competencia de exageraciones.

El film dirigido por el australiano Craig Gillespie, que venía de realizar Yo, Tonya (I, Tonya, 2017), la biopic sobre la patinadora artística norteamericana Tonya Harding, está escrito por el guionista Tony McNamara, que trabajó anteriormente en el guión de La Favorita (The Favourite, 2018), el film del griego Yorgos Lanthimos, y la experta en comedias Dana Fox, quienes unen sus fuerzas en una comedia que se ubica lejos de la visión anterior de la icónica villana y más cerca del glam y el punk de la década del setenta en Inglaterra y las ideas actuales sobre el trato animal.

Cruella cambia completamente el conocido y maléfico personaje por un carácter rebelde que se asemeja en algunos puntos a la subcultura punk y a las ideas de moda de la precursora del punk en el ámbito de la moda, Vivian Westwood. De hecho la película entera parece un homenaje al trabajo de Westwood en la construcción del punk con escenas de rock, aunque por momentos parezca más pop que punk. La música del compositor neoyorkino Nicholas Britell, responsable de las bandas sonoras de Luz de Luna (Moonlight, 2016), La Gran Apuesta (The Big Short, 2015) y El Vice (Vice, 2018), se combina con éxitos de Queen, Blondie, The Clash, The Doors, Electric Light Orchestra, Nina Simone y Supertramp, temas consagrados de bandas como The Stooges, I Wanna be your Dog, interpretado por el cantante y actor John McCrea, que compone aquí al dueño de una tienda de moda y fanático de David Bowie, Artie, y hasta una canción original de Florence and the Machine, en una variopinta selección nostálgica que se funde con las escenas del film.

A medida que Estella, una okupa que vive en un edificio abandonado y que sueña con destacarse en el mundo de la moda da paso a Cruella, la joven comienza a cumplir sus sueños sin percatarse del malestar de sus compañeros, reclutando para su emprendimiento a Artie. El rol de la villana es aquí el de la Baronesa, interpretada ampulosa y extravagantemente por Emma Thompson, la némesis de Cruella. La Baronesa es una mujer dispuesta a todo, incluso a matar, pero que ama a sus perros dálmatas, que son secuestrados por Jasper y Horace bajo órdenes de Cruella para recuperar una joya que su madre le regala siendo una niña.

En esta versión Cruella no tiene ningún interés en dañar a perro alguno, menos aún a los dálmatas de la Baronesa, a los que utiliza para su venganza, y que viven a sus anchas junto al perro de Cruella, Buddy, y el perro chihuahua tuerto de Horace, Wink, en la casa tomada de los delincuentes. Aquí hay muchos recursos tipográficos, mucha moda, secuencias graciosas y muchas escenas cautivadoras de los perros en una propuesta más destinada a un público mayor que a la típica audiencia infantil a la que apela la historia original.

El personaje del guardaespaldas y asesor que interpreta Mark Strong y la resolución del relato, que se pretende como una precuela para el desarrollo de varias películas más, no funcionan demasiado bien y no cuadran con la propuesta, que apela a los cuentos de hadas y hasta al mito del hijo sacrificado y salvado para dar un giro bastante esperado que no sorprende para nada. También hay una intensión de pasteurizar los aspectos políticos y rebeldes del punk y de diluir las consignas más agresivas y los slogans más negativos de esta subcultura por frases más aceptables, como No Future por The Future, un pequeño cambio que trastoca todo el espíritu filosófico del punk en una idea de cambio cultural más cercana a la indiferencia posmoderna del pop que a la beligerante respuesta punk a la desigualdad.

Más allá de esto, Cruella es un film de altibajos que por momentos abusa de los gags, lleva a personajes hasta el absurdo como Gerald (Jamie Demetriou) o Jeffrey (Andrew Leung), convierte a Emma Thompson es una psicópata asesina que disfruta de cualquier situación de crueldad y cuenta con una aparición breve pero consistente de John McCrea. Aquí se pueden encontrar diálogos ocurrentes, buenas interpretaciones a medida de Joel Fry y Paul Walter Hauser, los queridos personajes de la saga siempre listos para aparecer, como Anita Darling, aquí compuesta por Kirby Howell-Baptiste, y una batería de secundarios que van conduciendo al espectador en la transformación de Estella en Cruella de Vil, un personaje odiado y amado a la vez.

Cruella es un film infantil para toda la familia sin ser una película para niños, una apuesta riesgosa para los conservadores directores de Disney, que vienen revisitando los clásicos más modernos de la década del noventa de la mega firma sin demasiado éxito. Tal vez con Cruella un aire de mayor libertad asome de entre los anquilosados comités de marketing de las productoras para entender de una vez por todas que el cine como todo arte es un negocio que necesita más inspiración y menos burócratas.