Crisálidas

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Tras 20 largometrajes grabados con la comunidad de Saladillo, la dupla Midú / Junco, estrenan su segunda película en salas comerciales, tras El Último Mandado.

Si bien ampliaremos la información acerca de la historia y como se realiza Cine con Vecinos y el Festival Anual de Cine de Saladillo en la entrevista realizada a Midu y Junco, pronta a publicarse, hay que aclarar que ambos cineastas son graduados del ENERC, pero que aunque viven y trabajan en Capital Federal, provienen de la localidad, y hace 12 años vienen trabajando con los vecinos y familias del pueblo con un meticuloso trabajo de dirección de actores, historias identificables, profundas y cuyo primer fin fue el de exhibir dentro y para Saladillo.

A primera vista se puede notar la precariedad técnica con la que ambos directores trabajan. Una cámara digital y unas pocas luces. Pero tanto en construcción de encuadres y montaje, es notorio que no son simples aficionados.

Crisálidas es una película coral, cuyo argumento bien podría ser comparado con Intimidades (Personal Velocity, 2005 de Rebecca Miller), ya que retrata la vida de 5 mujeres que no están demasiado conformes con su vida amorosa dentro de Saladillo. No estamos hablando de Amas de Casa Desesperadas, acá realmente vemos la tensión que provoca la soledad y la rutina. Las cinco mujeres, tienen en común que trabajan en un taller textil. Las cinco viven con sus familias, y bien podrían no trabajar, pero lo hacen para mantener su independencia, acaso el único lugar donde pueden sentir que tienen algo propio.

A diferencia de la película de Miller, las historias de las cinco se muestran de forma paralela y no episódicamente. Las tentaciones de romper las reglas, las estructuras, las tradiciones. La necesidad de no repeler los sentimientos y las costumbres.

Junco y Midú deciden mostrar una realidad de los pueblos: como se vive de los chimentos y los prejuicios cuando alguien no sigue los moldes de la sociedad, especialmente cuando se trata de la formación de una familia o el estar en pareja. Para ninguna de las protagonistas es fácil vivir con sus sentimientos y poder liberarse de la presión, y la discriminación misógina típica de pueblo. En un lugar donde todos se conocen de cara, ninguno realmente conoce el interior del vecino, más allá de la foto familiar que cada uno trata de pintar. Crisálidas muestra otro interior, otra realidad, más creíble. Existe una crítica subyacente, sutil hacia los vecinos de Saladillo, pero innegable. Midú y Junco no hacen turismo y se animan a demostrarlo.

Crisálidas no es cine costumbrista sino una crítica al “género” (en parte se puede ver lo mismo en algunas obras de Perrone).

No hay que dejarse engañar por la precariedad de la estética. No hay que buscar un Bresson o un Tarkovski en cada plano. No busquemos un cine “intelectual” cuando no se pretende realizarlo. Junco y Midu realizan películas, accesibles, de discurso directo, pero no subrayado. Sensible pero no telenovelescos. Moralista pero sin obviedades. No resultan forzados los encuentros amorosos ni los puntos de giro. Todo el relato tiene gran fluidez, un ritmo propio, íntegro, y ninguna situación parece fortuita.

A fuerza de diálogos creíbles en su mayor parte, las interpretaciones prácticamente amateurs (cada vecino se interpreta a sí mismo, aunque tanto Florencia Midú, hermana del realizador, y Viviana Esains estudiaron actuación de forma profesional, y se nota la diferencia con el resto del elenco en la forma de hablar, y en la austeridad de las miradas) resultan verosímiles y atractivas debido a que los vecinos ya no le tienen miedo a la cámara. Por el contrario se muestran cómodos. La experiencia de haber trabajado hace 12 años, ha dejado huella en ellos, por lo que se justifica que las películas de ambos realizadores, era hora que lleguen a las salas porteñas y amplíen su circuito audiovisual.

Es notorio destacar que, a pesar de tener el aspecto de un film de cine “casero”: la definición sonora es clara, los diálogos se escuchan perfectamente, y el ambiente no imbuye o molesta. Es un detalle, pero grandes superproducciones nacionales todavía sufren el “problema” de que hay diálogos que son poco claros. Si bien es probable que la banda sonora (original, de dos hermanos del pueblo) sea un poco ampulosa, y por momentos esté demasiado presente en la película (se podría encontrar reminiscencias al tema clásico de Francis Lai de Love Story), no resta que Crisálidas sea un drama interesante, intenso, emocionante, y con un tema universal.

Esperemos que el cine de Junco y Midú pueda tener mayor repercusión comercial en el futuro. Esto es verdadero cine independiente nacional, y no temo decir que supera en calidad artística y narrativa a la gran mayoría de las películas argentinas que participaron del última edición del BAFICI, cuyas pretensiones terminan jugándoles en contra, y que con mayor infraestructura, solo gustaron a un sector minoritario (aunque lamentablemente influyente) de la crítica.