Crímenes ocultos

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Llega Crímenes ocultos. El nuevo film del director de Protegiendo al enemigo es una adaptación de la primera novela de la trilogía creada por Tom Rob Smith.
Nace una nueva franquicia creada a partir de Best Sellers. Esta vez, la acción sucede en la Unión Soviética a mediados de los años ´50, y toma como punto de partida una sucesión de asesinatos inspirados en hechos reales.

El director sueco Daniel Espinosa –Protegiendo al enemigo– tomó la realización de este proyecto producido por Ridley Scott y cuya adaptación quedó en manos del prestigioso script doctor, Richard Price (El color del dinero, El rescate).

La trilogía literaria tiene como protagonista a Leo Demidov, un huérfano de la revolución rusa, convertido en héroe durante la segunda guerra mundial, y actual miembro de la policía militar soviética. Leo fue abandonado de niño y criado por militares. Su función es encontrar traidores dentro de la Unión Soviética, que sean espías para occidente. A diferencia de un colega suyo, Vasili –Joel Kinnaman- Leo tiene un punto de vista más humanitario para atrapar criminales y cree en el sistema de justicia.

Cuando empiezan a aparecer cadáveres de niños desnudos y ahogados al lado de las vías de los trenes, el ejército prefiere no hablar de un asesino en serie e individualiza cada crimen culpando a accidentes o traidores al partido. “En el paraíso (la URSS) no hay asesinatos”, es el lema del partido.
La investigación del caso pone en riesgo el matrimonio del protagonista, al punto de que su mujer, Raisa, es sospechosa de ser espía y finalmente Leo es trasladado al norte del país, donde descubre que los asesinatos de niños también acontecen.

El mayor problema de Crímenes ocultos es que pretende contar demasiado y se ramifica tanto que pierde su hilo conductor. ¿Es una historia de espionaje, un thriller, o una historia política? Intenta ser todo, y a la vez se queda en la superficie de lo que pretende narrar.

Espinosa comienza la narración a buen ritmo, deteniéndose en la descripción del carácter del protagonista –enorme, austera e introspectiva interpretación de Tom Hardy, lo mejor del film- pero pronto la diversificación de la misma historia terminan por haciendo demasiado denso y extenso al relato. Falta un núcleo dramático. Cuando el film empieza a concentrarse un poco más en los asesinatos, Espinosa y Price recurren a dos escenas explícitas y discursivas. Entonces, los crímenes se convierten en un mero McGuffin para exponer las consecuencias de las mentiras de los regímenes totalitarios.

Es cierto, que Crímenes Ocultos, a diferencia de otras adaptaciones toma un contexto político que hace tiempo el cine industrial tenía olvidado. Es mucho más atrapante e interesante conocer la metodología del stalinismo –incluso la caza de brujas y homofobia- para investigar asesinatos que los asesinatos per sé.

Si el film hace un poco de agua en la narración, como contraste, son notables las interpretaciones, más allá de que los personajes secundarios carezcan de profundidad y desarrollo. Además de Hardy, están muy bien Noomi Rapace, Paddy Considine, Joel Kinnaman, y los breves minutos de Jason Clarke, Gary Oldman y Vincent Cassel demuestran precisión en el casting y la dirección de actores.

Espinosa construye buenos climas, y la producción hace un notable esfuerzo por reconstruir escenográficamente la Unión Soviética stalinista. Pero con un relato denso, de tono monocorde y sin demasiada profundidad narrativa, la notable elección estética e interpretativa no alcanzan para sacar adelante un film, en primera instancia interesante, pero mediocre al fin.