Crímenes de familia

Crítica de Marcelo Cafferata - Lúdico y memorioso

La última película de Sebastián Schindel se ha convertido en un título que ha generado todo tipo de comentarios en las redes sociales y que ha sido un indudable éxito de público durante sus primeros días de estreno en Netflix y Cinear.

Con una carrera iniciada en el terreno del documental (“Que sea Rock”, la codirección en “Mundo Alas” y “El rascacielos latino” sobre los misterios y la arquitectura del Palacio Barolo) su primer filme de ficción, “El Patrón – Radiografía de un crimen” no sólo lo posiciona en un lugar diferente dentro de los directores de su generación sino que le ofreció una excelente posibilidad de lucimiento a un Joaquín Furriel en un protagónico arrollador y mostró a Schindel como un realizador que se mueve hábilmente dentro de los universos más complejos y oscuros.

El realizador además cuenta con un perfecto manejo de lo siniestro (que repite a su vez en “El Hijo” con Furriel –nuevamente- y con Martina Gusmán como protagonistas), sin tener miedo a exponer la perversión frente a las diferencias sociales, la discriminación y la violencia, en la adaptación de un hecho real, basado en el libro de Elías Neuman.

Algo de ese aire se respira en el inicio de “CRIMENES DE FAMILIA” en cuanto al entramado judicial que va atando dos historias contadas en forma paralela las que luego paulatinamente irán abandonando el centro de la cuestión para poner el foco de la historia en Alicia (Cecilia Roth) y su momento de quiebre / cambio, cuando deba tomar posición frente al entrecruzamiento de estas dos subtramas.

Lo que se inicia como la fórmula de crímenes escondidos en una familia de clase alta que pareciera ser el caldo de cultivo para la sobreprotección, los engaños y el ocultamiento de ciertos “pecados” cometidos por sus hijos, ocultos dentro del seno familiar (lo que presenta, en la primer mitad de la historia, múltiples puntos de contacto con “Acusada” de Gonzalo Tobal con Lali Espósito y Leonardo Sbaraglia e Inés Estévez como sus padres) vuelca posteriormente a una historia más personal e íntima, que la pone a Roth en el absoluto protagónico para una historia ya más volcada a un planteo de rol maternal, el amor filial y el impacto de ciertas decisiones de fuertes implicancias en el universo femenino.

Schindel construye inteligentemente una mirada de género (con guiños a la lucha a favor del aborto legal y gratuito, y la ruptura de un modelo patriarcal) y denuncia, dentro de la historia, la desprotección y el desamparo que sufren las clases más carenciadas, estigmatizadas dentro del sistema y absolutamente en inferioridad de condiciones frente a los “contactos” de estos sectores más privilegiados para acceder a cierto núcleo que pueda beneficiarlos (e inclusive, valiéndose de un entorno corrupto que les ofrece soluciones “non sanctas”).

Es así como con un cocktail potente entre manos y la pericia que sabemos que Schindel tiene para el manejo de este tipo de relatos, “CRIMENES DE FAMILIA” no resulta en ningún momento contundente y visceral, sino que se asemeja más a un capítulo de cualquier buena serie producida por cualquier plataforma de streaming, resolviendo apresuradamente muchos de los planteos que presenta el guion, abandonando, inclusive, a muchos personajes secundarios que terminan completamente borrados de la trama –Miguel Angel Solá se encuentra casi desperdiciado y tampoco se explota todo el potencial tanto de Sofía Gala Castiglione como actriz como de las implicancias de su personaje-.

Lo que para Netflix podría ser un muy buen estreno dentro de su catálogo, pareciera queda con “sabor a poco” como producto que tenía un destino cinematográfico: muchos de los temas que va abriendo el relato a medida que avanza, se resuelven –con mayor o menor verosimilitud- en función de producir un cierre perfecto sobre el personaje de Alicia quien parece tener que expiar todos sus “pecados” y asistimos a su camino de redención.

La mayoría de los elogios recaen sobre el personaje de Alicia y el trabajo de Cecilia Roth, que particularmente en este caso se siente armado desde una coraza exterior, muy afectado y falto de una conexión interna que nos transmita espontaneidad / verdad. Hay escenas que funcionan muy bien (algo tan simple como compartir un almuerzo y que la “tía” le corte la milanesa) y otras que parecen demasiado “coreografiadas” (particularmente una donde Roth está viajando en colectivo junto a su “sobrino”), más detenidas en la búsqueda de la composición prolija y perfecta, pero que carecen de ese vibrato emocional tan necesario.

La verdadera sorpresa, en cambio, es Yanina Ávila –Gladys, la mucama de la familia-, que se entrega completamente a su personaje y sin ser una profesional dentro del terreno de la actuación (es empleada doméstica en la provincia de Misiones en la vida real) enfrenta este reto y es la pieza fundamental para que “CRIMENES DE FAMILIA” funcione. Su composición es verdaderamente comprometida, sensiblemente profunda y logra escenas de mucha potencia, sobre todo en un diálogo con su abogada defensora a cargo de Paola Barrientos, quien también, en una escena de alegato, tiene una de las mejores escenas y parlamentos del filme.

Si bien el producto es técnicamente elogiable, tiene un buen ritmo y se ha reunido a un muy buen elenco, hay algo de la receta que parece no haber terminado de asentar para convertirla en una gran película. Se deja ver, la historia atrapa –aun cuando la forma en que se presentan las dos historias paralelas hace sumamente previsible su encadenamiento- pero ese coqueteo permanente que tiene Schindel manejando una atmósfera amenazante, de espíritu sorpresivo y con una fuerte tensión psicológica, no se hizo presente en esta ocasión.

POR QUE SI:

«Schindel construye inteligentemente una mirada de género y denuncia, dentro de la historia, la desprotección y el desamparo que sufren las clases más carenciadas»