Criaturas nocturnas

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

RETORNO SALVAJE

Esta ópera prima del alemán Fritz Bohm resulta un plato extraño de digerir, con una premisa que puede resultar familiar, el clima y la fotografía de los relatos góticos y finalmente un tono existencial que encaja dentro de la estructura del film. Sin embargo, no todas sus facetas se encuentran integradas con solvencia dentro de un guión que parece abandonar algunos personajes y extraviarse en la última media hora a pesar de un final satisfactorio. En primera instancia, esto es lo que podemos decir de Criaturas nocturnas, película que por momentos abraza al cine Z aunque la carencia de humor y la búsqueda existencial hacia el final terminan dándole un tono solemne, que se puede leer en el subtexto como la afirmación de la femineidad, entre otros elementos que se desgranan por el bullying, el abuso y la incomprensión a la que es sujeta la protagonista.

Sin lugar a dudas la introducción es magnética a pesar de la previsible sospecha de que se oculta información tras las apariencias: con un clima perturbador vemos cómo un hombre cría a una niña bajo el encierro sin aparente explicación, lo cual remite más a películas como La habitación (2015, Lenny Abrahamson) antes que al relato fantástico que finalmente es. Cómo las piezas se van uniendo y entendemos lo que realmente sucede resulta en el mejor segmento de la película, la intriga se sostiene con maestría y el clima opresivo da el aire enrarecido hasta el trágico final. Es casi un cortometraje en sí mismo. Todo lo que ocurre luego no está a la altura y resulta irregular, aunque narra cómo esa niña, ya adolescente, que aparenta encerrar un secreto terrible, termina afirmando su derecho a existir.

El camino hasta que eso ocurre implica la adopción en un hogar de hermanos que sobrelleva la oficial de policía Ellen (Liv Tyler) con su hermano Ray (Collin Kelly-Sordelet) y su adaptación a una vida normalizada por instituciones como el colegio o el club de deportes. Pero late en su interior la ansiedad por encontrar las auroras boreales que residen en su memoria inexplicablemente y una metamorfosis que es advertida de forma cada vez más pronunciada por sus afectos y ella misma hacia un “wildling”: una especie de bestia que se asemeja a una mezcla de hombre lobo y Neanderthal que no estaría fuera de lugar en un cuento de hadas. Pero claro, aquí la bestia o el “monstruo” no es otra cosa que el ser humano, invirtiendo el tópico de forma casi explicita, como cuando el “wildling” que ve Anna (buen trabajo de Bel Powley) es en verdad la transfiguración de un compañero acosador que pretende violarla. Esta proyección, que también implica el miedo a aceptarse como es, lleva la película a su punto crítico y existencial, hasta el desenlace de confrontaciones con su pasado.

Uno de los problemas que mencionábamos es que no integra narrativamente todos los elementos con la misma solvencia que lo hacen películas como Criaturas de la noche (2008, Tomas Alfredson), con la cual no sólo comparte un título traducido prácticamente igual, sino también algunas temáticas: el despertar sexual, el bullying, la inversión monstruo-hombre y la aceptación de la identidad como un proceso doloroso que lleva a abandonar el mundo conocido a sus protagonistas. Pero el descuido de personajes como el de Tyler, que pierde relevancia hasta resultar accesorio, y un clímax atropellado y torpe para una confrontación final que es más simbólica que otra cosa, la distancian de la joya de Alfredson. Sin embargo los climas, el trabajo visual y una curiosa mitología hacen de Criaturas nocturnas un film interesante con un promisorio director.