Crespo (La continuidad de la memoria)

Crítica de Rosana López - Fancinema

INDAGAR EL PASADO ENTRE POLLOS Y CANCIONEROS

Introspectivo y personal es el documental que el director argentino Eduardo Crespo propone en Crespo (la continuidad de la memoria), una suerte de indagación en los orígenes más cercanos que entornan a su apellido y a la coincidencia de esa denominación que lo ha acompañado toda su vida hacia los sitios donde habita o ha habitado.

La segunda incursión de Crespo (Tan cerca como pueda, 2012), esta vez en formato documental, surge como disparador desde el fallecimiento de su padre y busca reconstruir esa figura desde los hobbies, predilecciones y referencias que ese hombre tuvo en la niñez y en su etapa adulta. Pero también hace clara referencia a las locaciones por donde el director deambula, como el pueblo entrerriano de economía avícola Crespo -de donde es oriundo- en el que se profundiza sobre un establecimiento de cría de pollos, hasta una casa típica y colonial propiedad de los fundadores de esa ciudad que, insólitamente, sólo comparten apellido con el autor del largometraje.

Crespo (la continuidad de la memoria) se completa con grabaciones en Súper 8; VHS hogareño; algunas publicidades de diarios viejos; una colección de estampillas y cancioneros scout, todos ellos pequeños tesoros de una gran carga emocional que buscan trascender la pantalla. Todas las imágenes constituyen piezas de importante poesía y belleza que generan nostalgia y referencias propias. Sin embargo, este tipo de documentales, a veces caprichosos y autorreferenciales, no son para todo el público.

Eduardo Crespo demanda cierta sensibilidad al espectador y si no encuentra ello, tampoco le preocupa. Sólo ofrece compartir esta inquietud de una búsqueda tan personal que es la búsqueda más original y humana por la identidad para comprender cómo seguir viviendo con lo que se encuentre y sobrevivir con eso. Y sabe qué hacer con esos registros, envasarlo en este producto y ofrecerlo como un correcto álbum personal. Algo tan propio del ser humano que muchos directores argentinos aprovechan a encauzar en sus películas en un subgénero que se corta solito: el documental introspectivo.

Y es una apuesta muy arriesgada si se tiene en cuenta que sólo algunos autores cinematográficos renombrados e internacionales gozan de este privilegio de mostrar sus vidas sin que les tiemble el pulso ante la crítica, que acepta gustosa la formación de proyectos de esta envergadura. Tenemos ejemplos tales como Ettore Scola (Qué extraño llamarse Federico) o Martín Scorsese (Una carta a Elía), recibidos con aceptación en estos productos explorativos de curiosidad personal. Dentro de esta vertiente, Crespo (la continuidad de la memoria) es una pieza íntima que se suma y abre un universo narrativo fílmico medianamente nuevo, que viene pisando fuerte en nuestro cine argentino indie.