Creed III

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

TERCIA PARTE

Casi como en el propio devenir de su protagonista, Creed III lleva la carga del espejo que supone debe ser el recorrido de la saga, a imagen y semejanza (podríamos agregar carga) del universo Rocky Balboa. En la primera película se contaba el grado cero de Adonis, un hijo extramatrimonial del gran boxeador Apollo Creed y el fin de su recorrido por las peleas clandestinas para encaminarse en la chance de demostrar el nivel de grandeza en sangre, por legado familiar. Mientras que la segunda parte lo encontraba ya en una cúspide con un objetivo de mantenerse en lo más alto; el condimento era la presentación de su rival de turno: el hijo de Ivan Drago. En este racconto se puede advertir el entretejido entre las dos sagas, sin Rocky no hay Creed. Por tal motivo resulta difícil de digerir la ausencia casi total de Rocky Balboa; desde una simple mención de su nombre hasta alguna explicación, al menos por diálogo, de lo sucedido con el “semental italiano”, factótum de todo su propio universo y también del spin-off.

Sin Ryan Coogler en la dirección, Michael B. Jordan se pone detrás de cámara, como lo había hecho Sylvester Stallone en Rocky III, aunque ya había probado ese rol en la primera secuela. Hay un prólogo esperanzador, en el cual se reconstruye una historia de Adonis, su pasado como adolescente y primer acercamiento al boxeo. Lo mejor de este inicio es la presentación de un lado oscuro o, por lo menos, gris de este héroe hecho desde abajo. Luego del título de la película regresamos a la actualidad que recorta el final de la carrera boxística del protagonista, para inmediatamente pasar a su vida como manager y promotor de peleas desde su gimnasio en Los Ángeles. Allí aparece Damian “Dame” Anderson (Jonathan Majors), el “Creed que no la pegó” y antiguo amigo de la adolescencia que estuvo 18 años preso. Luego de un momento embarazoso en el reencuentro, Damian le pide a Adonis que le organice una pelea por el título del mundo, a pesar de no contar con experiencia en el boxeo profesional. Lo que sigue a continuación está escrito.

Más allá de la trama principal y de una pelea previsible, se cuecen habas en subtramas relacionadas a Bianca (la mujer de Adonis), su hija y la abuela Creed. Sí, vale la reiteración, no hay nada sobre Rocky. Dentro de estas historias secundarias surge la idea sobre la imposibilidad de concretar los deseos, el paso del tiempo y las chances que deben aprovecharse. Que el guion toque todos los puntos esperables es casi parte de un subgénero (el de la superación y la redención). Ahora, que una película perteneciente al mundo Rocky avance sin emoción, es imperdonable. Aquí las peleas se recubren con un virtuosismo más propio de una serie; por ejemplo, en un round donde Adonis y Damian están peleando sin público y con unas rejas que hacen de cuadrilátero. Ni hablar de los clips infaltables con un montaje paralelo de los entrenamientos de los púgiles, o de la escala del héroe al final de la secuencia. Aquí ya no es la escalinata clásica de Filadelfia, por supuesto.

La oscuridad del principio nunca se explora y resulta más bien una implosión para el personaje. Justo en esa arista Jordan evade la parte más grasa, sentimental y telenovelesca de Rocky, quien verdaderamente superó una montaña rusa de situaciones: de ser un matón para unos mafiosos locales a convertirse en un héroe de la clase trabajadora, para nuevamente regresar a la pobreza más dolorosa, como se veía en Rocky V. Incluso esa picazón de regresar al ring ya se había explorado en Rocky Balboa (la mejor de la saga después de la primera parte), con un personaje abatido por la viudez y motorizado a duras penas gracias a la reconstrucción oral de su vida para comensales ocasionales de su restorán. Urgido, principalmente, por la necesidad de retomar un vínculo fracturado con su hijo. Adonis, en cambio, no atraviesa más que el dolor de un honor puesto en discusión; incluso en la única muerte tiene su redención de manera instantánea, porque en la tercera parte Rocky se quedaba huérfano en un mundo que desconocía, y por ende, necesitaba reiniciar su boxeo con la ayuda de Apollo. Creed III parece más una obligación, una necesidad de cumplir el “no hay dos sin tres”. Quizás el hecho de llamar a uno de los guionistas de Space Jam 2: Una nueva era no resultó una buena idea.