Cowboys y Aliens

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

De tiros, tipos no tan duros y rayos protónicos

Un hombre que no recuerda su identidad (Daniel Craig) llega a una desolada aldea minera dominada por el inconmovible coronel Dolarhyde (Harrison Ford). En su muñeca porta un extraño artefacto que parece activarse según su estado de ánimo. Una gresca con el hijo del coronel y con los agentes de la ley, que lo identifican como el conocido bandolero Jake Lonergan, lo lleva a la cárcel. Pero su traslado al tribunal superior del estado queda trunco cuando una siniestra cuadrilla de naves voladoras arrasa con el pueblo durante la noche y se lleva a la mitad de sus habitantes. Desorientados, los sobrevivientes se lanzan a la caza de un enemigo al que no comprenden, movidos por la necesidad de reencontrarse con sus seres queridos. Entre ellos, una misteriosa mujer (Olivia Wilde) que está empeñada en hacer que Jake recupere la memoria, convencida de que en sus recuerdos (y en el artefacto aferrado a su muñeca) reside la clave para destruír a sus enemigos.
Con una propuesta curiosa, tentadora por lo bizarro de los temas que cruza, el director de "Zatura" e "IronMan" se atreve a abordar una versión ciencia-ficción del western más clásico, sólo que con un par de giros fuera de lo común. El héroe, sus contrapartes, la chica, el conflicto, la necesidad de unión, el camino del héroe (para el niño que interpreta Noah Ringer, y para el personaje de Sam Rockwell, en un pálido segundo plano respecto del protagonismo del trío Ford-Craig-Wilde) son algunos de los tópicos visibles desde el comienzo, y bien desarrollados por cierto, al menos en la primera parte de la cinta.
Lamentablemente, hay que señalar que hacia la mitad de la historia, la película decae y zozobra en los arrecifes del cliché. Para sostener semejante (in)verosímil, es necesario que los estereotipos se consoliden de forma paródica, o bien tengan una vuelta de tuerca original. En el pendular entre lo políticamente correcto, lo marketinero y vendedor y aquello que se planteaba en los 40 minutos iniciales, se pierde gran parte del mérito de una propuesta que es risible desde el título, pero que arranca con potencia, prometiendo un clímax con el que no cumple. Se queda en la anécdota: una película que termina antes de arrancar del todo.
El talentoso y aún promisorio Jon Favreau apenas consigue redondear una propuesta entretenida aunque simplona, y con algunas líneas de diálogo y situaciones que dan vergüenza (casi todas a cargo de la fascinante Olivia Wilde, una chica que no se halla en el terreno de la ciencia ficción; basta recordar "Tron: El legado"). Quizá la responsabilidad haya que buscarla en un guión adaptado por ¡ocho! escritores, bastante mal avenidos por lo que se ve. No menos imperdonables son algunos errores de continuidad (mínimos) y de escala o proporciones (groserísimos), que a esta altura no deberían tener lugar siquiera, en una producción de estas características.