Cosmopolis

Crítica de Laura Otero - Alta Peli

La última película de nuestro canadiense favorito llega a los cines de nuestro país; esta vez eligió como actor protagonista al popular vampiro Robert Pattinson, para encarnar el papel de un joven millonario que cruza la ciudad para cortarse el pelo.

Mi viejo amigo

Para muchos cinéfilos ver una película de David Cronenberg significa sumergirse en lo mejor del cine, uno de los directores contemporáneos más ricos e innovadores de las últimas décadas. Hace muchos años, se hablaba de Cronenberg como el Baron de la sangre, el rey del gore, lamentablemente todo parece indicar que los años dulces de este señor se han acabado. Atrás quedan sus primeras obras eternas y reveladoras, como Scanners o Videodrome, que nos proveían una mirada de un futuro que aún hoy nos parece tan tangible. La visión que Cronenberg nos acercaba era toda una opinión personal sobre la sociedad de esa época, y aún sigue estando vigente. Sus películas eran también una queja, una incomodidad en esta sociedad.

Después vino el siglo XXI y nos encontramos con otras maravillas de él, que inclusive siendo historias de un director experimentado seguían teniendo su marca de autor, como lo vemos en Una historia violenta o en Promesas del Este. Películas que lo alejaban de sus raíces en el cine de horror y lo acercaban más al drama y al suspenso pero siempre continuando esa línea de violencia visceral que lo caracteriza.

El descenso

Cosmopolis es una película distinta en la filmografía del director, es una transposición del libro homónimo que el americano Don DeLillo publicó en el 2003. Cuenta la historia del joven Eric Packer, un multimillonario de sólo 28 años que decide atravesar la ciudad para cortarse el pelo en el peor día posible, debido a que un grupo de anarquistas se manifiestan contra el capitalismo y el presidente decidió presentarse en la ciudad. Sin embargo, nada de esto le importa a Packer porque tiene la facilidad para poder conseguirlo todo.

Por lo que el protagonista se sube a su coche, que lo traslada por toda la ciudad en un recorrido sumamente lento y tedioso que dura desde la mañana hasta la noche. Es en este recorrido adentro de su limusina que conocemos mejor a Packer, su trabajo, su personalidad, sus miedos y su situación. Nos embarcamos con él en su viaje y vemos cómo los protagonistas cotidianos suben y bajan del auto, desde pequeños expertos de la bolsa hasta una puta cuarentona. Todos nos muestran los problemas que acechan el inconsciente de este joven.

Lo monótono del caos

El espectador se sumerge en la vida de Packer tal como él lo hace en su auto. Es su oficina, es su medio de trasporte, es el lugar donde el médico le hace su chequeo diario y el lugar donde tiene sexo, todo pasa en ese auto. O nada pasa, porque al fin y al cabo parece ser lo mismo. Y es ese el problema de Packer –tenerlo todo- que no pasa nada nuevo, su vida es un constante transitar en el mercado de Wall Street, no experimenta nada que le revolucione la cabeza hace tiempo. Y parece que esa situación es la que nos quiere trasmitir Cronenberg a nosotros.

Una película que se hace asfixiante, sofocante, monótona y tediosa de principio a fin. En algún punto es lo que busca el director, pero claramente no es lo que esperamos de él. Un film que cae en el absurdo sin contar con una mayor satisfacción que la buena actuación de Pattinson en el papel principal. Nos genera incomodad, nos retuerce de las butacas, y esto, en muchas películas, puede ser algo bueno. Pero acá no, porque no te lleva a ninguna reflexión, a ningún conocimiento nuevo.

Sin embargo algo hay que reconocerle a Cronenberg, más allá de la dirección de actores y de la sabia elección del protagonista, y eso es el guión. Si bien no tuve la ¿suerte? de leer el libro, puedo adivinar que cada frase textual está puesta en el momento justo y son esas pequeñas situaciones que hacen al espectador reír, ubicar y conocer esa realidad que aprieta. Un guión de un contenido filosófico y existencial mucho más cronenbergniano que todo lo que flota en la pantalla.

Conclusión

Sentarse a ver una película de Croneberg siempre se ligó a lo más carnal del cine, a su deseo más profundo y naturales, a sangre, a enfermedades virales, a sociedades de un futuro que nos come de afuera hacia adentro, a la nueva carne, esa bandera que el canadiense izaba en cada film. Ahora no es eso, y espero que sea sólo esta película, pero veo la marca de autor desdibujarse como un mal sueño en mi vida cinéfila. Recomendaría ver Cosmopolis luego de embarcarse en la filmografía del director, solo para vivir esa sensación de subir a la cima y caer al vacío, porque cuanto más grande es la expectativa, más grande es la decepción.