Cosmopolis

Crítica de Juan Campos - Loco x el Cine

Mi reino por un corte de pelo.

Las calles de Manhattan son un cáos. Por un lado, el presidente está en la ciudad y, al parecer, hay algo que hace que su vida corra riesgo, por lo cual se mueve con una comitiva inmensa que bloquea absolutamente todos los accesos posibles para llegar al primer mandatario. Por el otro, una protesta de anarquistas domina los pocos lugares de tránsito que quedan disponibles y, como si fuera poco, un funeral multitudinario hace que todo el amontonamiento urbano se haga todavía más grave. En este contexto, el joven y excéntrico millonario Eric Packer (Robert Pattinson) está encaprichado con cortarse el pelo en una peluquería específica... al otro lado de Manhattan.

En un viaje que le tomará prácticamente un día entero, un puñado de personajes diferentes pasarán por su lujosa limousine-oficina, cargada con la más alta tecnología para seguir sus negocios y hasta su estado de salud. Eric es paranoico, al nivel de realizarse un tacto prostático dentro de su automovil. Pero su paranoia a veces se toma descansos, y se convierte en un sagaz hombre de negocios. Un hombre que (¿intencionalmente?) realiza un mal movimiento de acciones, y en segundos queda prácticamente en la calle. Eso, de alguna forma imperceptible dentro de su frialdad, lo transforma en otra persona.

Algo así es Cosmópolis (Cosmopolis, 2012), la nueva película del gran David Cronenberg, que vuelve a patear el tablero con una obra completamente anticlimática, anticinemática, plagada de escenas que -en una primera vista- parecen de relleno, de puro onanismo artístico, pero que con el correr de la cinta se van transformando en pequeñas piezas de una torre que está a punto de derrumbarse.

Cosmópolis es caos, y a su vez es una calma tensa, que nos da a suponer que algo terrible se avecina. Todo disfrazado bajo el manto de frialdad e inexpresión de Eric, magistralmente interpretado por Robert Pattinson, que logra con este personaje alejarse del romántico y emocional Edward Cullen. Eric es como un cubo de hielo en La Antártida, gélido y -si no fuera por su magnifica riqueza- capaz de pasar desapercibido en cualquier lugar. Pero no es el caso. Eric es un tipo poderoso en un contexto en el cual los poderosos son mala palabra, y por eso su vida (por múltiples razones, incluída su mismo desequilibrio) está en riesgo.

Este es el caso de una película que no es para todos. No solo la audiencia, sino la misma crítica se dividió entre gente que la calificó como una obra de arte y gente que no tuvo reparos en detestarla. Aquí me tengo que parar en el medio, ya que comprendo el por qué de las críticas negativas, pero no puedo hacer otra cosa que halagar este trabajo de Cronenberg, que muta permanentemente en la pantalla, y esta vez se la jugó con una película que a simple vista parece diminuta (prácticamente las dos horas se pasan dentro del auto de Eric), pero que esconde todo un trasfondo que la convierten en una obra complejísima y de múltiples análisis. Cada quién se irá con su opinión, no solo sobre la calidad de Cosmópolis, sino sobre su mensaje real. Y de eso, si vamos al caso, se trata el arte.

@JuanCampos85