Corralón

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Registrada en blanco y negro, la nueva película de Eduardo Pinto expone un mundo cotidiano que con el correr de los minutos se transforma en una olla a presión y en el que la violencia dice presente.

Corralón, exhibida en la edición 19 del BAFICI, muestra a Juan -Luciano Cáceres- e Ismael -Pablo Pinto-, dos empleados de reparto de cemento en un corralón ubicado en el Municipio de Moreno. Ellos realizan su trabajo a bordo de un camión, limando asperezas y ayudados por el alcohol hasta que se topan con un matrimonio acaudalado -Brenda Gandini y Joaquín Berthold-, con quien mantienen una discusión y una pelea. A partir de ese momento, el film enciende la mecha de un plan siniestro, violento e inhumano que Juan está decidido a llevar adelante.

El realizador de Caño Dorado retoma la violencia de aquel film pero coloca su mira en las diferencias entre las clases sociales, en la falta de oportunidades, y en la amistad entre los protagonistas como disparadores de un relato brutal, intenso y con el clima necesario como para mantener al espectador apresado durante toda la historia.

Juan e Ismael inician un camino hacia el infierno en el que se cruzan con pocos personajes, entre ellos, el capataz encarnado por Carlos Portaluppi, y en una trama en la que el espíritu animal aparece sintetizado en la figura de los perros.

Lograda en su atmósfera de peligro inminente y claustrofobia suburbana, la película está potenciada por las pocas palabras en boca de los personajes, por los gritos ahogados y por la contundente banda sonora de Axel Krieger que imprime el marco ideal a la propuesta.

El film hereda por momentos el clima de cineastas como Campusano y Perrone y encuadra con precisión esa realidad marginal y las miserias de los personajes de manera efectiva.