Cornelia frente al espejo

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Al otro lado de la realidad

Las adaptaciones de la literatura al cine suelen dar, por mayoría abrumadora, decepciones. No es el caso de Cornelia frente al espejo , cuento mayormente dialógico de Silvina Ocampo que Daniel Rosenfeld transformó en un filme exquisito que más que respetar al texto -¿qué significaría respetarlo? ¿ser literal, ilustrarlo?- lo hace propio y lo potencia con elementos fílmicos.

El cuento -elegante mestizaje de prosa y poesía- es singular, como casi toda la literatura de Ocampo: inasible, digresivo, alejado del concepto de trama e incluso de descripción. Su núcleo: una mujer joven (Eugenia Cappizano) que a mediados del siglo XX entra en su casa paterna, opresivamente aristocrática, con la intención de suicidarse, aunque su actitud parezca más lúdica que angustiada.

Allí, en medio de un juego especular deudor de Lewis Carroll, mantiene una serie de conversaciones con personajes fantasmáticos: una mujer (ella misma en su improbable futuro; interpretación de Eugenia Alonso); un ladrón (Rafael Spregelburd), un amante (Leonardo Sbaraglia): acaso reflejos, proyecciones de Cornelia. Todos llevan algún elemento que los enmascara; a todos, ella les pide, en vano, que la maten.

La apuesta es arriesgada y, hay que decirlo, sin que implique una valoración, esquiva para un público masivo. Cappizano (que demuestra sentir pasión por este papel) y Rosenfeld construyeron juntos el guión, que reproduce casi exactos los diálogos creados por Ocampo, siempre en base a una realidad transfigurada, onírica.

El lirismo y un humor sutil, que incluye la melancolía y la crueldad, alternan con pasajes que resultan un tanto más solemnes, retóricos, en los que la estilización contrarresta la empatía. El trabajo impecable con los espacios y los objetos de la casona le da un marco visual y sensorial al cuento. Igual que la música de Jorge Arriagada, la fotografía de Matías Mesa, o los collages de Max Ernst, que acrecientan la atmósfera fantástica.

En definitiva, más allá de algún automatismo, Rosenfeld (director de Saluzzi, composición para bandoneón y tres hermanos y La quimera de los héroes ) ha creado un filme original, fuera de norma, audaz, en tiempos dominados por la pereza, la seguridad, la repetición y la fórmula.