Contrasangre

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Un investigador que bordea la ilegalidad cargado de frustración y whisky, una dama por la que matar y un fantasma de su pasado que reaparece para acecharla. Una lista clásica de elementos del policial negro que Nacho Garassino (El túnel de los huesos) parece ir tildando mientras construye Contrasangre.

Un sereno noir

Conocemos primero a Daniel (Juan Palomino), un ex policía ya maduro con tendencias violentas que se gana la vida como guardia de seguridad. Lo sigue Julio (Esteban Meloni), otro ex policía preparándose para salir de la cárcel y un tanto obsesionado con reencontrarse con Analía (Emilia Attias), una joven asediada por pesadillas de su pasado que la mantienen despierta por las noches. Sus historias nos llegan primero por separado, presentando a cada personaje bastante rápido pero dejando en sombras el pasado en común de Analía y Julio. Después de un cruce con un vendedor de armas y un productor que televisión que sólo aportan la excusa del encuentro entre Daniel y Analía, él inventa una forma de volver a verla. Cuando esa noche llega a su departamento la encuentra en medio de una crisis de nervios por haber recibido una carta amenazante de Julio, despertando en él la determinación de protegerla. Inmediatamente pierde tanto su trabajo como a su esposa, ambos intrascendentes hasta ese momento pero un estorbo para que Analía se convierta en el centro de su vida de la noche a la mañana, justificando que se dedique a lidiar con Julio a tiempo completo.

Armado de termo, bizcochitos y whisky
El eje principal de Contrasangre es simple y funciona; no se anticipa el desenlace desde el principio pero tampoco sorprende mucho en su desarrollo y se mantiene entretenida a pesar de tener algunas fallas de guión mencionables. Los tres personajes más importantes tienen su fragmento de historia pero se oculta tanto de ellos buscando generar misterio que se los vuelve un tanto bidimensionales al punto de no justificar del todo sus acciones. Hay reacciones que resultan demasiado convenientes y que pueden desmoronarse en cuanto se los analiza un poco, mientras que varias escenas podrían eliminarse sin que cambie en nada lo principal de la película. La historia se desdibuja cuando incluye varias líneas argumentales que finalmente se esfuman sin tener más función que insinuar distintos conflictos para ocultar el principal, mismo tiempo que no se utiliza para desarrollar cómo Daniel logra que Analía confíe en él al instante de conocerlo ni cómo su relación se fortalece. El tema se resuelve en apenas un par de escenas, algo que al no profundizar en sus motivaciones más allá del miedo se ve un poco inverosímil para alguien con su pasado de abuso. No es algo que no se insinúa, al contrario. La profundidad parece estar ahí, encadenada justo donde la cámara está a punto de mirar pero nunca lo hace.

Desde la interpretación, el trabajo de Juan Palomino está en el nivel decente que suele tener, pero Emilia Attias no tiene oportunidad de lucirse sino más bien sólo de exhibirse. Se insinúa una personalidad más profunda y hasta un tanto oscura que lamentablemente no se explora. El guión sólo le pide a su personaje verse bien en cámara para “justificar” la lujuria de los personajes masculinos que se obsesionan con ella como suele pasar en el género noir. Esteban Meloni aparece poco, construyendo un personaje al que claramente algún patito se le escapa de la fila y que finalmente es quien revela gran parte de la trama que se guarda en secreto. Sus motivaciones terminan resultando las mejor explicadas pero todo de forma acartonada que seguramente podría haberse pulido un poco más. Si bien muchos son intrascendentes para la trama, los personajes secundarios están bien construidos y hacen un buen trabajo definiendo el entorno; especialmente el dueño del bar interpretado Daniel Valenzuela que es el interlocutor que el protagonista necesita para poder comunicarse con el publico.

Como en el resto de los aspectos, visualmente no es llamativa pero tampoco tiene grandes errores. La propuesta estética es bastante convencional tanto desde la fotografía como desde el diseño de arte y en ambos casos parecer conoce sus propias limitaciones para no intentar nada que pueda escapársele de las manos.

No es una estrategia tan errada cuando el presupuesto limita el alcance de la realización, pero tampoco es algo imposible de lograr, como prueba La Corporación (Fabián Forte, asistente de dirección en esta misma película)

Conclusión
Contrasangre no está entre los estrenos nacionales mas esperados ni siquiera de lo que resta del año pero es un policial argentino correcto. Su limitado presupuesto se nota y aunque es perdonable en el diseño de arte o fotografía, no justifica el guión un tanto tosco ni la sensación de que podría haber resultado bastante mejor si se la limpia de distracciones innecesarias que ocupan tiempo en lugar de invertirlo en profundizar el eje principal.