Contra lo imposible

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

La película del realizador de “Logan” es un sólido y clásico relato centrado en los intentos de la compañía Ford para imponerse en la mítica carrera de las 24 horas de Le Mans. Matt Damon y Christian Bale protagonizan esta historia de dos amigos apasionados por los fierros enfrentados a la burocracia.

Por primera vez —y muy probablemente por última— voy a proponer que un título local de un film, si bien no es ninguna maravilla ni un dechado de originalidad, es mejor y tiene más sentido que el real. Es que FORD VS. FERRARI, tal como se llama la película de Mangold originalmente, es un título un tanto engañoso. Sí, hay una rivalidad entre ambas escuderías y una competencia (las míticas 24 horas de Le Mans) que, en los años ‘60, la gran factoría norteamericana trató de sacar de las manos de la empresa italiana que lo ganaba siempre. Pero el principal conflicto del film es interno en la propia Ford Motors, una compañía inmensa y burocrática que hizo todo lo posible para boicotear las intenciones y los deseos de un eximio constructor de autos y de un audaz piloto por lograr ese cometido a su manera.

Si bien este proyecto precede la compra de Fox (distribuidora de la película) por parte de Disney, de alguna manera la trama bien podría ser una metáfora acerca de lo que pasa cuando una gran empresa, cada vez más corporativa, tiene que lidiar con ideas y personajes que no se amoldan del todo a sus tradiciones. Tampoco vamos a decir que 20th. Century Fox era una pequeña compañía independiente ni mucho menos, pero al lado del megapolio en que se ha convertido Disney, hoy quedó casi como eso. Y CONTRA LO IMPOSIBLE —también por el tipo de película que es, totalmente alejada de las franquicias que hoy dominan el mercado— puede verse casi como una defensa de los creadores, los inventores, los audaces (sean pilotos, constructores de autos o cineastas) que están dispuestos a desafiar el sistema.

Ford Ferrari
El “versus” también es engañoso porque, más que sobre una rivalidad, la de Mangold es una película sobre una amistad, la que mantendrán —con sus peleas y tensiones, pero con la vista puesta en un horizonte similar— Carroll Shelby, un intenso, famoso y nervioso ex piloto convertido en fabricante de autos deportivos y el audaz e irrespetuoso piloto y mecánico inglés Ken Miles. A ambos los define una palabra: apasionados. Por los coches deportivos, por las carreras, por su trabajo. Matt Damon y Christian Bale, que alguna vez fueron los heroicos Bourne y Batman de la ficción, hoy conservan de esos roles la intensidad, cierta oscuridad y el deseo de triunfar a su manera, sin seguir necesariamente las reglas. En todo lo demás son muy distintos.

Las reglas en este caso las pone Ford. Si bien el disparador de la película es el deseo de la compañía de modernizarse, en los ‘60 y frente a una pérdida enorme en el mercado local, participando (y, fundamentalmente, ganando) estas glamorosas carreras europeas, los modos son muy distintos. El hijo de Henry Ford contratará a Shelby para fabricar autos que puedan lograr lo que parece imposible—ganarle a las elegantes y veloces Ferraris, empresa que quisieron y no pudieron comprar— pero su equipo corporativo tiene ideas diferentes. Y es ahí donde estos dos tipos audaces tienen que superar todos los obstáculos que le ponen y tratar de ganar a su manera, más que nada porque saben que es la única posible.

Ford Ferrari Bale
CONTRA LO IMPOSIBLE es un relato clásico, sólido, de la mejor escuela hollywoodense, esa que parece ir desapareciendo en medio de tanta franquicia. Como Shelby, la película es audaz en su ritmo pero a la vez se mueve de manera segura en cada uno de sus pasos. No se trata de ser disruptivo solamente sino de saber que las películas, como los buenos autos de carrera, funcionan mejor si se les saca el peso de sobra y si tienen un equipo creativo dedicado tras ella que lo hace más por amor que por dinero. El mercado no pide productos como CONTRA LO IMPOSIBLE pero los necesita hoy más que nunca. Son la prueba de que el mejor cine se sigue haciendo con materiales nobles y humanos. Y con valores similares.

No hay mucho que decir acerca del elenco: Damon y Bale son dos actores descomunales y, en el caso del segundo, se agradece que el guion y Mangold hayan sabido contener los posibles excesos en los que el intérprete a veces cae, especialmente cuando hace personajes excéntricos como Miles. El tipo podía ser un tanto maniaco y bastante brutal en su trato profesional (un clásico “pocas pulgas”), pero Bale lo convierte en una criatura generosa y querible. Damon, como ya es su costumbre, funciona un poco más como el intermediario, casi el representante del espectador en esta batalla entre el corredor y la compañía que lo necesita pero desprecia.

Ford Ferrari Damon
La película puede tener algunos problemitas de guión (algunas situaciones son confusas, especialmente para el espectador que no es fanático de las carreras de autos de resistencia; la caracterización del villano de la película —un importante ejecutivo de Ford interpretado por Josh Lucas— es un tanto caricaturesca) pero son detalles, a la larga, menores. Sus dos horas y media pasan, literalmente, a 300 kilómetros por hora, como las rectas más célebres de Le Mans, y Mangold narra esta no muy conocida historia a la David vs. Goliath (pero con los corredores como David y Ford como Goliath; Ferrari es un testigo de lujo) con el mismo clasicismo que hizo de su LOGAN una de las pocas películas de superhéroes que pudo escaparle a la fórmula. Acaso esa experiencia (que, imagino, debe haber sido también toda una batalla contra el estudio, en ese caso, la propia Fox) se haya colado en la respiración de esta extraordinaria película que, muy en el fondo, no es otra cosa que un western en una pista de carreras. Los mismos valores, los mismos objetivos y las mismas metas. Lo que importa puede ser triunfar, sí, pero no de cualquier manera.