Conocerás al hombre de tus sueños

Crítica de Martín Stefanelli - ¡Esto es un bingo!

Otra vez sopa

Otra de las entregas anuales que Woody Allen le brinda al cine. Su máquina de hacer chorizos no tiene descanso. En los últimos tiempos mudó la fábrica en busca de inversores interesados pero no tuvo suerte: con la carne de España, de Inglaterra, y podemos apostar que también con la de Francia (la próxima Midnight in Paris), los chorizos de Woody, hijos de una revolución industrial, personal e innecesaria, saben a lo mismo, es decir, a nada.

Conocerás al hombre de tus sueños está llena de contactos temáticos con muchas de las grandes películas de su filmografía. Se repiten los tópicos y los personajes, pero al modo de un chiste que vuelve a contarse y va perdiendo gracia cada vez que se ejecuta, hasta convertirse en un eco de lo que fue. El problema no está en el paso del tiempo –hoy seguimos riendo y disfrutando con cada uno de sus clásicos–, sino en el tono confuso de este mix de nuevo drama pesimista y su particular comedia de siempre, en la displicencia con la que resuelve cada conflicto, cada plano, en hacerle sentir al espectador que esto del cine le sigue importando. De esta manera, lo que elabora con su obra no es una reescritura constante de una historia sino un pastiche de sí mismo. Así, tal cual lo dicta el diccionario: imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente.

Al principio del nuevo chorizo la voz que introduce a los personajes hace referencia a unos versos de Macbeth que pretenden regir el concepto de la película. Esa voz dice que dice Shakespeare que la vida está llena de ruido y de furia y que al final no significa nada. Pero pasan los minutos y de esa tesis inicial sólo queda el último tramo: entre tanto tire y afloje del romance, el éxito laboral y la creación artística, al final, todo significa nada. Del ruido y la furia, esos personajes bastante insulsos y apáticos no traen noticias. Las relaciones que van rompiendo y las relaciones que van armando con otros personajes (algunos caricaturescos como la nueva esposa del viejo Alfie) se presentan como avances en la trama que no tienen demasiadas consecuencias, al menos emotivas. Roy puede mudarse con la vecina, Sally puede ser rechazada por su jefe, Alfie puede casarse con una prostituta que lo engaña como quien repite otro plato de sopa.

Sin embargo, después de tanto desinterés, hay otra tesis aún más trillada que se engarza con la primera y sobrevuela Conocerás al hombre de tus sueños desde el título. Se basa en esa frase que repiten los adivinos cuando se los consulta por el amor. “You will meet a tall dark stranger” le dice su tarotista a Helena, separada luego de cuarenta años de matrimonio. Allen reserva para esta mujer de fe un espacio a salvo de su misantropía y la premia, como conclusión, con el hallazgo de ese amor tan deseado. Aunque la forma un tanto grotesca con la que retrata a esos nuevos amantes, sentados en un banco de plaza, hablando de sus vidas pasadas, no hace otra cosa que dejar colar ese desprecio que viene destilando por sus criaturas.

Claro que si estuviera hablando de un director que recién comienza, de uno que comenzó hace rato pero no se llama Woody Allen, la valoración de la película sería más alta. Se podría, en ese caso, obviar los problemas que tiene y hasta su falta de gracia; lo que no se puede obviar es el destello que emite el resto de su filmografía, que de tan brillante opaca la cualquier chispa que resulte de sus últimos trabajos.

Quiero saber cómo sigue, de dónde viene, esa sentencia de Shakespeare que también da título a la novela de Faulkner: “La vida no es más que una sombra caminante, un pobre actor que se pavonea y se inquieta una hora sobre el escenario y después no se oye nada: es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia que no significa nada.” Woody la corta, la tergiversa; todavía sabe lo que está haciendo, por eso nos oculta quién es el que narra el cuento. Viejo pillín.