Conocerás al hombre de tus sueños

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Otra fábula urbana del talento neoyorquino

El veterano y prolífico Woody Allen vuelve a poner en escena sus temas favoritos: el amor, la amistad, la vejez, el miedo a la muerte, la infidelidad, la neurosis urbana, la angustia existencial y los “remedios” que el mercado ofrece a cada paso...

En “Conocerás al hombre de tus sueños”, se entrecruzan varias historias personales que a veces confluyen y otras, colisionan, según sean los intereses que cada uno ponga en juego al momento de relacionarse con el otro.

Sally (Naomi Watts) es el sostén de su matrimonio con Roy (Josh Brolin), trabaja para Greg (Antonio Banderas), un marchand exitoso, mientras espera que su marido, que ha renunciado a ejercer la medicina pese a tener el título, tenga éxito como escritor de novelas, algo que no se presenta fácil. Sally tiene que hacer frente también al divorcio de sus padres, Helena (Gemma Jones) y Alfie (Anthony Hopkins), y sus consecuencias.

La historia transcurre en Londres y los personajes están construidos en base a las características típicas de la clase media de las grandes ciudades, con un buen pasar pero muchos conflictos afectivos y emocionales, que tienen que ver con las aspiraciones personales, los proyectos de vida, casi siempre frustrados por la realidad.

Roy es un hombre de 38 años, escritor fracasado, mantenido por su esposa. Sally tiene que salir a trabajar, a malvender sus aptitudes y capacidades, cuando preferiría estar en su casa y solamente ocuparse de tener una familia. Helena ve desbarrancarse su matrimonio después de cuarenta años y encuentra consuelo en los consejos de una supuesta vidente, mientras que Alfie ha decidido que todavía tiene cuerda para rato y sale a la busca de amantes jóvenes para caer pronto en las garras de una prostituta treinta años menor, Charmaine (Lucy Punch), con quien vivirá una pasión tan arrolladora como breve que lo devolverá otra vez a la verdad que tanto quiere evitar: el ocaso de la vida y el temor a la soledad.

Roy fantasea con una vecina a quien espía por la ventana, Dia (Freida Pinto), y a quien finalmente seduce, mientras Sally se hace los ratones con Greg, su jefe, un hombre casado pero insatisfecho que, para desilusión de Sally, caerá en los brazos de una amiga artista que ella misma le presentó.

Una trama de encuentros y desencuentros, típica del mundo de Allen, en la que se ponen en crisis valores y creencias, mientras se buscan sustitutos que ocupen el lugar de aquellas cosas en las que se creían y que por algún motivo han desertado: amor, realización personal, éxito profesional, familia, valores morales, etc.

Una vez más Allen hace alarde de su oficio y maestría para ofrecer un producto técnicamente irreprochable, con buenos actores que se lucen más cuando se ponen bajos sus órdenes, brindando un entretenimiento con esos ingredientes usados con inteligencia como son el conocimiento del alma humana con sus contradicciones, sus miserias y sus chispas de lucidez y grandeza, todo visto desde la perspectiva escéptica y cínica típica del director neoyorquino, que una vez más pone el acento en el egoísmo como el combustible que alimenta todos los conflictos.