Conexión Marsella

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Francia sigue en contacto

Narrado en forma clásica pero con un ritmo vertiginoso, este policial no sorprende pero entretiene.

Si el título Conexión Marsella trae reminiscencias de Contacto en Francia, no es por casualidad. Las dos películas abrevan en lo que se conoció como “Conexión francesa”, una operación de narcotráfico que empezó a fines de los años ‘30 y terminó a principios de los ‘80, y que consistía en la introducción de heroína en los Estados Unidos desde Francia. Si en 1971 William Friedkin contó la historia desde el punto de vista norteamericano, Cédric Jimenez da una versión “inspirada en los hechos reales”, según aclara al comienzo, desde el lado francés.

La trama se apoya en el antagonismo de sus dos carismáticos personajes principales, que tienen una relación al estilo Eliot Ness/Al Capone en Los intocables. El héroe, el juez Pierre Michel, y el villano, el capo mafia Tany Zampa, son de esos personajes hechos para el lucimiento de los actores, en este caso Jean Dujardin (ganador del Oscar por El artista) y Gilles Lellouche. Dos caras de la misma moneda, tienen fuertes códigos morales, son ambiciosos, temerarios, casi inquebrantables y hasta muy parecidos físicamente, .

Filmado y narrado de forma clásica, pero con un ritmo vertiginoso, otro fuerte de este policial es la reconstrucción de época -transcurre entre 1975 y 1981-, con una gran banda de sonido como principal cualidad. En síntesis: digamos que no es una película con capacidad de sorprender, pero está bien contada y consigue entretener durante más de dos horas. Pedirle más sería un abuso de confianza.