Conexión Marsella

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Un policial retro

Conexión Marsella es un policial que no alcanza a ser homenaje al cine americano ni explota lo mejor del cine francés.

El crimen organizado ha entrado en el negocio de la droga, una transformación de las mafias ortodoxas que cruzan los océanos con cargamentos de heroína camuflados en insólitos envases.

Ningún espectador puede sorprenderse por lo que ocurre en el guion de Conexión Marsella, donde la acción es ambientada en la ciudad francesa en 1975. El juez de menores Pierre Michel (Jean Dujardin) conoce de cerca los estragos de la droga en las calles de Marsella, considerada la capital de la heroína. Ascendido a juez que investiga el crimen organizado, Pierre se involucra en el rastreo de Tany Zampa (Gilles Lellouche), casi como un policía más. En su moto por los muelles parece un investigador especializado en narcóticos.

Jean Dujardin se mueve como un oficial de la justicia carismático, honesto, un padre de familia que no elude los riesgos que alcanzan a todo héroe. Dujardin protagoniza la película de Cédric Jimenez como un actor dramático que reflexiona sobre la calidad del mal que encarna su enemigo. En el mano a mano con Tany hay un pacto de caballeros inverosímil.

La película recrea la época con la nostalgia de un observador que recuerda cómo era el mundo antes de los teléfonos celulares y de la tecnología sofisticada que utiliza el cine para las cacerías más interesantes. Conexión Marsella es una pieza de museo, con buenas actuaciones pero un rumbo errante con respecto a la dirección y el género.

Demasiado floja para ser un homenaje al cine americano, tampoco explota el psicologismo clásico de las películas francesas. La historia se queda en el recorrido del juez que va desenmascarando la red de poder que habilita al jefe narco. También hay escenas de manual donde la banda expresa rivalidades y ferocidad, a la vez que el personaje del mafioso crece en misterio.

Conexión Marsella es innecesariamente extensa, algo ingenua, con cierto sentimentalismo ambiguo en medio del crimen. En el final, también concluye el ascenso de Pierre al infierno.