Conan el Bárbaro

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

De espadas, sangre, monstruos y pocos sesos

El problema con Conan: El Bárbaro, no es que el nuevo protagonista (Jason Momoa, ocupando el lugar de Arnold Schwarzenegger en el film de culto de 1982) no tenga gracia. Eso hasta podría ser un acierto, porque el film no intenta hacer de Conan -el personaje- un tipo simpático o agradable. El guerrero cimerio es bruto, salvaje y por demás violento. Está bien, es un bárbaro, y su rutina en Hybora incluye liberar prisioneros (aunque casi los mate a todos, en su intento de rescate), quedarse con las mujeres más bellas, decapitar nigromantes y pelear contra bestias míticas. Ni siquiera importa que sea la venganza su única motivación (¿cuántas historias -atrapantes- hay de venganza?). El verdadero problema es que Marcus Nispel nunca puede darle algo de alma a unapelícula que se siente como rutina pura.
El otro problema es Jason Momoa. Cualquiera de los actores secundarios es más interesante que él. Stephen Lang (el militar que bebía café mientras derribaba árboles en Avatar) es un poderoso hechicero que ansía revivir a su fallecida mujer, con ayuda de su hija, la engañosa Marique (Rose McGowan, con un manquillaje que hace que su belleza sea tétrica). La búsqueda de sangre de Conan no se detendrá mientras ambos sigan con vida. En el camino conocerá algunos aliados y enemigos, de breves minutos en pantalla. Cada uno cumple el rol indispensable en una película moderna de aventuras. Está el estafador cobarde, el torpe y bruto guardia carcelero, el amigo (también bruto) pero de buen corazón. Claro, que los verdaderamente importantes son el padre de Conan (Ron Perlman, en otro desastre de fantasía y batallas, después de Cacería de Brujas) y el interés romántico, protagonizado por la ignota Rachel Nichols.
Sí: hay escenas cruentas de batallas, hechizos, monstruos descomunales, sexo, violencia, y hectolitros de sangre. Decididamente esta vez la fantasía no es una propuesta para chicos. No hay nada de malo en eso, pero nada se siente como un conjunto orgánico (parecen injertos para tratar de complacer a los fanáticos). Si a eso le sumamos que aún con todos los miles de dólares invertidos todo se ve falso (especialmente la barba de Perlman y los tentáculos de un pulpo gigante) lo único que nos queda es un Conan, bárbaro, sí, pero nada memorable.