Conan el Bárbaro

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

¡Ahh! Queríamos tanto a Arnold…

Esto pensé cuando salí de ver la última versión de “Conan, el barbaro” Hay algo insoslayable que ocurrirá con los mayores de 30: La comparación entre Jason Momoa y Arnold Schwarzenegger. Es natural que eso ocurra, porque para el cine de los ‘80 el actor austríaco representa un icono fuertemente arraigado en esa generación. No pasa tanto con otros personajes. A lo mejor el Guasón de Jack Nicholson en la “Batman” de Tim Burton (1989) estaría en el mismo nivel de comparación cuando nos tocó ver la interpretación de Heath Ledger en “Batman: El caballero de la noche” (2008). Lo cierto es que “Conan el destructor” versión 2011 será más disfrutable si se la ve como una película que se corresponde con la dinámica de compaginación de esta época, y más emparentada con la estética de la historieta original (sobre la que está basada); que con el cine de aventuras artesanal filmado en 1981 por John Milius y en 1984 por Richard Fleischer (la secuela “Conan el destructor”)

En la introducción conocemos a Corin (Ron Perlman) quien ve nacer a su hijo (lo llamarán Conan) en el fragor de una batalla. Años después, papá es jefe de la aldea y manda a los chicos a que se hagan hombres al bosque. Su hijo demostrará habilidades natas como la de sostener un huevo de ave en la boca sin romperlo mientras se escabecha a cuatro o cinco salvajes. Luego entrarán en escena Khalar Zym (Stephen Lang) y su hija hechicera Marique (Rose McGowan). Ambos buscan la última pieza de una máscara para obtener poder ilimitado, ergo, atacan la aldea y así el niño verá morir a su padre. Ese hecho generará todas las acciones futuras del personaje. Años después ya vemos al Conan adulto (Jason Momoa), quién lejos de olvidar el hecho buscará venganza a como de lugar.

La película gira en torno a esta aplicación de la ley del talión, para lo cual habrá muchas escenas de batalla a espadazo limpio. Algunas acciones resultan confundidas en el vértigo del montaje y no siempre se ve a los dobles caer a tiempo o de forma creíble. Es entendible viniendo de un director (Marcus Nispel) que ha hecho varios viedoclips y un par de remakes de cine de terror como “Martes 13” (2009). Los rubros técnicos están acorde a lo que pide la historia, hasta se nota cierta falta de presupuesto que no va en desmedro de la calidad del producto final, al contrario, hasta le da cierto tono de cine clase B, algo bastante saludable en estos días tan digitales.

Pero no hay que buscarle la quinta pata al gato. La historieta de Robert Howard siempre tuvo esta dosis de violencia y sexo (sobre todo cuando el personaje fue tomado por Marvel durante un tiempo) El guerrero cimerio es bruto, sangriento y casi no razona sus acciones. Eso es lo que entrega esta realización.

Sí, yo me quedo con las de Arnold pero, salvo algún detalle menor, no hay razón para que los seguidores del comic salgan defraudados.