Conan el Bárbaro

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Héroe milenario con toques fashion

Remake del film homónimo que hizo John Millius en 1982 y tuvo a Arnold Schwarzenegger como protagonista. Los tiempos cambian y este héroe milenario resucita en el cuerpo de Jason Momoa, puro músculo y poca expresión.

Conan, el Bárbaro es un producto entretenido que viene con la firma de Marcus Nispel, realizador que acredita títulos como La masacre de Texas y Viernes 13, razón por la cual la nueva versión exhibe sangre y tripas por doquier.

El personaje central es un cimmerio que se convierte en un guerrero salvaje (el entrenamiento recuerda a Hannah) y que, luego de la muerte de su padre (Ron Perlman, el de Hellboy) emprende la búsqueda de los responsables que masacraron a su pueblo.

El esquema argumental tiene los elementos necesarios para mantener la tensión hasta el desenlace: las piezas de una máscara que da poder eterno, peleas cuerpo a cuerpo (con sangre digital incluída), brujería (Rose McGowan como Marique luce una buena caracterización y garras al mejor estilo Freddy) y la resurrección como móvil del villano de turno (Stephen Lang, otra vez tan malo como en Avatar).

Conan surgió en la década del treinta y Jason Momoa es más parecidol al personaje del comic que dio vida Schwarzenegger: se lo ve estilizado y moderno. Un héroe con espada en mano que busca venganza en la Edad Hiuboria, una época poblada por demonios y brujos.

Nispel aprovecha los decorados virtuales, las referencias a otros films y elabora una película divertida. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero en tiempos de cine moderno los héroes vienen con toque fashion y modales más refinados. De todas maneras, la aventura está servida y habrá que ver si llega la segunda parte: Conan, el destructor.