Conan el Bárbaro

Crítica de Daniel Castelo - ZonaFreak

Hubo un tiempo en que los bárbaros no necesitaban pasar por el salón de belleza, una época en la que para acceder al estrellato violento alcanzaba con una personalidad que pudiera trasladar algo de ese imaginario a la pantalla, sin delineador ni cara de modelo en desfile posmo. Tiempos de Conan el Bárbaro, también, pero con Arnold Schwarzenegger en el protagónico. Allá lejos y hace tiempo, sí.

Y no, a Jason Momoa no le creemos nada cuando con su mirada de yerno ideal y su porte de macho superproducido aparece como la única esperanza de libertad del pueblo bárbaro. Pueblo de asesinos, de salvajes, de ejércitos de eslabones perdidos entre el simio y el hombre. Por eso, a fin de cuentas, es lo que tiene que salvar nuestro ¿querido? de Conan, un pueblo que no extrañaríamos si cayera eliminado a los cinco minutos de cinta.
Pero en plena atribución de nuestro mandato como espectadores, se trata, una vez más, de que nos pongamos del lado del musculoso protagonista, de desear que le corte la cabeza a toda masa muscular que se le oponga, y claro, que también logre entrarle a la ninfa de turno.
Marcus Nispel, cuyo talento a la hora de la recreación fue confirmado con las exitosas remakes de Friday the 13th y, sobre todo, The Texas Massacre, aquí puso en juego lo también había demostrado en la muy aceptable Pathfinder, donde las moles de músculos eran el protagónico excluyente.
Pero esta Conan modelo 2011, con su acumulación de guarradas a cuestas (y pese a ello), es apenas un buen compilado de sangrientos enfrentamientos a los que se le adicionan nada menos que un parto en medio de la guerra, decapitaciones y aplastamiento de cabezas, un pueblo de mujeres con el torso desnudo (¡volvieron las tetas!) y, ops, un villano (Stephen Lang) cuya hija (Rose McGowan) es tanto o más mala que su progenitor, al que histeriquea incluso con un peligroso juego de incesto.
Claro que si Schwarzenegger nos parecía en aquellos años 80s apenas (y en el mejor de los casos) un actor en bruto con pocas líneas de diálogo certeras, en este caso la cuestión oral es directa y rematadamente paupérrima. No hay una sola línea inteligente o que se corra un milímetro del descerebre. Y cuando lo intenta, a los tumbos, a través de chistes para orangutanes, desbarranca aún más.
Al film, destinado al consumo descarado de pochoclo, nachos con queso, pizza, carameloschocolatelados, le alcanza igualmente con su testosterona desfachatada y sus casi dos horas de revuelto de anabólicos y transpiración extrema. Y te gusta, turrit@.