Conan el Bárbaro

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Ya hemos hablado de Conan en nuestra reseña del filme de 1982. Conan nació como personaje de novelas pulp, y terminó por formar su propio género llamado la Fantasía Heroica, el que se caracterizaba por narrar las aventuras de musculosos guerreros en mundos infestados de monstruos y magos infames. A diferencia de la Fantasía común (como, p.ej., las leyendas arturianas o la Tierra Media), la Fantasía Heroica transcurría en un entorno saturado de sexualidad y testosterona, con lo cual llegó a transformarse en una especie de literatura masculina fetichista. Esto quedó en evidencia cuando Conan llegó al comic y Frank Frazetta le impuso la interpretación definitiva de lo que hoy entendemos como Fantasía Heroica - un universo saturado de hombres y mujeres semi desnudos, bañados en sangre y enarbolando enormes espadas -.

En 1982 John Milius llevó el personaje al cine, en lo que muchos consideran que es la interpretación definitiva. Ciertamente Conan el Bárbaro 1982 tiene puñados de grandes aciertos - la fotografía, el excelente guión de Oliver Stone, la partitura wagneriana de Basil Pouledoris, la presencia de Arnold Schwarzenegger -, que han quedado marcados en la mente de todos, y que han servido para disimular en la memoria colectiva las debilidades de Milius como director en otros aspectos. Pero esas flaquezas de estilo quedan completamente olvidadas cuando uno ve una pifia de proporciones gigantescas como es esta versión 2011 del personaje. Hay tantos errores de criterio que se acumulan hasta formar una pila gigantesca que termina por sepultar cualquier mínimo mérito que pudiera tener la película.

La primera impresión es que se trata de una versión de Conan dirigida por Uwe Boll. ¿Cuales son los problemas mas sobresalientes y habituales del detestado director alemán?. Primero el casting, luego la excesiva copia de estilos de otros directores mas originales y talentosos que él, y - tercero - la mala dirección de actores. Acá hay otro alemán a cargo - Marcus Nispel, que viene haciendo carrera a fuerza de remakes que no le han gustado a nadie -, y una dupla de guionistas trasnochados (responsables de Sahara, Dylan Dog y El Sonido del Trueno, entre otros libretos mal cocinados) que dan muestra de no haber leído nunca un libro o un comic de Conan. Da la impresión que todos estos tipos se dedicaron a reciclar algún capítulo perdido de Xena, la Princesa Guerrera - que daría muy bien para los standáres de la TV, pero que queda muy corto de ideas y desarrollo para una película a estrenar en cine -, generando una trama con personajes huecos, excesivas correrías copiadas de otros filmes, villanos que no impresionan a nadie y culminando con un climax rebuscado, largo y estúpido. Si hay tanto material generado sobre el personaje en sus ochenta años de vida, ¿por qué no molestarse en abrevar en dichas fuentes?.

El arranque es muy poco convincente. Cómo la madre da a luz a Conan y lo bautiza en pleno campo de batalla lo deja a uno sacudiendo la cabeza. Luego sigue la flojísima interpretación de Ron Perlman, un tipo que está muy curtido en estas lides pero que acá da la impresión de que le han dado los lineamentos erróneos desde el sillón del director. Hay una competencia de valentía completamente estúpida, hay dos villanos que se relamen en su maldad barata, y hay un héroe que aparece totalmente formado en medio del relato (explicación cero de cómo aprendió a pelear, cómo sacó tanto músculo o cómo se unió con los piratas). Todo es demasiado rápido y muy poco convincente. Y a esto se suman los diálogos, que van de lo simplón a lo anacrónico. En las historias épicas se precisan grandes narradores, grandes discursos y una prosa inspirada. Acá da la impresión que son todos tipos comunes, sin nada que los haga especiales, y hablan como recién hubieran llegado al set luego de hacerse la peluquería en Beverly Hills.

Ciertamente Jason Momoa es una decisión interesante de casting. Tiene presencia y da los looks del personaje, con lo cual es una bestia pero también es apuesto. El problema es cuando abre la boca; o es demasiado moderno y canchero, o le tocan unos parlamentos muy pobres en contenido. Al menos Stephen Lang le pone energía a su hueco villano y Rose McGowan da muestras de pasarla bomba con su sangrienta hechicera.

Conan el Barbaro es fallida; es errónea la puesta en escena, el libreto tiene problemas y la historia se ve demasiado superficial. Cuando Schwarzenegger tomó el personaje, le dió la energía oscura que éste precisaba (y eso que el austríaco era un actor terrible). Y cuando John Millius rodó su filme le impuso un tono fuertemente épico, narrando la historia de un hombre signado por la tragedia, formado en el odio y convertido en una máquina de matar para poder ejecutar de manera eficiente su propia venganza. Ese sentido del destino está completamente ausente en esta versión 2011, lo cual convierte al filme en un ejercicio de futilidad.