Con pecado concebidos, un comedia que sorprende con su temática en esta cartela Argentina. Una muy querida docente me dijo una vez que las películas de géneros menores, solían pasar mucho mas fácil la censura, justamente porque la poca inteligencia del censor, no le permitía ver que detrás del entretenimiento pasatista, se podía ocultar una critica que haría enfurecer a mas de uno. Con pecado concebidos puede considerarse el perfecto ejemplo de eso. La película es graciosísima, plagada de chistes muy efectivos y de personajes carismáticos, e incluso el argumento, si uno lo cuenta de la manera correcta, puede parecer el de una comedia común y corriente. Un párroco llega a un pueblo muy pequeño de Croacia, en el cual la tasa de natalidad es nula, y decide con ayuda de un comerciante del lugar, comenzar a pinchar los preservativos para que comiencen a nacer bebes. Claro, lo que en realidad el cura dice es “que el hombre no pueda interferir en el designio de Dios” y ahí nomás, nos embarcamos en un camino plagado de chistes y enredos, pero que se va a ocupar de, muy en detalle, poner al descubierto una de las mas complejas organizaciones socio-políticas que existe hoy, la iglesia católica. Con actuaciones muy destacables, miradas a cámara que buscan la simpatía y complicidad del espectador, con unos paisajes de ensueño, este pequeño film, llamado Con pecado concebidos, que por suerte encontró distribuidor en nuestro país, va a destacarse entre lo mas importante del año, no solo por lo prolijo de su guión, lo jugada de la apuesta que hace, sino también porque funciona como comedia al mismo tiempo que trae reflexión y espanto. Uno de los mas sencillos y mejores finales que vi en mucho tiempo. Una película que recomiendo mucho para estas vacaciones.
El baby boom croata El realizador croata Vinko Bresan intenta, en esta comedia de humor asordinado, Con pecado concebidos, deslizar una crítica aguda a la institución Iglesia Católica en base a la posición radical frente a la anticoncepción en pos de una idea de carácter tradicional que procura la procreación a pesar de los deseos individuales y de las circunstancias particulares de cada caso. El protagonista de esta historia es un cura en un pueblo de Croacia en el que la tasa de mortalidad es mucho más grande que la de natalidad. Para revertir esa ecuación negativa y hacerle frente al conflicto busca una solución drástica, la cual resulta un tanto cuestionable desde el punto de vista ético: confabular con los vendedores de preservativos, un kiosquero y un farmacéutico, para que el producto sea defectuoso al momento de utilizarlo. Aunque eso no significa en un principio que todas las mujeres fértiles del pueblo queden embarazadas milagrosamente y que los hombres deban asumir paternidades forzadas por accidentes de dudosa naturaleza, las alteraciones en relación a las prácticas habituales entre lugareños no es la misma y tampoco las repercusiones mediáticas locales que fomentan, entre otras cosas, el turismo por las supuestas bondades de aquel lugar donde la propensión al embarazo es muy alta. Las pequeñas situaciones que desarrolla el director en un tono relajado y que acercan su cine al de referentes tales como Aki Kaurismaki, Emir Kusturica -por citar los más obvios- apuntan por un lado a resaltar aspectos costumbristas con ciertos subrayados de ironía sobre los propios personajes, pero también a dejar visibles las lanzas que buscan la flaquezas de los argumentos reaccionarios, no sólo ante la diatriba concepción anti-concepción, sino que van más allá en relación al racismo por ejemplo o solapadamente sobre la hipocresía clerical ante la existencia de pedofilia. Todo este cóctel mezclado con ternura por la historia más que por su trasfondo pseudo religioso o su carácter de fresco social, destaca a esta película croata de corte independiente como una propuesta válida no pasatista, que puede disfrutarse si es que se busca algo distinto en el menú de la empalagosa cartelera cinematográfica.
Grata sorpresa croata. Bienvenida una novedad proveniente de Croacia y Serbia que narra una historia original con personajes que irradian simpatía. La acción se ubica en una isla croata, adonde llega el joven cura Fabián, prontamente alertado de que el índice de natalidad de la población disminuye día a día. Pues bien, el sacerdote y un kioskero todoterreno, especialista en la venta de profilácticos, planifican la idea de pinchar los globitos y así aumentar el número de habitantes. La primera hora del relato es lo mejor, ya que desde allí Con pecado concebidos ("Los niños del sacerdote" sería la traducción del original) articula un discurso leve pero eficaz, con escenas invadidas por personajes que parecen extraídos de una comedia italiana pero en tono minimalista, junto a un aprovechamiento integral del espacio geográfico que atañe a la isla balcánica. Allí, el experimentado cineasta Bresán emplea recursos de la comedia clásica en lo que se refiere a situaciones contadas a toda velocidad a través de certeros cortes en el montaje, además de enviar más que un dardo certero a la Iglesia Católica y su posición frente a la anticoncepción. En el último trayecto, la comedia trastoca al tema de la culpa del cura (la historia está contada como si se tratara de un secreto de confesión del protagonista a otro clérigo), surgiendo un caso particular –el de una mujer que vive en la isla– que se manifiesta por un tono grave y solemne que el film no tenía hasta entonces. Pese a esto, Con pecado concebidos resulta una grata sorpresa en medio de semanas con títulos candidatos al Oscar, por lo que sería una pena que pasara desapercibida por el público.
El comando religioso que pinchaba forros A pesar de que alguna de sus películas pudo verse en algún lejano Bafici (El espíritu del Mariscal Tito, por caso), y a diferencia de lo que ocurre en su Croacia natal –donde es uno de los realizadores más reconocidos por el público–, el realizador Vinko Bresan difícilmente le sea familiar al espectador casual de la Argentina. Si bien el film que ha obtenido mayor repercusión internacional es su drama bélico Svjedoci (relato a lo Rashomon ubicado durante el conflicto de los Balcanes en los años ’90), el nombre de Bresan es usualmente relacionado con la comedia y la sátira. Con pecado concebidos entra de lleno en esta última categoría y su éxito de público en Croacia lo transformó en el largometraje local más taquillero del año 2013. ¿Por qué se estrena en la Argentina, al tiempo que otros títulos (mucho más relevantes) de cinematografías lejanas y no tanto permanecen sin conocer un lanzamiento comercial? Difícil responder a esa pregunta, pero evidentemente los distribuidores han pensado que la cruza de exotismo geográfico y el estilo directo e incluso popular del film puede llegar a funcionar bien con el público argentino.El título original, algo así como “Los hijos del sacerdote”, refleja el punto de partida y su meollo central, que queda expuesto a pocos minutos de comenzada la proyección, cuando un joven cura que es asignado a una parroquia en una pequeña isla de Dalmacia, en las costas del Adriático, toma una determinación drástica para evitar la bajísima tasa de natalidad: pinchar todos y cada uno de los preservativos que se venden en el lugar. Si suena disparatado es precisamente porque Con pecado concebidos se tira de cabeza a la pileta del dislate, con resultados nunca del todo interesantes, más allá de que algunos apuntes sociales dan ocasionalmente en el blanco. El farmacéutico de la isla, por caso, es un xenófobo empedernido, particularmente fóbico ante la cercanía de serbios y musulmanes, y la mayoría de sus congéneres masculinos podrían ser descriptos lisa y llanamente como dueños de un machismo prehistórico.Una de las mejores escenas, sin dudas la más ácida (tener en cuenta que Croacia es un país eminentemente católico), presenta la visita de un obispo tan preocupado por los casos de pedofilia que manchan a la institución religiosa, que sólo puede ver con alivio la posibilidad de que uno de los suyos evite sistemáticamente el celibato con otro adulto. Más allá del abandono de un bebé recién nacido y de las dosis de muerte y locura incluidas en Con pecado concebidos, del humor negro que asoma aquí y allá, el tono adoptado por Bresan es tan amable, tan poco brutal, y tan intenso su deseo de agradar al espectador, que cualquier atisbo de sátira real queda sepultado bajo varias capas de sacarina, muy lejos de las mejores películas de ex coterráneos como el serbio Goran Paskaljevic o el bosnio Emir Kusturica. No ayuda la música de Mate Matisic, asimismo coguionista del film, cuyo leitmotiv se repite constantemente, en cualquier ocasión, lugar y situación, como un mantra orquestal teledirigido. 5-CON PECADO CONCEBIDOS Svecenikova djeca,Croacia/ Serbia/Montenegro, 2013.Dirección: Vinko Bresan.Guión: Mate Matisic y Vinko Bresan.Fotografía: Mirko Pivcevic.Montaje: Sandra Botica.Música: Mate Matisic.Duración: 93 minutos.Intérpretes: Kresimir Mikic, Niksa Butijer, Marija Skaricic, Inge Appelt, Petar Atanasoski, Goran Bogdan.
El humor como arma El exitoso director croata Vinko Brešan (How the War Started On My Island; Marshal, Tito’s Spirit, Witnesses y Will Not Stop There) rodó esta tragicomedia con toques satíricos en la que se mete con irreverencia (aunque no siempre con sutileza) con cuestiones bastante irritantes en su país como las rígidas posturas de la Iglesia Católica respecto del sexo (se llega a hablar aunque de manera tangencial de los abusos de los curas). El protagonista del film es el padre Fabijan (Kresimir Mikic), un joven y entusiasta que llega a la isla adriática de Dnevnik, donde su popular predecesor, el padre Jakov (Zdenko Botic), hace la vista gorda con todo y con todos. Pero Fabijan descubre que la población de la comunidad se va reduciendo porque hay más muertes que nacimientos. Con la ayuda del kiosquero (Niksa Butijer) y del delirante farmacéutico del lugar (Drazen Kuhn), se encargará de pinchar cada uno de los preservativos que ambos venden y, así, recuperar el crecimiento demográfico (y evitar de paso el “pecado”). Todo desemboca en un verdadero baby-boom que pasa a ser incluso noticia en todo el país. Se sabe que el humor es una buena manera de acercarse a cuestiones controvertidas del entramado social y, en ese sentido, Brešan maneja en primera instancia un tono ligero y desenfadado que se agradece. El problema es que luego va cediendo poco a poco a la tentación de ponerse más serio, aleccionador en su denuncia “importante” (se exponen también las tensiones étnicas). Desde el tono de las actuaciones hasta el uso de la música, Con pecado concebidos se acerca a un costumbrismo exacerbado, al vodevil tan propio de buena parte del cine de Europa del Este. No es una gran película, es cierto, pero al menos constituye una auténtica rareza para la cartelera local.
La comedia progre Hace tiempo que el drama como género cayó en desuso a la hora de hacer una crítica social, la comedia fue ganando terreno y logró ser más efectiva en su cometido. Pero ahí aparece otra cuestión: No todas las comedia presentadas cómo transgresoras lo son, la mayoría de las veces todo lo contrario, y esto se debe al carácter conservador del género. Por suerte no es el caso de la croata Con pecado concebidos (Svecenikova djeca, 2013). La historia nos traslada a una idílica isla del Mar Adriático. Don Fabián (Kresimir Mikic), el joven cura lugareño, detecta que la isla sufre un mal: No hay bebés recién nacidos mientras que la tasa de mortalidad sigue en ascenso. Para equilibrar la balanza tiene una desopilante idea: ponerse de acuerdo con el kiosquero proveedor de preservativos, y pincharlos literalmente para promover embarazos indeseados. Una fuerte crítica a la relación entre la iglesia católica y la fertilidad, se desarrollan a lo largo y ancho de la película. Tanto el dogma religioso como las tradiciones se ponen en crisis, desde la comedia, para cuestionar derechos y costumbres de todo un pueblo. Estamos en una isla pesquera, un lugar de postales paradisíacas que sostiene a la vez un conservadurismo preocupante. Aquello que el cura Fabián realiza con buenas intenciones, desata diversos problemas que ponen en riesgo las verdaderas razones de la falta de embarazos: La ignorancia e hipocresía social. El realizador croata Vinko Bresan, con una larga trayectoria en su país natal con éxitos de taquilla como How the world started on my island (Kako je poceo rat na mom otoku, 1996) o Marshall Tito's Spirit (Marsal, 1999), no confronta directamente con su film. Desarrolla de manera muy inteligente una ágil comedia de enredos en donde los problemas se van presentando como producto de la ignorancia y la negación del tema. Los divertidos personajes también ocultan un lado oscuro: El cura se retuerce de envidia por el carisma que tiene el otro sacerdote y juega a ser Dios, el farmacéutico esconde una xenofobia atroz, mientras que el kiosquero es quien cae manipulado (como el resto del pueblo) ante el discurso del párroco. Como todo relato del género, Con pecado concebidos tiene su próspero beneficio hacia la primera mitad de la trama, con los nacimientos y felicidad que traen, para luego desarrollar su faceta trágica, con temas como el aborto o el suicidio. En esa curva transporta su mensaje que, lejos de reafirmar costumbres y tradiciones, pone en crisis las existentes.
Una comedia delirante del director croata Vinko Bresan, que plantea la solución alocada de un cura joven para reverdecer la vida de su isla, donde solo ocurren decesos. Junto con el kioskero y el farmacéutico, deciden boicotear todos los métodos anticonceptivos para que suba la tasa de natalidad. Claro que la vida se les complica. Piadosa e irónica, es un gusto ver una película de un mercado tan extraño para nosotros
La fertilidad a orillas del Adriático. Gran éxito de taquilla en su país (es el segundo film más visto en la historia de Croacia), esta película aborda paródicamente algunos de los temas en los que la Iglesia Católica tiene, desde hace años, posturas decididamente polémicas. El punto de partida es deliberadamente bizarro: en una pequeña isla a orillas del Adriático, un sacerdote joven y de escaso carisma que sustituye a otro más experimentado y popular se asocia con un quiosquero grotesco y presionado por su conservadora esposa para urdir un extravagante plan destinado a fomentar la natalidad. La idea que se les ocurre no parece del todo responsable: pinchar los preservativos que se venden en el quiosco. De ahí en más el pueblito se transforma en un atractivo para parejas con problemas de fertilidad. Muchos de los personajes tienen un tono felliniano, y la utilización insistente de grandes angulares y subrayados musicales agiganta su color farsesco, que oscila entre la comedia disparatada y denuncias pesadas para el catolicismo como la pedofilia y el aborto. El abrupto cambio de tono hacia el final -de la sátira y la caricatura al drama con tintura ética que también incluye conflictos políticos, étnicos y religiosos balcánicos- no colabora demasiado con la consistencia de la película, que despertó encendidas acusaciones en su país: una de las máximas autoridades del catolicismo croata la definió como "un trabajo de gays, lesbianas y comunistas", un desplante que el director Vinko Bresan perfectamente podría haber incluido en su ficción.
Es posible que Vinko Bresan sea en su país un referente cinematográfico con mucho apoyo del público. Con pecados concebidos no escapa a esta norma, ya que esta es una excelente comedia, mucho más que puro entertainment, y no sólo por su carácter crítico. La historia gira alrededor de un joven párroco que llega a Dalmacia, en las maravillosas costas del Adriático croata, y se encuentra con que en ese pequeño pueblo hay una casi nula tasa de natalidad. Realidad que decide modificar drásticamente, con la ayuda del farmacéutico y el kiosquero del pueblo. Por lo que desde el comienzo acuerdan en pinchar todos los preservativos del pueblo, acción que da inicio a una serie de secuencias disparatadas que desembocan en una consecuencia no esperada. Es decir que 9 meses después, lo que se suponía iba a ser una alegría deviene en conflicto. Y esa es la idea de su director, porque es a través de estas consecuencias no esperadas, que se consigue tanto la reflexión, como la crítica. Aquella que pone sobre el tapete, algunas de las incongruencias generales en el orden de lo social, y algunas particulares en el orden de la política eclesiástia. “Don Fabián” dice: “Que nada puede interferir en los designios de Dios”, Y es que para la iglesia se trata de la voluntad libre de Dios, aquel que tiene un proyecto de amor para los hombres, que le mueve a crear el mundo como escenario de la historia humana y a actuar en ella. Y nada, ni siquiera el pecado puede frenar ese designio divino. Porque es sabido, que todo juego encierra un riesgo. Y en él la religión -es posible- que se encuentre en algún lugar entre el miedo y el sexo. Si bien esta destacable comedia dramática no intenta en ningún momento ser solemne, si tiene una mirada más que irónica sobre el rol de la iglesia en la comunidad, sobre su doble moral -aún con las mejores intenciones- y su deseo de torcer por la fuerza algo que pertenece al orden de lo privado. De alguna manera es bueno señalar que esta temática, que ya sorprende en un país católico como Croacia, se replique en Buenos Aires. Humor negro, desenfado, excelentes actuaciones, una fotografía con bellos escenarios y un guión redondito hacen de Con pecados concebidos, un film para no dejar de disfrutar en este verano porteño. Acerca de la película La película está dirigida por el realizador croata Vinko Brešan, con una larga trayectoria de éxitos en su país natal en el que ha obtenido varios número 1 de taquilla gracias a películas como “How the world started on my island” o “Marshall Tito’s Spirit”. Está interpretada por Krešimir Mikic, actor muy popular en Croacia que ha protagonizado películas como “Kino Lika” y “Fine Dead Girls”. En el reparto le acompañan actores croatas como Nikša Butijer, Dražen Kühn o Marija Škaricic. Acerca del director Vinko Bresan nació en 1964 en Zagreb, Croacia. Estudió filosofía y literatura, así como también dirección de Cine y TV. Su debut, un film de bajo presupuesto llamado “How the War Started On My Island”, se convirtió en el mayor éxito en los últimos 20 años de cine en Croacia, luego de Titanic. Para su película “Marshal, Tito’s Spirit” recibió el Premio al Mejor Director en el Festival de Karlovy Vary en el año 2000, Después de haber sido galardonado en la Berlinale por su siguiente film “Witnesses” ganó el Philip Morris Award en KVIFF 2004. En 2009 recibió el Premio FIPRESCI en KVIFF por su film “Will Not Stop There”. Bresan también se desempeña como director teatral.
A Dios rogando y el alfiler usando Comedia sobre un cura que decide pinchar los preservativos para que en su pueblo haya más natalidad... Poco después del estreno de Calvario, llega a los cines argentinos otra película que trata con acidez a la Iglesia católica. Con pecado concebidos está basada en una obra de teatro del escritor y compositor Mate Matisic -curiosamente, tanto guionista como responsable de la música del filme- y resultó un éxito de taquilla en su país de origen, Croacia, al punto de convertirse en una de las tres producciones croatas más vistas desde la independencia del país, en 1991. El director Vinko Bresan declaró que quería hacer una película que mostrara lo que sucede cuando los hombres juegan a ser Dios. Y para eso eligió esta historia: un cura joven llega a un pueblito de una isla del mar Adriático y, luego de comprobar que la tasa de mortalidad es varias veces superior a la de natalidad, decide pinchar los preservativos que consumirán los aldeanos. Para esto cuenta con la complicidad de un kiosquero y un farmacéutico que trabajan en los dos únicos locales que venden condones en la isla. La campaña funcionará, pero también tendrá efectos colaterales inesperados. La decisión del cura llega por la reducción al absurdo de la postura de la Iglesia católica frente al uso del preservativo. En el confesionario, el kiosquero le plantea que siente que vive en pecado por vender esos adminículos: de esa manera, está matando a miles de posibles bebés. Con procedimientos parecidos en su forma y efectividad, Bresan lleva al extremo y deja en ridículo las diferentes ideas de la Iglesia sobre el aborto y el embarazo extramatrimonial. De paso, también muestra la hipocresía de la jerarquía eclesiástica frente a la pedofilia y la ruptura del celibato. El tono de la historia varía a medida que se desarrolla la película. Empieza al estilo de esas comedias pretendidamente encantadoras, en la onda de Amélie (y tantas otras): voz en off en primera persona y descripción de los pintorescos personajes del pueblo, en un género que bien podría llamarse “costumbrismo adorable”. Pero el panorama va ensombreciéndose hasta tornarse dramático: cuando los hombres se creen dioses, son más dañinos que de costumbre.
Una película que viene de uno de los países que pertenecieron a la antigua Yugoslavia, con toques de sátira, absurdos y contenidos para reflexionar. El protagonista del film (que a lo largo de su relato habla a cámara, buscando cierta complicidad del espectador) es el padre Fabijan (Kresimir Mikic), un joven y entusiasta que llega a la isla adriática de Dnevnik, y al poco tiempo de estar allí descubre que la población de esa pequeña comunidad se está reduciendo porque casi no hay nacimientos, por el contrario sus habitantes toman todas las prevenciones para que esto suceda. Nota que su antecesor, el padre Jakov (Zdenko Botic), mira un poco para otro lado y con el correr de la cinta obtendremos algunas respuestas. Al padre Fabijan, después de una confesión, se le ocurre una brillante idea. Para eso debe contar con la ayuda del kiosquero del lugar Petar (Niksa Butijer) y un delirante farmacéutico Marin (Drazen Kuhn), con este último cambian las píldoras anticonceptivas por vitaminas. El cura y el kiosquero se encargan de pinchar cada uno de los preservativos que se venden y de esta forma piensan recuperar el crecimiento de la población y evitar el pecado. Da como resultado varios nacimientos a tal punto que terminan siendo noticia, como un lugar bendito y el lugar se llena de turistas porque las parejas con problemas de fertilidad allí tienen la solución. Y hasta llega el obispo, (resulta genial la escena cuando llega de visita y todo lo que después sucede). Comienzan a ocurrir una serie de situaciones complejas; un recién nacido abandonado en la casa del cura, embarazos no deseados, la locura del farmacéutico que es un ex combatiente, xenófobo, fóbico de los serbios y musulmanes, la mayoría de los hombres son machistas arcaicos, la mujer estéril que acepta un bebé haciéndose pasar por la madre, una dosis de muerte y varios momentos alocados. Es una historia coral sencilla que resulta divertida, dinámica, llena de enredos, con una buena dosis de humor negro y ácido, una gran diversidad de personajes que se burlan del nacionalismo y el patriotismo. Contiene una inteligente crítica a la Iglesia católica (hay que tener en cuenta que Croacia es un país católico). Resalta la ironía y la hipocresía, los casos de pedofilia en la Iglesia, con un toque del cine de Kusturica. Contiene buenos diálogos, se hace alguna referencia a la guerra de Bosnia, te lleva a la reflexión mostrando que todos tenemos una parte oscura o algo que ocultar y tiene un final que invita a la reflexión. Cabe destacar que este film es la segunda cinta más vista de la historia de Croacia, además se exhibió en el Festival Internacional de Karlovy Vary y consiguió una nominación a la Mejor Película Cómica en los Premios de Cine Europeo de 2013.
En el nombre de Dios y del dogma Una notable tragicomedia, con humor negro y voces de denuncia, es la que nos presenta este film de la cinematografía croata. Desemboca en un drama que hace pie en lo que se conoce como "secreto de confesión" y abre puertas al dolor ajeno Pocos sabemos de la cinematografía croata; en realidad, poco conocemos de tantas cinematografías que escapan a las habituales; priorizadas, en su presencia, por los mandamás del llamado Hollywood de hoy, que -excepto en algunos casos- no guarda relación alguna con el cine de los estudios de décadas idas. Y no sólo por ser nostálgico apunto estas observaciones (aunque en parte sí); sino, por sobre todo por ver cómo se nos priva de tantas obras de tantos realizadores de lejanas latitudes. Y no tan lejanas únicamente, ya que ni siquiera podemos ver los films de los países vecinos al nuestro. Y si tal vez hoy este film se puede ver, en una única sala de nuestra ciudad, es porque todavía permanecen en pie algunas distribuidoras de Buenos Aires que tienen presente a otra franja de públicos; atentos, como se puede ver, a otros nombres, propuestas. Y que visitan no sólo los espacios de los festivales más ligados a intereses mercantiles partiendo de los Oscars sino que transitan por otros ámbitos como Montreal, San Sebastián, Karlovy Vary, Toronto, Berlín, Chicago, Roma, por nombrar algunos. Lo que podemos sí confirmar es que este film, que ya fue presentado en numerosas ciudades europeas, fue un éxito de taquilla en su país. Y que permitió por igual que, de manera inmediata, volvieran a la cartelera los films anteriores de este realizador, Vinko Bresan, nacido en Zagreb en febrero del 64 y director de numerosos programas televisivos, además de dos films conocidos por nosotros sólo en salas alternativas. En España se dio a conocer en noviembre del año pasado con el título de Los niños del cura, y a principios de ese año, Padre vostro fue el nombre con el que los cines italianos la programaron. Y lo que más llama la atención es la extrema diferencia conceptual que caracteriza al afiche original con los que circularon por los otros países. En nuestro país, que mantiene el diseño y las figuras de los que poblaron las marquesinas europeas, el mismo nos ofrece una mirada armónica, de marcada ternura, sobre ese espacio habitado por niños, presidido por la figura de un joven sacerdote. En una atmósfera calma, sobrevolada por "globos de colores" en su parte central, diferentes niños de diferentes culturas son captados en un momento de esa primera infancia, con variados gestos y actitudes, posicionados en diferentes renglones horizontales. El afiche nombra al género, Comedia, y al vocablo Amén, en color rojo. Y la expresión de Don Fabián, ese joven cura recién llegado a una pequeña población costera del Adriático permite reconocer un gesto expectante. Al acercarnos al afiche original, experimentamos, de manera inmediata, un brusco pasaje. De ese universo colorido, de ese fulgurante retrato de bebés en una paleta de arco iris, somos expulsados a una zona de marcada obscuridad. Diferenciamos sí un cuello blanco sobre una extendida sotana negra, una mano que se proyecta hacia nosotros mostrando con firmeza un punzante alfiler, orientando hacia arriba, mientras que la otra sostiene un preservativo desplegado. A la hora de visualizar un símbolo, podemos ver cómo emerge de ese juego compositivo la figura de una cruz. Ya en este juego confrontativo de los dos afiches, que nos plantean un acercamiento diferente al film, están delineados los aspectos que organizan la trama argumental del mismo; la que da lugar a un relato que, partiendo de un cierto tipo de comedia, nos va internando, en sus diferentes y repentinos giros, hacia un potenciado drama. Un drama que hace pie, ya desde la secuencia inicial, en lo que se conoce como "secreto de confesión" y que habilita a un sorpresivo racconto. Y es así como ese inicial secreto de confesión abre a otro, cuando, angustiado, un lugareño, a partir de las severas observaciones de su mujer, afirma que ha cometido un hecho homicida. Y es que para el dogma, el acto sexual, sólo se aprueba con mayúsculas cuando está orientado a la procreación. El film transcurre en los años en que el supremo Benedicto XVI, haciendo gala y ostentación de su figura imperial, legisla, condenando, todo método que ayude a la anticoncepción. Y es a la mismas puertas del Vaticano adonde llegará un día, con sus niños cantores, a ofrendar sus plácidas y fervientes melodías, el anciano párroco del lugar, envidiado por el recién llegado. Frente al desequilibrio entre índice de mortalidad y de nacimientos, y ante las bondades del preservativo, un plan se empieza a motorizar, urdido entre el joven cura y el kioskero; quien diariamente ve cómo se agotan las provisiones de los preservativos, ante las demandas de los pobladores. A ellos dos se unirá, desde una actitud delirante y paranoica ante los musulmanes y otros extranjeros, desde su declarada xenofobia, el farmaceútico, quien vive pertrechado en estado de alerta. Sobre el cómo pasan a actuar, a partir de aquí, el afiche original en gran medida nos informa..., siempre y cuando los compradores del buscado producto no sea vendido a extranjeros. Y es así cómo desde el comportamiento de un cura que asume la verdad divina, que juega a ser el mismo Dios y ese farmaceútico de reacciones disparatadas, temibles, con el aliado más destacado, el vendedor del kiosco, el film va siguiendo un itinerario de cambios constantes, planteados en diferentes claves estéticas, que van de los rasgos del slapstick (comedia en los años del cine silente), hasta una estética que nos recuerda a Amelie y Delicatessen, y cierto cine de animación; sin olvidar cierto anclaje en algunos pasajes del universo de Emir Kusturica. Así, Con pecado concebidos se nos presenta: como una comedia de subrayado tono progresista, que no escapa a ciertas concesiones; pero que eleva la voz cuando se habla de pedofilia. Una comedia entre comillas que se ve atravesada por un zigzagueante humor negro, que abre más de una puerta al dolor ajeno, a situaciones límites. Y en uno de estos sentidos es más que relevante, en este aquilatado secreto de confesión, que abre el mismo film, la secuencia en la que el Obispo, a partir de haber recibido una carta de denuncia, hace pie en esa isla, bajando de un navío. Ese diálogo que mantienen los dos, el cura joven, Don Fabián y esta figura ministerial resuena por su tono de denuncia y de cierta condescendencia, como señal de ajuste e ilusoria comprensión. Como en todo film ambientado en zonas alejadas de los grandes centros urbanos, Con pecado concebidos retrata una singular galería de personajes que en algunos casos rozan los estereotipos. Y tampoco están ausentes ciertas notas de exotismo que no alcanzan a hacer callar los llantos de los recién nacidos ni los que padecen una constante opresión; librada a la suerte de tradiciones y mandatos y dogmas impuestos.
Un final difícil No he tenido la posibilidad de profundizar en la obra de Vinko Bresan, pero con una ojeada rápida en la información que de él circula en Internet y un análisis innecesariamente superficial de Con pecado concebidos (la traducción literal del título croata es Los niños del sacerdote) podemos extraer algunas conclusiones rápidas que pueden dar una idea de lo que aparecerá en pantalla cuando decidimos ver su última película. A Bresan le interesa: Croacia como concepto, es decir, contar su país a través de las acciones de una galería de personajes paródicos más o menos paradigmáticos, y también al menos rozar los temas nacionales como la guerra de Bosnia y el claro odio entre etnias que ha sido la marca registrada de la región; el encuadre y la fotografía al estilo Wes Anderson; y el tono y el estilo de diálogos de Nanni Moretti en al menos Habemus Papa. En fin, hablar de los rasgos del cine de Bresan en comparación con los rasgos de otros sólo sirve como ejemplo. La verdad es que en Con pecados concebidos consigue la puesta en escena y el tono perfectos para su historia, cuya misión principal es la burla corrosiva a la religión y a cierto pensamiento reaccionario extremo de ese que se aloja en las personas que uno menos se imagina. El film parece decirnos que el germen de los peores males descansa hasta en la viejita entrañable que atiende ese kiosco desabastecido en una esquina olvidada desde hace 30 años. La historia gira alrededor de la idea del candoroso padre Fabián de pinchar preservativos con una aguja para que las parejas de la pequeña comunidad donde ejerce su sacerdocio empiecen a tener hijos y, así, suba la cantidad de nacimientos cuyo número es desesperadamente bajo. Por supuesto, la idea es ridícula y exagerada pero a la vez verosímil, hay en el discurso religioso la ideología necesaria para guiar a algunas mentes a cometer algunas estupideces como esa. Con pecado concebidos va pasando de ser una entretenida comedia ligera a una comedia dramática cuando vemos las primeras consecuencias de las ideas del padre Fabián, y luego de que nos cae encima el amargo final deberíamos catalogarla de comedia negra, negrísima, porque finalmente la risa termina siendo nerviosa y da para preguntarse con todo el cinismo del mundo ¿de esto se ríen los croatas y nosotros? Y sí, aquella también es una tierra herida que debe reírse de las barbaridades. El final de Con pecado concebidos es lo que más molesta a la hora de juzgarla. Es muy interesante ver el proceso de deterioro moral de los personajes, y ver que esas cosas terribles que les suceden nos hace reír. Sin embargo, Bresan nos arroja hacia el final una subtrama terrible, difícil de digerir y demasiado forzada. El problema no es la incomodidad que nos genera sino que está metida a presión en el guión, lo que termina descalabrando una película cuya primera hora roza por momentos lo brillante.
EL SECRETO QUE SE VUELVE PECADO “Debo confesarme”. Luego una pausa, como si de esa forma se enfatizara el peso de la frase anterior. Porque, aunque esas palabras suenen inofensivas, esconden tras de sí una paradoja: la expiación de los pecados y, al mismo tiempo, el secreto de la confesión. El sacramento se torna una especie de salvación y martirio, pues violarlo implicaría la excomunión. Entonces, el verdadero dilema es qué hacer si una confesión es turbia o cómo resistir la tentación de no hablar. Fabián lo sabe bien y por ese motivo previene al capellán Simón cuando acude a confesarse. Sin embargo, Simón acepta el reto; su deber para con Dios y con los hombres está por sobre cualquier contrariedad. El capellán pronto quedará olvidado y la atención se centrará en la curiosa y, en ciertos momentos, absurda historia del sacerdote. El director croata Vinko Bresan se vale de este artilugio (el secreto de confesión) para enmarcar Con pecados concebidos, y de su doble emplazamiento para subrayar ciertos aspectos cuestionados de la iglesia. Fabián llega a una isla del Adriático tras finalizar su seminario, es enviado para reemplazar al sacerdote Jacobo. Sin embargo, no es tarea sencilla conseguir la confianza de un pueblo y reemplazar a un sacerdote carismático ya instaurado en la comunidad. Un tanto resignado, Fabián espera un milagro y éste llega en la confesión de Pedro. Obligado por su esposa, Pedro le cuenta a Fabián que “mata” a gente con goma. ¿Cómo? A través de la venta de preservativos evita los nacimientos. Para absolver los “pecados” del confesante y, al mismo tiempo, aumentar la tasa de natalidad, a ambos se les ocurre pinchar el centro de los condones para que el semen fluya libremente y, si Dios quiere, se conciban niños. En pocos meses, se suma a su descabellado plan Marin, el médico de la isla, que complementa el trabajo intercambiando las pastillas anticonceptivas por vitaminas. De esa manera, en poco tiempo, se produce un boom de natalidad que, incluso, atrae al turismo. Pero llegará un momento en el que las decisiones tomadas por los tres hombres repercutirán de forma más tajante en varios habitantes del lugar. A partir del desarrollo de los acontecimientos y del tono, se puede separar a la película en dos partes: por un lado, la historia previa al boom turístico y al abandono de un bebé, por otro lo que sucederá luego. Dentro de esta primera parte, Bresan recurre a la sátira, al humor absurdo para poner en circulación una serie de acontecimientos que llevarán, incluso, al cambio en las costumbres de la isla. El niño abandonado en la puerta de la casa de Fabián será un motivo bisagra que luego se pondrá en conjunto con una serie de preguntas abiertas y temas propuestos en el otro segmento del filme. La segunda parte se aleja del registro irónico y plantea cuestionamientos latentes dentro del ámbito religioso como el aborto y el abuso infantil. Por ejemplo, la llegada del Obispo debido a una carta enviada por Marta tras hallar un preservativo en los pantalones de Fabián. A pesar de los intentos de explicación del sacerdote, el Obispo argumenta que es mejor que use los condones para evitar embarazos no buscados. Pero el punto más fuerte es la última parte del diálogo entre ambos: _ Entonces, ¿no se trata de menores? _ ¡No! _ Entonces está bien- y el Obispo se levanta para irse. El director también utiliza la música como motivo. Una misma pieza se repite de forma aleatoria; con la excepción de dos momentos: una breve aria cuando se descubre la verdadera identidad de la madre del niño abandonado y la música del final. Con pecados concebidos no sólo resalta la paradoja del secreto de confesión, sino que también alude a ello a partir del juego con los elementos propios del lenguaje fílmica. Ya no se trata solo de la historia narrada, sino también de la propia “confesión” cinematográfica de Bresan. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
El humor: una redención posible Cuando Emir Kusturica pasó por Santa Fe junto a The No Smoking Orchestra, decíamos por estas páginas que “de una de las regiones más castigadas por la guerras fratricidas, salió esta agrupación cuya premisa es divertirse y divertir (...). Quienes tienen dentro de su biblioteca sonora el repiquetear de las Avtomat Kalashnikovas, o el grito despreciativo de ustacha, chetnik o muslime, saben que ‘la vida es un milagro’ y hay que ponerle música”. Lo mismo vale para el humor. Ésa es la premisa que se plantea “Con pecado concebidos”, de Vinko Bresan: poder reírse de (casi) todo, con un humor ácido, con una incorrección política que en realidad es cercana al sentido común, especialmente en lo que respecta a la Iglesia Católica. Es un humor de situaciones en un registro que se mueve entre la comedia italiana y la bizarría a lo Judd Apatow, pero con una gran humanidad que envuelve en el principio y el final la historia (que además la posicionan como flashback). El cura ingenioso El relato nos lleva al arribo de Don Fabijan, un curita recién salido del seminario, a una parroquia de una isla dálmata en el Adriático, en la Croacia actual, donde las cicatrices de la guerra civil (e incluso de la Segunda Guerra) siguen vigentes. Una isla algo turística pero no tanto; donde la población envejece y mueren más que los que nacen, como en la islita escocesa de “El divino Ned”, o como el “Pueblo blanco” de Joan Manuel Serrat pero con agua alrededor. Fabijan entra como adjunto de Don Jakov, el cura popular, que dirige el coro de la iglesia, juega al fútbol y a las bochas y canta en un grupo a capella, todo lo que él no sabe hacer. Fabijan está convencido que Don Jakov está haciendo las cosas mal, porque la feligresía decrece. Ahí aparece Petar, que atiende “el” quiosco de la isla, con un dilema moral planteado por Marta, su esposa estéril: vender preservativos es pecado. El cura ve esto en relación con su dilema y arma el plan: hay que venderlos pinchados. Juntos empiezan una alocada espiral, en la que involucran a Marin, el que atiende “la” farmacia del lugar, medio “quemado del bocho” por la guerra (lo cual exacerba su xenofobia), que se suma a redoblar la apuesta y falsificar los anticonceptivos. Pero como pueblo chico es infierno grande, pronto empieza a aparecer una serie de complicaciones: paternidades (y maternidades) que hay que adivinar (como en “El divino Ned”, que ya nombramos) o que complican la situación de los involucrados, que confiaban en la ciencia para no reproducirse. Esa espiral termina en sucesos que dejan de ser graciosos: el humor tiene sus límites. Primero, en una de las consecuencias que los tres mosqueteros de la fertilidad no pueden controlar. Y después, en relación con la pedofilia, el problema que más golpeó a la Iglesia en los últimos tiempos (dicho por los dos últimos Papas). La pedofilia es borde y límite del humor: desde la incorrección política del obispo (uno de los momentos más atrevidos y con más carcajadas) hasta sucesos que dicen “acá se terminó la joda” (planteando de paso ciertos problemas del funcionamiento corporativo de la Iglesia). Miradas Dijimos carcajadas y es así: el público argentino ríe a voz en cuello, demostrando que a pesar de la distancia histórica y cultural, hay elementos que son globales (¿acaso “católico” no quería decir “universal”?). Esto se debe en buena medida al ritmo y los logrados diálogos y situaciones que Bresan logra plasmar, de la mano del guión de Mate Matisic y de las actuaciones de Kresimir Mikic (Don Fabijan), Niksa Butijer (Petar), Marija Skaricic (Marta) y Draen Kühn (Marin), llenos de matices: algo que los vuelve creíbles dentro del mayor disparate o en la tragedia. Algunos la han acusado de moralizante, los católicos croatas de ser obra de un complot gay-comunista, y por ahí desde afuera alguno puede pensar que la irrupción del elemento trágico arruina una comedia. Pero en los Balcanes tal vez unos cuantos (dicen que es la segunda película más vista en la historia de Croacia) saben que la cosa es al revés: que el humor es el que irrumpe en la tragedia, como una de las formas posibles de redención.
Una película que combina el humor y la religión El filme croata Con pecado concebido transcurre en una isla donde la tasa de natalidad está en baja y un sacerdote decide cambiar la situación. ¿Una comedia religiosa? Tal posibilidad sugiere un oxímoron, más allá del buen humor de algún representante reciente del Altísimo. Es que el humor y la religión parecen esencialmente incompatibles. El punto de partida de Con pecado concebido, éxito absoluto del cine croata, se propone combinar la paradoja recién enunciada: la risa puede nacer de la genuflexión, o en este caso, para ser más preciso, lo cómico puede surgir de la confesión. En una isla no identificada en el Adriático, un joven sacerdote, tras entender que la tasa de natalidad está en desventaja respecto a la de mortandad, inspirado por una confesión, llevará adelante un plan secreto para garantizar la llegada de nuevas vidas en su comunidad. En la isla la vida erótica no es menor, pero el erotismo no significa necesariamente reproducción. Por lo tanto, él y uno de sus feligreses llevarán adelante un estrategia casi infalible: pincharán todos los condones que se venden en el pueblo. El método necesitará ser perfeccionado, pues no solamente los hombres se cuidan en la ciudad. Un farmacéutico se sumará a la causa y reemplazará las pastillas anticonceptivas por vitaminas. De ahí en adelante, no habrá mujer que no quede embarazada en ese paraíso croata. Pero las consecuencias serán inauditas y no del todo santas, y Vinko Bresan, el director, sin abandonar el costado humorístico de su ocurrencia, incluirá factores menos cómicos, no exentos de moralismo y a veces articulado en una imprecisa ideología crítica respecto de la institución religiosa, y ciertos temas controversiales, como pueden ser la xenofobia, la pedofilia y el nacionalismo rancio, asuntos caros a la religión y a la región. Con pecado concebido tiene algún que otro intento de originalidad visual, más propia del video que del cine, más allá del simpático travelling inicial con el que empieza la película que puede despertar la fe del cinéfilo a la espera de algo genial. Ese movimiento de cámara es probablemente el único signo que tendrá el espectador exigente como recuerdo. Para el crédulo, tal vez, la propuesta general será suficiente, sobre todo si cree que la eficacia de una comedia pasa solamente por olvidar una hora y media todo aquello que condiciona la vida cotidiana y que las religiones ofrecen significar y trascender.