Con amor y furia

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Dudas, temores, deseo, mortificación: en torno a esos resbaladizos estados de ánimo gira este film, en el que Sara (Juliette Binoche), que convive con Jean (Vincent Lindon) –quien paga todavía las consecuencias de haber estado en prisión–, se reencuentra con su anterior pareja, François (Grégoire Colin), lo cual la desestabiliza. Aunque irregular (ha recibido críticas unánimemente negativas por su último film Stars at noon, paradójicamente –o no– premiado en Cannes), la obra de la directora francesa Claire Denis es valiosa y suele inquietar, procurando un dramatismo alejado de los cánones hollywoodenses y desplegando una belleza a veces sosegada (35 ruhms), y en otras ocasiones ríspida y enrarecida (Bella tarea, High life). En este caso, su cámara parece subyugada por los gestos y miradas de los personajes principales, encontrando su estilo en la tensión de los diálogos, las sospechas, los encuentros y desencuentros, la atmósfera que crean la música y la notable fotografía de Eric Gautier, más la sensualidad que genera (más allá de que sean escasas las escenas de intimidad sexual y los cuerpos semidesnudos, ya no juveniles, de Binoche y Colin).
Algunos ingredientes del guion, basado en una novela de Christine Angot, no encajan a la perfección con esta suerte de conflictivo triángulo amoroso, como el trabajo de Sara en una radio, entrevistando a personas de países periféricos hablando de sus problemas. El personaje del hijo, encarnando cierta desorientación juvenil e incluso alguna forma de discriminación, suena igualmente antojadizo, en tanto el de la abuela (interpretada por Bulle Ogier, la actriz de El discreto encanto de la burguesía) parece desaprovechado. El film puede resultar algo insatisfactorio, además, al provocar innecesariamente intriga sobre los motivos del encarcelamiento de Jean, o al dejarse llevar por la indecisión de Sara, pero vale por lo sensitivo, por momentos espléndidamente logrados (como el casual encuentro de Sara y François), e incluso por exponer la sensación de desazón que marcó el tiempo en pandemia.