Como una novia sin sexo

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Algo más que amigos

Hablar en 2016 de elecciones sexuales parece un tema que atrasa. Por eso Lucas Santa Ana, para su primer largometraje de ficción, decidió ambientar "Como una novia sin sexo" en 1996. No es antojadiza la determinación de anclar esta historia veinte años atrás, era otro el mundo, no hay duda. Y también lo era para estos tres amigos, que se van a un camping de Villa Gesell para pasar unos días de vacaciones, sin supuestamente otra motivación que pasarla bien, tomar sol, ir al mar, jugar a la pelota y nada más. Los tres tienen un secreto que prefieren no revelar. Uno escapó de ver morir a su abuelo y los otros dos sienten un deseo mutuo, que va más allá de la amistad. En una situación que podría ser fácilmente adaptada a una puesta teatral, esta es una película de vínculos, que se quiebran aún más cuando aparece la cuarta en discordia, una joven sexy y liberal que le gusta decir las cosas por su nombre y encarar a quien tenga ganas, aunque ni recuerde su nombre. En esa telaraña quedarán expuestas la falta de códigos de la amistad, la homosexualidad reprimida, la libertad sexual, los miedos a salir del closet, el amor y, casi como un tema aleatorio pero no menos importante, el ocio de vacaciones como disparador de sensibilidades que no por estar escondidas son menos reales. "Como una novia sin sexo" remite a una frase en la que uno de los personajes realza el valor de un buen amigo, al que uno lo quiere tanto como a una novia, pero sin sexo. El guiño del título es que hay veces en que las metáforas, ante la evidencia del deseo, se caen a pedazos.