Cómo entrenar a tu dragón 3

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Cuando una saga animada llega al punto en la que se encuentra Cómo entrenar tu dragón 3 (How to train your dragon 3, 2019), no hay mucho más que sentarse frente a la pantalla, disfrutar y evitar reclamar originalidad o tal vez algún giro inesperado que revierta lo previsible.

La novedad de Cómo entrenar tu dragón 3 es que Chimuelo, ese dragón que asumió -gracias a su amigo Hipo- un lugar de privilegio en la manada de seres mitológicos, atraviesa algunos cambios desde el descubrimiento de un ejemplar femenino con sus mismos poderes. En plena ebullición pulsional, el simpático personaje reflexiona, si es que los dragones lo hacen, acerca de qué lugar tiene asignado con el resto de sus pares, y viéndose solo en un futuro, acompañado por Hipo, se debatirá entre sus deseos y la lealtad que ha mantenido hasta el momento con el joven.

La tercera parte de la saga se presenta como una sucesión de hechos vistos en diferentes coming of age, con mucho humor y acción, y donde la amistad de dos personajes se ve amenazada (o al menos uno de ellos lo cree) por la irrupción del sexo opuesto que impulsa otro relacionamiento entre ambos.

Para potenciar la historia, y ofrecer dosis de tensión que aumente el placer del espectador, se sumará un villano villanísimo. Hipo intentará proteger a Chimuelo de Grimmel (F. Murray Abraham), un enemigo que sólo desea asesinar al último de los furia nocturna, la especie más poderosa de dragones que el hombre conoció, y a su vez demostrar con hechos concretos su lugar como líder de los vikingos.

Cómo entrenar tu dragón 3 recupera el relato de aventuras más clásico, y que el cine animado industrial prefiere olvidar, sumando puntos cuando  la épica, la pasión, el desafío, el trabajo en equipo y aquellos valores asociados a la amistad y la lealtad proporcionan el material ideal para que el guion avance de manera lineal y sin sobresaltos.

Ideal para tiempos en donde la proliferación de productos infantiles apuntan sólo a la obviedad como efecto, evitando imaginar una recurrencia de género que posibilite un placer mayor, acercando estereotipos, similitudes y la necesaria claridad en la historia para que tanto chicos como grandes disfruten por igual.