Como el cielo después de llover

Crítica de Héctor Hochman - Revista Cartelera

La responsable de esta producción audiovisual, (de alguna forma hay que nominarla), nos muestra a su familia centrándose en la relación con su padre, el director colombiano Victor Gaviria.
Para ello recurre material de archivo de cuando ella era una niña filmadas por su padre, claro, de esa manera nos presentan al resto de la familia y lo intercala con imágenes captadas por ella en la actualidad.
El comienzo nos situá, todo con narración en off de la directora, en la ciudad de Buenos Aires, lugar en la que curso la carrera de cine.
Esto en los primeros minutos se cierran ante el pedido de su padre que ella vaya para asistirlo en la nueva película que va a filmar. Por supuesto que en la voz de la directora.
Toda lo que vemos son planos fijos, primeros planos, medios, enteros, generales, no hay movimiento de cámara alguno, salvo cuando registra cámara en mano y el movimiento se produce por el traslado del sujeto que sostiene el artefacto.
En determinado momento dice que ha encontrado una nueva forma de hacer cine. Aquí aplicaría el interrogante sobre que es para ella hacer cine, una definición por favor.
Que tiene de importante su familia, que pueda despertar cierto interés al espectador, nada, y ahí entra en juego el titulo. “Como el Cielo Después de Llover”, como si las lluvias fuesen todas iguales, no hay dos, y los cielos tampoco.
En este punto es que no funciona ni como metáfora ni como representación, es un bello titulo, demasiado grandilocuente, que se consume a si mismo.
Sobre el final la directora haciendo uso constante de su voz fuera de cuadro, invade con un discurso pseudo filosófico tratando de explicar lo inexplicable.
De hecho en la proyección nunca se retorna a Buenos Aires, por lo que esas primeras imágenes tienen unicamente sentido por ser una co – producción con Argentina.
En realidad parecería ser que estamos frente a un ejercicio solicitado en primer año de la carrera de cine, entonces su docente podría calificarla.
Podrían hacerse muchas interpretaciones, que colocarían a ellas en importancia por encima del producto, ya que el mismo lo que primordialmente hace es matar de aburrimiento.
Tratando de ser justos, lo primero que vemos son unas manos acariciando las hojas de una planta que al tocarla se queda dormida, al final tratando de presentar cierta circularidad, sabemos que esas manos son las del padre, pero la planta no se despierta, tampoco los espectadores.

Calificación: Mala