Como el cielo después de llover

Crítica de Csaba Herke - Leedor.com

Como el cielo después de llover. La lluvia que todo lava
¿Qué es hacer un objeto audiovisual hoy?

EL intento de eludir las categorías tiene tantos siglos como siglos tienen las mismas. Sin embargo, es en la postmodernidad donde el intento tuvo visos de seriedad.

Los Sex Pistols, que fueron la única banda en ser millonaria sin grabar un solo disco y cuyos músicos apenas sabían tocar y mucho menos cantar, o la leyenda que dice que los miembros de Talking Heads tampoco sabían bien qué hacían, (cosa que no creo del todo), son pequeñas muestras de este proceso que también sufrió el cine, desde el momento que se institucionaliza un modo particular de representació. La historia subsiguiente es la tensión producida entre ser fiel a ese modo de representación o crear algo nuevo, para lo cual, una de las tareas es romper el sistema de representación hegemónico

De la misma manera, en el cine documental, y acorde a los tiempos, también se discutieron estos problemas, entre otros ¿qué es el Otro? o ¿que relación hay entre verdad y realidad?

En la representación institucionalizada, como en el documental, las discusiones sobre realidad y verdad, desembocaron en el cinema verité o en no usar actores profesionales, experimentos más cercanos a la antropología y la sociología. El cine poco a poco rompió las fronteras del género, tanto en su relación ficción documental, como dentro mismo de la ficción. Se rompen categorías desde Los 7 samurais cosa que crispó a unos y otros, (a pesar de sus oscarización y sucesivas remakes) hasta Jinetes del espacio, pasando por la cuasi posmoderna propuesta de Corazón valiente, ya para ser más específicos los complejos objetos visuales de Herzog hasta la reciente Nikita Lavretski (Nikita Lavretski, 2019, Bielorrusia) donde no sólo la subjetividad se hace presente en forma de guión sino también en técnicas de registro.

Herzog fue en mi generación el que nos enseñó que la realidad extrema termina siendo una ficción, en la que el espectador nunca sabe dónde está la mano del director , dónde es una puesta o dónde se construyó un mito, constituyendo así un objeto con lógica propia, tal como se encadena las diversas versiones de Greys Garden, desde la de los hermanos Albert y David Maysles, que empieza siendo un documental sobre una casa y termina siendo una especie de reality show (no existía el concepto todavía) de dos mujeres al borde de la salud mental.

La relación entre verdad y realidad es el meollo no sólo del documental, sino que es el problema mismo de todo el conocimiento humano.

El film Como el cielo después de llover, de Gaviria Jaramillo, tiene todos los ingredientes de un documental subjetivo puesto al día, suave, se deja llevar, no asusta, sin embargo durante todo el metraje que no es mucho, 70 minutos, también de todo lo que adolece, que también es parte de toda un sensibilidad epocal: la inconstancia de ideas que empiezan y no terminan, de los supuestos que no tienen desarrollo y están ahí como peñones en el pacífico, y finalmente lo que queda es más la sensación que finalmente todo se trata más de las dudas que toda adolescente tiene frente a la vida.

Estaría más que bién si esto fuese novedoso, si tuviese una imagen potente, si se introdujera en esas chabolas y me cuente algo sobre lo que el padre no se atreve a mostrar, o decir, de sus ausencias, del desencanto de la madre, que me cuente por qué el padre está tan interesado, (porque está deslizado) en el tema de la violencia. Porque por momentos parece que se va a mostrar algo que no se muestra, la violencia que denuncia el padre se parece más a la sublimación que a la denuncia de la violencia de género, obviamente todo esto son sensaciones; o que se convierta en un drama familiar in crescendo, el film parece resignarse a una melancólica observación de las cosas como son, lo que lo podría haber ubicado como un pariente del cinema verité, sin embargo, los cortes, las superposiciones, las intrusiones de lo subjetivo hacen que se convierta más en un film de festival de escuela.

Una vez más, la atrocidad de la vida de los pobres es contada por el ojo y la sensibilidad de la ética burguesa. El film no indaga ni en lo propio ni en lo ajeno, no devela, sino más bien conserva, las cosas donde están. Que en el final, la protagonista y directora esté haciendo tomas de sonido en La Pampa, más que cerrar el film en una melancólica bruma al mejor estilo del cine centroeuropeo, deja un sabor a confusión, ¿de que se trata éste film?.

Tiene diálogos que exceden y se escapan a lo voluntario, dejan pistas de cosas que podrían ocurrir pero no se cuentan y así pasan de largo. Aunque reconozco que es más el oído psicoanalizado que la voluntad del guión, sin embargo son esos momentos que uno tiene ganas de decir: “momento, acá hay tema”, pero no me alcanza la memoria, y me queda solamente la imagen, como por ejemplo del padre al final del rodaje se sumerge en una más que elegante pileta, como si tuviese finalmente quepurificarse de una catarsis de horror. En ese sentido, me atrevo a decir que hay, velada, una historia de horror, pero para confirmar esto, deberé ver la próxima película de la autora. Por ahora todo lo que queda es que una vez más y por su propia moral condescendiente, los problemas de la clase media necesita ilustrar la desgracia humana de la Otredad.