Parodia de la ampulosidad La última película de Nacho Vigalondo, quizás uno de los realizadores más inquietos e inconformistas que haya surgido del panorama cinematográfico de los últimos diez años, es una hermosa anomalía que homenajea al kaiju del pasado y critica sutilmente la tendencia hegemónica hoy por hoy en ese mainstream hollywoodense orientado a las épicas de aventuras, léase la obsesión con el gigantismo hueco tracción a secuencias de acción redundantes, sentimentalismo muy barato, humor cada día más ingenuo y -en especial- una andanada de CGI que despersonaliza al relato de modo compulsivo borrando de un plumazo la corporalidad de los protagonistas. Aquí el director y guionista lleva al extremo el sustrato irónico de sus opus previos y consigue restituir la dimensión humana a los films ampulosos mediante la historia de una pobre mujer que se sorprende al descubrir que de la nada pasa a controlar a un monstruo enorme que se aparece en Seúl de manera intermitente. Precisamente, Gloria (Anne Hathaway) es una escritora alcohólica que sufre constantes lagunas mentales y con una relación amorosa tambaleante con Tim (Dan Stevens), un novio que le reprocha con insistencia su comportamiento al punto de sofocarla y deprimirla. Luego de un año sin trabajar, expulsada del departamento neoyorquino de Tim y sin dinero disponible, decide regresar a su pueblo natal e instalarse precariamente en una casa familiar desocupada. Entre siestas producto de la bebida y pocas perspectivas de recuperación, Gloria se reencuentra con Oscar (Jason Sudeikis), un antiguo compañero de colegio que en primera instancia se muestra solidario y le ofrece trabajo en su bar. Cuando un engendro voluminoso comience a atacar la lejana Seúl y Gloria se percate que el susodicho reproduce sus movimientos al entrar al “playground” de una plaza, la chica no tendrá mejor idea que comentárselo a Oscar y sus amigos, un gesto que desencadenará abusos y tragedias varias. Vigalondo juega de forma magistral con los engranajes de la fantasía alegórica símil La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) y con las repercusiones en la esfera pública de nuestros problemas mundanos más vergonzosos, conjugando en todo momento esa inefable propensión de los seres humanos hacia la autodestrucción, hoy examinada tanto en su versión femenina (Gloria es un desastre encantador hecho persona, una mujer entregada a un hedonismo que se mezcla con una torpeza bienintencionada y la lucha contra las botellas espirituosas) como masculina (Oscar, quien asimismo descubre que controla a un álter ego gigante en Seúl, en este caso un robot, es un individuo frustrado que esconde un sadismo latente de rasgos ciclotímicos y bastante violentos). La pugna entre “el querer ser” y “lo que se es” se extiende a lo largo del metraje en una apuesta muy lúcida en favor de la comedia mordaz pero también afectuosa, inclinada a comprender las paradojas de los protagonistas. En Colossal (2016) el cineasta español retoma distintos elementos de sus obras anteriores: tenemos la espiral de decisiones de su maravilloso debut Los Cronocrímenes (2007), una estructura narrativa centrada en una microhistoria freak en medio de una debacle de alcance monumental a la Extraterrestre (2011), un análisis perspicaz sobre las implicancias de la virtualidad que recuerda a los criterios subyacentes a Open Windows (2014) y hasta aquella dialéctica de los dobles que decía presente en Parallel Monsters, el mejor episodio por lejos del film coral V/H/S Viral (2014). Dejando de lado el triste cancherismo retórico estupidizante de casi todas las propuestas cómicas del mainstream estadounidense con vistas a abrazar un naturalismo de cuidada construcción, la película sabe poner en el ojo de la tormenta a un absurdo pocas veces aprovechado -o siquiera tratado- por una industria que se la pasa enarbolando la misma concepción lineal y los mismos estereotipos de siempre. Ahora bien, la labor de Hathaway es francamente gloriosa, un testimonio de lo ninguneadas que están muchas actrices en el Hollywood de nuestros días a fuerza de un encasillamiento -similar al de otras épocas aunque exacerbado por la pobreza de los personajes femeninos de las últimas décadas- en un conjunto estanco de papeles que se repiten incansablemente. La norteamericana transmite a través de su rostro y su complexión física la dosis justa de melancolía, sorpresa e improvisación que requiere Gloria, quien sabe de sobra que los dilemas psicológicos te acompañan vayas a donde vayas, a diferencia de Oscar, un hombre que se arrepiente de no haber abandonado nunca su pueblito. No queda más que agradecer a Vigalondo este extraordinario regreso a una ciencia ficción para adultos en serio, aquellos que están dispuestos a sopesar sus contradicciones para buscar una solución -a sus enigmas y disgustos- que no mortifique al prójimo ni usurpe la voluntad del resto de los mortales…
La nueva película de Nacho Vigalondo (que nos sorprendió a todos con Los Crono crímenes) es el claro ejemplo de una extraordinaria idea, en manos de un visionario director, que de alguna manera consiguió el dinero para que lo dejaran jugar. En el actual mundo del cine estadounidense, donde todas las películas se piensan en sagas, juguetes y merchandising, el hecho de que Vigalondo haya conseguido el dinero para hacer una comedia romántica sobre una mujer que vuelve a su pueblo natal arrastrando el fracaso de su crisis de mediana edad, solo para descubrir que tiene una conexión telepática con un monstruo que en ese momento esta destrozando Seúl es literalmente un misterio. La manera en la que ha filmado la película es sinceramente un logro, entrelazando la comedia proporcionada por una cuasi perfecta Anne Hathaway, y el siempre sólido Jason Sudekis y el extraordinario Tim Blake Nelson, con lo que básicamente es una combinación de Godzilla con Titanes del pacifico. De alguna manera, esa mezcla es lógica, y a medida que avanzamos en la vida de los personajes, se va resignificando el Monstruo, humanizándolo de alguna manera, y al mismo tiempo, ayudándonos a comprender a los protagonistas de la historia. Claramente esta película no es para el consumo masivo, sino mas bien para los amantes del cine, sobre todo de genero, que bombardeados por las diferentes multinacionales, ávidamente buscamos una voz original que nos cuente una historia nueva, y esta, si bien es la clásica “Monster Movie”, lo logra, y con creces. Si bien hay momentos en los que flaquea, recomiendo enfáticamente que vean esta película, y que la vean en el cine, para así, lograr que mas voces originales consigan el dinero para hacer “locuras” que compartamos todos.
Hay varias maneras de describir a Colosal pero, quizás la mejor, sea la que un crítico de RottenTomatoes escribió y que la define como un kaiju eiga escrito por Charlie Kauffman. Los personajes resuelven sus trágicas vidas en un entorno fantástico - si antes eran individuos viajando por un pasadizo hasta el interior de la mente de John Malkovich, o utilizando complejos aparatos (escasamente probados) para borrar los amargos recuerdos de un romance roto, acá es un par de amigos de la infancia, borrachos por naturaleza, que tienen como avatares a dos gigantescos monstruos que arrasan la ciudad de Seúl al otro lado del mundo, y que los utilizan para sacarse a trompadas el odio mutuo y las penas atrasadas -. Es una premisa bien rara y hasta estúpida, e incluso el trailer lo pinta como comedia pero Colosal es un filme que desafía definiciones rápidas o concisas. En todo caso es un drama condimentado con elementos fantásticos, los cuales funcionan como una versión alegórica de la vida de la protagonista. Anne Hathaway es un tren descarrilado. Está desempleada, vive con su pomposo novio inglés (Dan Stevens), se emborracha todas las noches y vive de fiesta en fiesta. Cuando le pegan un voleo en el traste, la Hathaway decide regresar a su pueblo natal, en donde se cruza con un amigo de la infancia (Jason Sudeikis). La cosa pinta de redescubrimiento, regreso a las raices y romance pueblerino ya que Sudeikis le da trabajo en su bar, le acerca su barra de amigos y comienzan a enmendar cosas de su propio pasado. Y mientras la primera media hora es espantosamente anodina - lleno de diálogos intrascendentes y filosofía barata -, el filme pega un gran repingo cuando las cosas dan un giro bizarro. Ha aparecido un monstruo gigante que está arrasando con todo la ciudad de Seúl en Corea del Sur; cosa curiosa, hace la mismas cosas que la Hathaway cuando está de visita en la plaza de su barrio. Al principio le parece extraño que el monstruo tenga su tic de rascarse la cabeza pero, cuando descubre accidentalmente que la plaza actúa como una especie de portal dimensional - y ella controla el monstruo mientras pasea por el arenero -, la trama se dispara de un modo lisérgico. No sólo la alcohólica Hathaway se siente responsable por las vidas que ha asesinado accidentalmente al caminar por el parque, sino que semejante descubrimiento ha cambiado la relación con su compañero de copas Sudeikis. Ha dejado de ser el tipo amable que aparentaba; ahora es un individuo oscuro y manipulador, celoso - quizás - del extraño poder que posee Hathaway. Pero cuando él entra en el arenero, otra criatura gigante aparece en Seul: un robot enorme que parece antagonizar con la criatura original. ¿Cómo es que ambos tienen este poder?. Y de ser así, ¿qué significa todo esto?. En sí, Colosal es un alegoría sobre adicciones y bullying - y cómo el primero es consecuencia de lo último -. Es formidable como el filme da vuelta las bazas y, lo que era una película blanda con una premisa estúpida se vuelve un drama potente bañado de todo tipo de significados. La respuesta está en el pasado, claro está, mostrando que las apariencias engañan. Mister Nice Guy resulta ser un manipulador prepotente y violento, y ese odio lo ha sumido en el alcoholismo a él y a su víctima. Pero ahora este bizarro descubrimiento quizás sirva para dar vuelta las cosas. Porque las exigencias de Sudeikis son tales que, si la Hathaway lo abandona, el irá a destrozar el parque todas las mañanas, con lo cual su monstruoso avatar estará asesinando a cientos de vidas al otro lado del mundo - hasta ese punto llega su necesidad de control absoluto sobre la vida de la chica -. Y ella está sola ya que todos sus conocidos y/o amoríos solo están a la hora del sexo y no de pelear por ella para defenderla. Oh, sí, la premisa bizarra se vuelve tremendamente real, importante e impactante, gracias a la excepcional dirección de Nacho Vigalondo. No solo da vuelta las expectativas sino que se despacha con un climax notable que a mas de uno lo dejará con una sonrisa en el rostro. Un gran logro para una película que parece basada en un chiste. Colosal es un filme altamente recomendable. La primera media hora es un aperitivo inocuo pero, cuando la historia se despereza y despierta, funciona en gran forma. La Hathaway se luce como siempre, pero la gran perfomance le corresponde a Jason Sudeikis. Hace rato que el cómico coquetea con roles serios y termina dando la nota. Su transformación de buen tipo en abusador es formidable, y pronto nos damos cuenta que toda su generosidad no era mas que una encubierta invasión de la privacidad. Con una idea original, una ejecución notable y grandes perfomances, Colosal termina siendo una sorpresa, una pelicula que nadie vio venir y que construye algo totalmente inusual a partir de una idea y un grupo de clisés del kaiju eiga.
“Colossal” es una película de mediano presupuesto, extraña y original. Tres características casi imposibles de encontrar en el cine de Hollywood actual. Al menos la mitad de la diversión de “Colossal” está en la audacia de su concepto. La idea misma, es una hermosa locura. ¿En que otro film pueden mezclarse con tanto éxito, dos géneros de películas? la dramedia indie de bajo presupuesto y las películas de kaiju. Improbable. A medio camino en la historia el espectador puede experimentar el vértigo que sobreviene cuando realmente no se tiene idea hacia donde está yendo la historia. Esa sensación se mantiene hasta el satisfactorio final. Anne Hathaway es natural y real en su papel de Gloria, una borrachita, tan inteligente, como autodestructiva. Gloria es una periodista de una revista on-line que vive en la ciudad de Nueva York con su apuesto novio Tim (Dan Stevens). Suena como la vida perfecta, pero Gloria suele ser su propio enemigo. Tim le reclama que nunca está presente y le empaca las maletas. Gloria vuelve a la casa de sus padres en su ciudad natal, Mainland. A pocas horas de llegar se encuentra a su mejor amigo de la infancia Oscar (Jason Sudeikis). Hasta este momento, “Colossal” parece estar en el camino de convertirse en una cool, cómoda, y predecible comedia romántica indie sobre la dura, mordaz, y cínica mujer de ciudad que llega a su casa de pueblo chico con la cola entre sus piernas y se enamora del tipo sólido, leal, y buenazo. Pero no… Mientras Gloria trata de retomar el camino de su vida, un monstruo está haciendo apariciones periódicas en pleno Seúl. Lentamente, Gloria comienza a darse cuenta de que hay una conexión intensa y fuerte entre sus acciones y las del monstruo. Hay un poco de “Donnie Darko” en “Colossal”. El guionista y director Nacho Vigalondo (Cronocrímenes, Open Windows) traza la línea entre Gloria experimentando un colapso emocional, y el monstruo en Seúl, y el resultado es sorprendentemente convincente. Una vez que se establece la conexión Gloria-monstruo “Colossal” entra en modo metáfora y se convierte en la historia de una mujer que lucha contra los demonios de la adicción y el auto-odio, estirando su concepto barroco hasta donde puede, pero sin romperse nunca. Vigalondo subraya el egocentrismo moderno en la idea que “mis problemas son los problemas del mundo” hasta convertir la película en una parodia surreal. El film funciona bien tanto como narrativa superficial, como metáfora subtextual. Si King Kong representó el animal de la naturaleza salvaje que causa estragos en la civilización moderna, y Godzilla puede representar el miedo a la destrucción nuclear, ¿por qué un gigantesco monstruo CGI no puede ser una perfecta proyección de los dilemas de una joven actual?
La vida de Gloria parece que no puede ir peor. Aunque ella no lo admita, tiene graves problemas con el alcohol, motivo por el cual su novio la echa de su casa y debe volver al barrio de su infancia, a vivir en un enorme caserón desamueblado. Así se vuelve a ver con viejos conocidos de su época de infante. Pero además que la situación no mejora, al otro lado del mundo, en Seúl, aparece un enorme monstruo que destroza la ciudad siempre a la misma hora. Hoy nos toca hablar de la nueva cinta dirigida por el español Nacho Vigalondo, quien por muchísimos cinéfilos es amado y considerado un visionario, y unos pocos, pensamos que su filmografía se basa más que nada en grandes ideas muchas veces mal ejecutadas. Y algo de eso tiene Colossal. Como suele suceder en el cine de Vigalondo, la atractiva premisa sirve como excusa para contar otra cosa, algo que quedó más que claro en el film Extraterrestre. Ahora la historia central e importante, es la de Gloria y como debe re armar su vida luego de una separación, y una auto negación con su adicción al alcohol. Así es como vuelve a reunirse con viejos colegas, que al principio resultarán de ayuda pero a medida que avance el film vamos viendo que en realidad son un lastre para ella. Y si ustedes se preguntan ¿Qué tiene esto que ver con el kaiju (monstruo gigante) que está destruyendo todo en Seúl? Si, tiene bastante que ver, aunque la explicación la dejaremos para que la vean ustedes y decidan si es una tomadura de pelo o de verdad funciona. Y a riesgo de parecer reiterativo, este film NO ES DE KAIJUS, si quieren ver ciudades destrozadas por bichos enormes, vuelvan a ver Pacific Rim, porque en Colossal en muy pocas escenas podremos observar eso. A favor del film, por suerte esta vez Vigalondo contrató una actriz de verdad y Anne Hathaway está más que correcta en su rol de gloria. Logramos empatizar con ella y nos da lástima como va tirando su vida a la basura por no poder tomar una cerveza menos. Pero quien en realidad se come la película es Jason Sudeikis como Oscar. Lo vemos bastante alejado de los roles que suele hacer, en un papel que a veces intimida, y que ojalá lo veamos interpretar más seguido. Colossal es una propuesta correcta y ya. Como suele pasar con las últimas cintas de Nacho Vigalondo, podríamos decir que sus ideas se adaptarían mejor al formato de mediometraje que al de una película en sí, ya que una vez contado o puesto en escena lo que le interesaba contar, los films se sienten vacios y estirados sin necesidad. Una pena porque las premisas en sí, son bastante innovadoras.
¿Qué pasaría si cuando estás atravesando el peor momento de tu vida te podrías materializar en un monstruo? Bienvenidos a 'Colossal'. Gloria (Anne Hathaway) pasa su tiempo de desocupada en New York, bebiendo en exceso y yendo de fiesta con sus amigos. Hasta que un día su novio no tolera más tal situación y, literalmente, la hecha del apartamento. Quebrada, tanto a nivel económico como emocional, retorna al lugar que la vio nacer. Vuelve a la casa vacía de sus padres. En su derrotero por esta pequeña ciudad de EEUU, y en busca de un colchón inflable para no estropear su columna, se topará con Oscar (Jason Sudeikis), un antiguo compañero de la escuela primaria a quien hace años que no ve. A partir de este encuentro, múltiples sucesos comenzarán a suceder en simultáneo. De modo amable y tendiéndole una mano, Oscar le propondrá a Gloria trabajar en su bar, y al día siguiente, tras compartir una noche pasada de copas, irrumpirá la realidad un hecho extraordinario: un monstruo, del estilo kaiju, invadirá Corea. Exhibido el tema, los registros de Colossal alternarán entre el tono cotidiano de la rutina de un pequeño lugar, la intrusión fantástica con tintes paródicos, hasta devenir en un oscuro psycho thriller. En realidad, la aparición de este monstruo, y más tarde la de un robot estilo Mazinger Z, será solo un pretexto para retratar la valentía de una mujer, de armas tomar, quien después de tocar fondo, comenzará a encontrarle un sentido a su vida. También para dar cuenta la violencia contenida y de la metamorfosis de un lobo con piel de cordero. Un hombre que cuando obtiene poder, lo utiliza para oprimir y extorsionar a cualquier precio. Un verdadero melodrama vedado en lo que podría ser la génesis de una historia de superhéroes. Como bien cita Spider-man: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad", y sobre esta premisa girará este delirante universo creado por Nacho Vigalondo. Audaz, pretenciosa, desquiciada, son algunos de los adjetivos que describen a esta cinta, que presenta una vuelta de tuerca poco convencional y que no solo trabaja la hibridación de géneros como pocas, y pone en relieve todo un dilema moral, sino que además nos deja apreciar a una Anne Hathaway sucia y desprolija, alejada de los estereotipos hollywoodenses que suele interpretar.
Si te quedás con la cáscara, es decir con que el robot y el bicho gigante son simple avatares de los personajes principales, el film termina siendo pasatista y un tanto bobito. Pero si te vas a lo profundo y los considerás que son ...
Monstruos del pasado A través de grandes producciones el cine de monstruos ha desatado la furia sobre ciudades, llevando la calamidad consigo a todos los rincones del universo para que la civilización tenga un enemigo común. Ya sean robots, monstruos de otra dimensión o antiguos mitos populares, estos engendros han cautivado el imaginario con su afán por la destrucción. El nuevo film del realizador español Nacho Vigalondo (Extraterrestre, 2011) es una obra que juega con la grandilocuencia de las películas catástrofe pero la combina con un tono de comedia dramática no exenta de un discurso psicoanalítico sobre la neurosis, la psicopatía y la dificultad de los seres humanos para construir relaciones. Gloria (Anne Hathaway) es una escritora desempleada que vive en un estado de fiesta permanente. Cuando su novio Tim (Dan Stevens) decide poner en suspenso la relación debido a su problema con el alcohol para que ella deje sus malos hábitos, la mujer debe abandonar Nueva York para regresar a su casa paterna en un pequeño y anodino pueblo del centro de Estados Unidos. Allí se reencuentra con su mejor amigo de la escuela, Oscar (Jason Sudeikis), que la contrata como ayudante en su bar para revivir los viejos tiempos. Mientras Gloria se emborracha lamentándose de su crisis existencial y se divierte en el bar con Oscar y sus amigos Joel y Garth, un evento trágico brota de la nada y acapara todas las conversaciones. Un monstruo se ha materializado en Seúl destruyendo varios edificios y causando el pánico en la capital de Corea del Sur para desmaterializarse horas después. En medio de esta historia Gloria comienza una relación con Joel a espaldas de Oscar, que parece bastante enamorado de ella desde hace años. Cuando Gloria descubre que las apariciones del monstruo están relacionadas con sus lagunas temporales producto de las borracheras nocturnas, la vida de la mujer parece perder absolutamente el equilibrio, pero pronto descubrirá que su caída es el camino de la sanación. Colossal (2016) narra de esta manera el resurgimiento de un trauma infantil a partir de la fantasía creando una situación de realismo mágico que combina elementos de la indistinguible inocencia y crueldad de la niñez con el odio encarnecido que solo los adultos pueden desatar como producto de las heridas mal cicatrizadas del pasado. La historia del monstruo irrumpe en el relato como una intrusión en la civilización y la física para convertirse en parte de la vida de Gloria y Oscar y de esos temas pendientes no resueltos de su amistad que los acosan. Vigalondo crea un drama en el que las situaciones cómicas, las tragedias, los rechazos y las relaciones de amistad y pareja se entrecruzan para formar un equilibrio de tonos en los que cada elemento aparece en su medida justa sin menoscabar a los otros. El realizador español demuestra aquí que es posible crear personajes que combinan la trivial realidad con la fantasía más disparatada y divertida e insertarlos en una historia en la que el realismo y lo fantástico conviven de forma maravillosa a través de un inconsciente que se hace carne, generando un lugar para que las ilusiones de los niños y el mundo adulto convivan y encuentren sus puntos en común con el objetivo de crecer y dejar atrás al hombre- niño.
Creíamos que los avances de Colossal, lo nuevo de Nacho Vigalondo (Los Cronocrimenes) nos habían contado absolutamente todo sobre la trama pero nos comimos un amague: la película no trata de un kaiju (el típico monstruo gigante japonés) y un robot a lo Mazinger Z destruyendo ciudades, sino que es una comedia romántica que se parece más a cualquier película de Hugh Grant que a Pacific Rim. ATENCIÓN! Hay algún que otro SPOILER a continuación... Gloria (Anne Hathaway) regresa a su pueblo natal en medio de una crisis de los 30: recién separada, sin trabajo, alcohólica. Se reencuentra con Oscar (Jason Sudeikis), un amigo de la infancia, que comienza a ayudarla con cortesía (le da trabajo, cosas para la casa) pero poco a poco se vuelve posesivo y violento, sobre todo cuando Tim (Dan Stevens), su ex novio, viaja al pueblo a buscarla. ¿Y qué tienen que ver los monstruos de los adelantos en esta historia? Bueno... resulta ser que cuando Gloria entra en una especie de playground en una plaza cercana a su casa, un monstruo se materializa en Seúl al mismo tiempo, recreando sus movimientos: hay cierta conexión entre ambos cuando ella está específicamente en ese lugar. Y claro que, sin querer, comienza a generar estragos en la ciudad. Lo primero que destacamos como positivo son las actuaciones. Tanto Hathaway como Sudeikis componen personajes oscuros pero sin caer en el melodrama. Tienen una relación que se va tornando conflictiva, principalmente por la obsesión que él empieza a desarrollar con ella y las consiguientes manipulaciones que ejerce. Sin embargo, nunca sobrecargan la pantalla de drama porque lo más oscuro convive con sus alcoholizaciones jocosas, divertidas y torpes. Las dos caras de los personajes conviven armónicamente, dándoles una profunda dimensión humana. Quizás la trama es demasiado sencilla para la duración que se nos propone el filme y se empantana un poco en el segundo acto. Si bien los personajes están bien construidos y la relación entre ellos es lo que avanza desarrollando el conflicto, la relación que establecen con el kaiju y el robot es un poco... ambigua. Me recordó un poco la polémica asociada al final de Lost: estaban los que esperaban que la serie tuviera un cierre narrativo y los que nos conformábamos con un cierre emocional. Si buscamos justificar narrativamente la relación entre los protagonistas y el origen de los gigantes, la explicación que nos da Vigalondo no es satisfactoria, en absoluto; de hecho, roza lo absurdo. Podés quedarte con lo literal y enojarte un poco. Pero lo cierto es que la materialización de los conflictos de los protagonistas en dos bichos enormes del otro lado del globo esconde una crítica a la espectacularidad del cine contemporáneo. Creo que más que desidia a la hora de construir la causalidad, se juega con el absurdo como una manera de decir "Las películas de monstruos no cuentan nada. Es todo grandilocuencia y CGI. También voy a ponerlos arbitrariamente. Y usarlos como enormes monigotes vacíos para contar otra cosa". Que, en definitiva, es lo que pasa con el cine del tipo Transformers, Kong y Godzilla últimamente: cosas enormes, destrucciones, efectos que sólo llenan los ojos pero no cuentan absolutamente nada. VEREDICTO: 7.5 - POLÉMICA Colossal propone una comedia romántica con una vuelta de tuerca adicional de sentido respecto a las películas que dominan la cartelera comercial. El problema es que el acceso a este sentido está un poco encriptado, corriendo el riesgo de que el espectador no lo entienda y considere a la película como una pavada del tamaño de un kaiju.
Colossal: Cuando las cosas se mezclan bien. Una imaginativa sorpresa que logra ofrecer mucho más que su disparatado concepto sobre una alcohólica que controla un monstruo gigante. No importa lo que sepas sobre la película antes de verla, es un film que esta condenado a sorprender. Siempre esta la duda cuando un imaginativo e interesante director entrar al sistema hollywoodense, y a pesar de que Colossal es técnicamente una co-producción canadiense y española, no hay dudas de que busca dejar la mesa de los niños e ir a comer con los grandes. El director y guionista español Nacho Vigalondo arrancó su carrera siendo nominado al Oscar por su corto “7:35 de la Mañana”, pero fue con su primer largometraje Los Cronocrímenes que empezó a girar cabezas en la escena mundial. Solo cuando el guion y la dirección provienen de una misma voz puede lograrse un producto como este, con la capacidad de moverse tan libremente entre géneros manteniendo un tono conciso y constante. También ayuda que la dirección sea tan enfocada e imaginativa y que el guion resulte no solo interesante sino entretenido, planteando a una desempleada que se resiste a su alcoholismo cuando se entera que puede controlar a un monstruo gigante que aparece sorpresivamente en Corea del Sur. Anne Hathaway nos vende una persona normal con muchos problemas, y gracias a ello nosotros compramos a una protagonista que logra agradar fácilmente. Jason Sudeikis encuentra seguramente no solo el mejor proyecto del que ha sido parte sino también un papel que habrá tomado como un reto y una enorme satisfacción, su personaje es casi el otro protagonista de la película y él se desenvuelve de gran manera. En pos de mantener la reseña 100% libre de spoilers no vamos a ahondar mucho en el desarrollo de la trama, ya que resulta particularmente necesario entrar sin saber que esperar para disfrutar todos los giros que Colossal nos regala. Pero lo que si vamos a decir es que la película no solo esta preparada para sorprender al desprevenido sino también engañar al preparado. Con una historia atrapante, personajes interesantes y un sorpresivo progreso que logra entretener en todo momento, va a ser muy difícil que no pases un buen rato.
Encontrarse un realizador extranjero en Hollywood, por suerte, es algo que se ha vuelto más común -después de todo, el galardón que otorga la Academia a mejor director ha ido durante tres años consecutivos a manos de Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, el último en dos oportunidades-. En ese sentido, los nuevos relatos del cine estadounidense se han vuelto más diversos, tanto desde la temática como del estilo. En este caso, el español Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes) escribe y dirige una producción que camina por la cornisa de la fantasía, la comedia y el drama, lo que da como resultado una de las historias más extrañas que llegaron al mercado en 2017.
Gloria (Anne Hathaway) es una joven que vive con su novio Tim (Dan Stevens) en Nueva York, tiene problemas con el alcohol y cansado de esto Tim decide echarla. Sin Trabajo, ni plata o alojamiento, Gloria regresa a su pueblo natal, a la casa de sus padres, que se encuentra deshabitada. Allí se reencuentra con un viejo amigo de la primaria Oscar (Jason Sudeikis). Al principio todo parece ir bien y Gloria comienza a trabajar en el bar del pueblo del cual él es dueño. Durante una noche de borrachera, Gloria despierta en su casa y descubre que un monstruo atacó la capital de Corea del Sur. Así se van dando varios ataques hasta que Gloria se da cuenta de que ella está de alguna manera conectada con los ataques. Cuando les revela la verdad a sus amigos que ella es el monstruo y aparece cuando pisa un terreno de un parque infantil, en ese momento también se descubre que Oscar aparece en forma de robot. Ellos adquirieron estos poderes cuando eran pequeños y esa fue la primera vez que aparecieron el robot y el monstruo. A medida que avanza la película vemos cómo el alcoholismo de Gloria la lleva a hacer desastres siendo el monstruo. A su vez nos damos cuenta de que su amigo vive una vida muy miserable y que la envidia por haber podido salir del pueblo y que no es tan bueno como dice ser. Ambos comienzan a tener un conflicto personal por las actitudes de éste y ahí comienza el enfrentamiento entre el monstruo y el robot. Podemos decir que es una película con un poco de humor, ciencia ficción, drama y hasta una crítica social, ya que toca temas como la violencia de género, el desamparo y el escape de la realidad a través del alcohol, los celos, etc. Pero al mismo tiempo la trama va diluyendo estos asuntos para centrarse mas en la historia del monstruo y el robot. Las actuaciones son buenas y el mensaje final es muy bueno. Puntaje: 3/5
Un monstruo viene a verme Si nos fijamos en el afiche con el que se promociona la última película del director español Nacho Vigalondo vemos a una mujer y a una especie de monstruo rascándose la cabeza al unísono. Aquí no desvelaremos el significado de tal gesto en el devenir de la trama, pero sí que podemos afirmar con rotundidad que muchos de los espectadores que acudan a ver el film en algún momento del mismo acabarán por emular a ambos protagonistas de la historia, dado el nivel de incomprensión y extrañeza a la que se verán abocados sin remisión. Si existen cineastas a los que les gusta ir mezclando géneros a Vigalondo le encanta, y cuanto más distantes se encuentren esos géneros entre sí pues mucho mejor: En Los cronocrímenes (2007) y Extraterrestre (2011) se atrevió con la comedia romántica y la ciencia ficción, y en Open Windows (2014) con el thriller psicológico y la ciencia y la tecnología. Ahora riza el rizo y no sólo osa mezclar géneros dispares sino que los localiza geográficamente, y así combina con resultado desigual los patrones propios de una cinta indie norteamericana de esas que se estrenan a puñados en Festivales de Cine como Sundance y un “kaiju eiga” (películas de monstruos) japonés. El argumento no tiene desperdicio, y leído de corrido te entran unas ganas locas de ver cómo se las han apañado para trabajar con elementos tan antagónicos y haber salido bien parados: una chica con serios problemas de alcohol que le afectan a la hora de cometer tonterías cada vez más trascendentales, se traslada al pueblecito donde creció para reiniciar su maltrecha vida. Allí con ayuda de los viejos amigos de la infancia, empezará a encontrar el orden vital que anhelaba, aunque una serie de increíbles acontecimientos la llevarán a abrazar el caos más absoluto. Y es que en Seúl un monstruo y un robot han aparecido después de un montón de años y amenazan con destruir todo lo que se les ponga por delante. Con el apoyo inestimable de aparatos tecnológicos domésticos como la televisión, el móvil o la Tablet, ambos continentes (América y Asia) conectarán su destino desde lo más mínimo hasta lo más trascendental. No sabemos si el objetivo marcado es el de criticar algunos aspectos de la globalización actual en la que nos movemos, o si tan singular peripecia es fruto de un guion hilvanado tras una estimulante ingesta de alcohol, pero lo cierto es que el desarrollo argumental se mueve en unos parámetros que van desde lo enigmático hasta lo bizarro sin haber término medio. Bueno sí que lo hay, una suerte de eternas y aburridas conversaciones a trago limpio en la que se habla de lo divino y humano sin quenada de lo que se diga pueda llegar a importar. Lo que sí está claro es que Nacho Vigalondo no deja indiferente. Tiene una legión de seguidores que celebran cada uno de sus trabajos como si no hubiera un mañana mientras otros lo destripan sin piedad. Colossal gana enteros cuando nos explica todo lo que está sucediendo en Corea, con esas peleas épicas entre seres monstruosos que nos retrotraen a las míticos films de la productora Toho sobre Godzilla; pero se desinfla de forma alarmante en cuanto pisa terreno yanqui y nos sumerge en ese acartonado melodrama en el que actores de solvencia contrastada como la guapa Anne Hathaway (2016 no fue un buen año para ella, ya que su otro estreno fue la infumable Alicia a través del espejo) o Jason Sudekis (mucho más efectivo y creíble en las comedias alocadas que suele protagonizar) se pierden en diálogos inoperantes que quieren resultar relevantes y no pasan de intrascendentes.
Otro español que filma en inglés y con estrellas de Hollywood para una deforme y provocadora apuesta que mixtura una historia de monstruos con una fuerte veta existencialista. Una mujer alcohólica (Hathaway) descubre que su consumo de bebidas se ve reflejado, mágicamente, en una criatura estilo kaiju que azota las calles de Seúl. Cuando ella levanta el pie en su pueblo al que vuelve a reencontrarse con sí misma luego de un fracaso sentimental, la criatura pisa gente y edificios del otro lado del mundo. Y cuando su amigo de la infancia, potencial interés romántico que luego se convierte porque sí en un villano repulsivo, se pelea con ella, en Seúl aparece un robot que hace lo mismo. Sus peleas y conflictos personales se vuelven literales peleas y conflictos entre dos gigantes de película de criaturas asiática. Desde su debut con Los cronocrímenes, Nacho Vigalondo no había vuelto a hacer una película tan cerebral, cuya trama tuviésemos que confiar a los laberintos de la inteligencia para hallar su misterio. Lo más cerca que estuvo de ello fue en Open Windows, un artefacto no menos complejo que contenía varias películas dentro, una muñeca rusa de interfaces digitales que dialogaban entre sí y redefinían el concepto espacial en la pantalla y en el relato. Con Colossal, su nueva producción internacional, rodada en inglés y con estrellas norteamericanas, el cineasta español demanda más que nunca una suspensión de la credibilidad que probablemente no todo espectador esté dispuesto a conceder. Sin embargo, no hay otra forma de adentrarse en las imágenes de Colossal que sobrevolando el absurdo y la extravagancia de una ciencia ficción surrealista o de un realismo mundano convertido en disparatada fantasía. El humor, la distancia irónica, juegan un rol esencial. Aunque, en estos tiempos en los que tipos con mallas, calzones y capas monopolizan la noción del héroe contemporáneo, no parece mucho pedir que abracemos la demencia y el riesgo de Colossal, así como sus inconsistencias dramáticas, que al final del camino hacen gratamente consistente la cinefagia que destila cada minuto de película. ¿Cómo casar los códigos de una película indie sobre las nostalgias y deudas del regreso al hogar con una fantasía apocalíptica sacada de los estudios Töhö y de las referencias populares de la cultura freak, con robot incluido? La genialidad de Vigalondo, su demencia creativa, entra en juego en ese maridaje entre lo épico y lo íntimo, lo sobrenatural y lo prosaico. No es la primera vez que Hollywood se desmarca con una hibridación tan improbable –Cloverfield y sus derivaciones también obedecían a la fórmula estética indie + movie monster–, pero Colossal se disputa en otro lugar, acaso en el abstracto mundo de las ideas y los ideales, de los espejos que nos devuelven el reverso siniestro de nuestra confortable apariencia. Todos somos monstruos. El camino elegido por Vigalondo no es racional sino intuitivo, las películas no tienen que explicarnos el mundo sino mostrarlo. Y el mundo con el que fabula Vigalondo merece ser habitado.
Sacá el monstruo que hay en vos. A Vigalondo le alcanzó con su ópera prima Los Cronocrímenes para ubicarse dentro de un selecto grupo de directores provenientes del país ibérico que llegaron para renovar la fructífera cuota de cine de género proveniente de ese país. Sus siguientes dos propuestas, Extraterrestre y Open Windows, lo confirmaron como creador con talento, aunque ninguna alcanzó la excelencia de su primera obra. En un pantallazo, Colossal parecía ser el gran salto a las grandes ligas. Si bien no había una gran banca marketinera detrás, el contar con dos estrellas convocantes en sus protagónicos, y la aparición de monstruos y robots que atacan a toda una ciudad hacía suponer un gran despliegue para la baba de sus seguidores que lo verían dar el siguiente paso; de hecho, es su primer film en estrenarse en salas en nuestro país. La realidad, si bien no decepcionante, dista bastante de eso. Colossal es una comedia hecha y derecha, no tanto para las carcajadas como para la sonrisa. No es Godzilla, Cloverfield: Monstruo, King Kong: La Isla Calavera, ni menos Pacific Rim. Sí, hay un planteo cercano a ese subgénero popular en Japón conocido como Kaiju (básicamente monstruos gigantes que surgen de algún lado y tienen como fin aplastar maquetas o CGI de torres y edificios mientras la gente corre y muere pisoteada); pero el contexto es otro, y se hace sentir desde los primeros minutos luego de una secuencia previa realmente muy prometedora. Un monstruo incontrolable: Gloria (Anne Hathaway) es un desastre y su vida en Nueva York junto a su pareja perdió el control. Alcohólica, se trasnocha, solo quiere dormir todo el día, y su novio ya le perdió el rumbo; por eso, la echa del departamento. Sin lugar a dónde ir, y desorientada en su destino, Gloria regresa a su pueblo natal. Allí, entre otras cosas, visitará el bar (por supuesto), y se reencontrará con Oscar (Jason Sudeikis), un amigo de la infancia con el que parece haber quedado alguna cuenta pendiente. ¿Estamos en un film producido/dirigido/guionado por Judd Apatow o John Carney? Casi, porque cuando Gloria visita una pequeña plaza en el pueblo, suceden cosas extrañas. Las noticias informan de un monstruo gigante de apariencia extraterrestre que aparece de la nada y aterroriza con su presencia y andar a la ciudad de Seúl en Corea del Sur. ¿Qué tiene que ver esto con lo que vimos antes –salvo la secuencia previa–? Todo indica que Gloria y el monstruo están conectados, que el monstruo imita el andar torpe de Gloria por esa plazoleta, o eso le parece a ella. ¿Cómo convence ahora al resto de los habitués de ese bar? Una comedia con corazón indie: Eso es Colossal, una comedia de tono cuasi indie, con personajes con carnadura (aunque ya hemos visto similares en casi todas las películas de ese estilo, outsiders cancheros que arruinaron su vida de fracaso en fracaso, probablemente de botella en botella, y que buscarán una redención volviendo a sus orígenes para encarrilarse). Sí, también hay monstruos grandes y gente huyendo despavorida por las calles de Seúl… aunque muchas veces (¿la mayoría?) lo vemos a través de una pantalla de televisión. En la versión de Godzilla de 2014 también asistíamos a una propuesta en la que nos hablaban más de los personajes que de la “acción monstruosa”, pero esa vez se optaba por un melodrama cursi en la que, de alguna forma inentendible, el lagarto estaba encarnizado con ver morir a cada miembro de una familia generación tras generación como si fuese Tiburón 4: La Venganza mientras todas las escenas de ataque se perdían en el montaje, entre lluvia y neblina, o en pantallas al fondo del cuadro. Por suerte, Vigalondo aquí crea una total empatía con los personajes. Y el tono, claro, es mucho más relajado, por lo que nuestro interés se mantiene permanentemente atento. En pocas palabras, la comedia funciona y hace que las escenas de monstruos funcionen también… aunque quizás no como nos esperábamos. Anne Hathaway se prueba en un tipo de personaje algo diferente, no tan perfecta y alineada, y cumple. Demuestra que tiene mucha soltura en la comedia sea el rol que sea. Jason Sudeikis se ve algo desdibujado ante el protagónico de Hathaway, si bien tiene momentos en los que se gana nuestra simpatía con un personaje que no sabemos si amar u odiar. Entre ambos hay un juego de química/anti-química que potencia esta historia en esencia simple. Los rubros técnicos disimulan muy bien un presupuesto que no es ni de los más abultados ni le llega cerca a un tanque hollywoodense. Se elige qué mostrar y cómo, casi como una propuesta artesanal con CGI aceptable. El montaje es dinámico y le agrega un ritmo para nada vertiginoso, llevadero. Conclusión: Colossal es la propuesta más estereotipada y genérica de un director al que le pusimos todas las fichas para calentar la escena del suspenso y la ciencia-ficción. Una comedia amable, entretenida, con un buen dúo protagónico y secundarios que acompañan bien. Hay algún bache en la mitad que no termina por arruinar la propuesta y se erige para un final en el que sí, con algunos reparos se nos entregará lo prometido. ¿Alcanza? Sí ¿Esperábamos más? Sí.
Solo a Nacho Vigalondo, que va por su cuarto largometraje y es reconocido por su libertad creativa se le podría ocurrir mezclar una comedia dramática romanticona entre perdedores con el género Kaiju que es el de los lagartos gigantes japoneses. Y no se ve simplemente como un delirio, sino como una manera de descubrir la verdadera naturaleza de los protagonistas y hasta puede interpretarse como una venganza imaginaria de una maldad infantil. Anne Hathaway que se enamoró del guión y dono parte de su sueldo para contribuir con la producción, lleva adelante con sensibilidad y profundidad a su criatura: Una chica adicta al alcohol, a las fiestas, que con su profesión de escritora, termina echada de su casa de convivencia por el dueño, su novio. Sin tener donde ir va a la casa de sus padres y allí recomienza una relación de épocas escolares con el dueño de un bar que la emplea. Y entre vaivenes de seducciones y borracheras, cuando por la tele se entera que una especie de Godzilla aterra Seul, descubre por casualidad que ese monstruo imita sus gestos, y con cada uno casi siempre desparrama desgracias. Algo parecido le pasa al dueño del bar. Supuesto enamorado. De monstruos y héroes envasados en un misma persona. Esa es la cuestión. Y lo mejor de la idea es que todo cierra con elementos fantásticos o raciocinio. Mas que interesante película donde brilla Jason Sudeikis un especialista en humor que puede pasar a lo siniestro en instantes. Hay que ver este filme.
Colossal venía con el ruido de que es “una película diferente”, y si bien hay algo de verdad en la originalidad de la idea, la misma no alcanzó para un film entero. Que una mujer con problemas de alcoholismo pueda crear y controlar a un monstro gigante al otro lado del mundo es gracioso y hace que se mezclen géneros cinematográficos, algo muy celebrable, pero no mucho más que eso. Y arranca muy interesante y con un desarrollo de personajes muy bueno, pero luego de la mitad la cinta decae. El director español Nacho Vigalondo presenta un muy buen trabajo y a nivel producción hay que destacar los efectos especiales para con los recursos con los que contaban. Asimismo, se puede hacer una lectura metalingüística en las adicciones y como pueden hacer explotar a una persona. Un concepto muy interesante que desarrolla el film. El elenco está bien y Anne Hathaway se destaca como siempre. Pero me gustó más la transformación del personaje interpretado por Jason Sudeikis. En definitiva, Colossal te hace pasar un buen rato como espectador pero la historia hubiera funcionado mejor como un corto o un cuento. La película le quedó grande.
El monstruo que llevamos dentro Se estrena una de las películas más originales de lo que va del año y, de la mano de Anne Hathaway, promete diversión, acción y mensajes cifrados. Si uno recuerda fragmentos de su vida, se daría cuenta de errores cometidos casi por inercia o manera de ser. Desde una torpe caída que podría arruinar una boda o un pollo quemado en una cita, los errores son peligrosos al pasar a ser cotidianos. Una vez que los mismos se apoderan de tu rutina, pasas a ser esclavo de dichos fantasmas. Esto mismo le sucede a Gloria, la protagonista de Colossal (2016) interpretada por la extraordinaria Anne Hathaway, donde el alcohol y la juerga le trae problemas al punto tal que su pareja la deja. Así comienza Colossal y no es para nada involuntario. Dirigida y escrita por el español Nacho Vigalondo (Open Windows, 2014), Colossal expone los conflictos internos del ser humano con un claro mensaje cifrado en formato de ciencia ficción. Un monstruo aparece de la nada y azota Seúl, coincidiendo en los momentos en que Gloria desvaría y no recuerda nada. En una de las escenas más cómicas del film, la protagonista descubre que ella es el monstruo y lo expone frente a su grupo de amigos. Gloria se encuentra atrapada en esa figura monstruosa, aunque aquí el espectador no podría discernir si el verdadero ser que atemoriza es aquel que destruye la ciudad de Corea o la misma Gloria y su desordenada vida. El juego entre dichas dicotomías vinculadas es constante y pregona una primera hora para disfrutar. El reparto lo completa Jason Sudeikis (Quiero matar a mi jefe, 2011), Austin Stowell (Puente de espías, 2015), Tim Blake Nelson (Lincoln, 2012) y Dan Stevens (La Bella y la Bestia, 2017), por lo que el apoyo humorístico está presente. La obra ambiciona con excelentes escenas de acción, lo que propone que el espectador se exalte en la pantalla grande. Sin dudas el film peca en no tomar con absoluta seriedad dicho mensaje que pretende auspiciar, satirizando y exponiéndolo con cierta liviandad. En esto mismo se sumerge el guion, sin profundizar, tan solo tratando de entretener. Colossal es un viaje magnífico para todo aquel que pretenda algo distinto en el cine. La idea es muy original. “Una mujer con cierta conexión psíquica con una bestia” es llamativo desde donde lo mires, pero en eso no se centraliza la película. Colossal expone las miserias del ser humano, las ridiculiza y propone un juego de ciencia ficción donde, al vencer a la criatura, se lograría derrotar a todos los conflictos internos que uno posee. Ese es el juego que nos presenta y el cual depende de cada uno si estamos dispuestos a jugar, tanto en el film como en nuestras vidas.
Colossal navega por espacios de fantasía/realidad y el mensaje que ofrece es una especie de alegoría dramática sobre la adicción al alcohol. Es un largometraje escrito y dirigido por Nacho Vigalondo. El guión es muy original y bastante disparatado. Gloria (Anne Hathaway) está atravesando momentos complicados debido a su adicción a las bebidas, por esto y por no poder verla así su novio Tim (Dan Stevens) le pide que se vaya del departamento de Nueva York donde conviven, es decir separarse. Ella decide ir a la casa donde nació, en el pueblo de Minland. Apenas llega se reencuentra con Oscar (Jason Sudeikis) un gran amigo de la infancia quien la ayuda en su mudanza también ofreciéndole empleo en su bar. Durante su estadía aparece en el informativo una noticia terrible acerca de un monstruo gigante -como un lagarto/extraterrestre con pies y manos- que está destruyendo Seúl. Ella increíblemente se da cuenta que sus movimientos, en un determinado horario y espacio (en un parque donde pasa ratos) se replican exactamente a los movimientos que hace el monstruo que está del otro lado del planeta. Tanto es así que cuando ella se va de allí el monstruo desaparece, cuando ella vuelve a ese lugar el monstruo también aparece en Seúl. Colossal es un drama divertido y tiene un toque de comedia romántica. El trabajo de Anne Hathaway es fantástico. El cuento nos va llevando a lugares de delirio -tal vez pensados con algunas copas de más- pienso que hubiera sido bueno que tuviera un momento de quiebre para poder dejar más claro el mensaje. Ese que está asociado con lo cruel y desbastador que es una adicción. Sin embargo, continúa con esta temática irreal hasta el final restándole a mi entender un logrado y original enfoque del tema. Hace poco tuve la posibilidad de ver una maravillosa película llamado Un monstruo viene a verme Cuanta belleza puesta en tan terrible drama. Que forma tan poética y bella encontraron para desarrollar ese libro en imágenes tan cargadas de emoción. Adorable e inolvidable film. Encuentro que estas películas son claros ejemplos donde la fantasía -la del monstruo- ayuda a visualizar y entender el drama de sus protagonistas.
Colossal: el arte de contar lo increíble Es muy difícil encontrar otra película como Colossal, porque es dificilísimo hacerla. No sólo por la increíble premisa de la que parte. En realidad no parte de ella, porque la conexión entre lo que sucede con dos personas en una plaza en un pueblo norteamericano y lo que ocurre en Seúl se establece cuando la película ya ha avanzado. Y ya le creemos, porque a Colossal le creemos mucho, también esa conexión disparatada entre mujer y hombre y dos monstruos gigantes (kaijus) arraigados en la tradición del cine japonés. Vigalondo (Los cronocrímenes) es alguien que entiende los mitos y las energías del cine, y sólo desde ese entendimiento se puede llevar adelante, con este ritmo y esta gracia, una película así. Vigalondo no se disculpa por esta propuesta -que definió como un cruce entre ¿Quieres ser John Malkovich? y Godzilla- inviable en los papeles, sino que cuenta con algo que no está presente todos los días en el cine: la convicción. Vigalondo sigue los consejos de Oscar Wilde: se preocupa por hacernos creer en su decisión de contar lo que está contando y, así, nos hace creer en eso que cuenta. Y va más allá, nos divierte en el sentido más feliz: nos atrapa porque su mecanismo narrativo es de una bienvenida insolencia. Historia de chica que es echada de casa por su novio, que vuelve al terruño, que se reencuentra con un compañero de primaria que tiene un bar. Y hay celos y maldades, y alguien tiene que enfrentar esas maldades, como se pueda. Y Anne Hathaway y Vigalondo pueden.
Es un monstruo grande y pisa fuerte Original y divertida, esta comedia del español Nacho Vigalondo tiene una gran idea central, que no es del todo aprovechada. Divertida, impredecible, original: es una lástima que Colossal no termine de aprovechar al máximo su idea madre, una disparatada genialidad al estilo del Charlie Kaufman de ¿Quieres ser John Malkovich? En un pueblito estadounidense, una mujer descubre que de alguna manera está conectada a un monstruo que, en las antípodas del planeta, está asolando Seúl. Los primeros 45 minutos de la película son prometedores. Anne Hathaway se luce como esa alcohólica que vive de juerga en juerga, esa tiro al aire eternamente contracturada por quedarse dormida en los lugares más inapropiados. Una hermosa perdedora, desocupada, expulsada por su novio del paraíso de un loft neoyorquino, sin otra salida que volverse a vivir en la suburbana casona familiar de su infancia, ahora vacía. Una (anti)heroína caída en desgracia, perdiendo el tiempo en un mundo masculino poblado por hombres malos, egoístas o idiotas. Está intentando rehacer su vida cuando cae en la cuenta de ese extraño fenómeno: algo la une al Godzilla que, siempre a la misma hora, aparece para causar destrozos en la capital sudcoreana. Esta premisa podría haber dado lugar a una comedia delirante. Pero la historia se mete en un camino melodramático inesperado: el tono cambia para mal y el efecto de ese hallazgo se diluye. Volvemos a Kaufman: es como si al español Nacho Vigalondo le hubiera pasado lo de El ladrón de orquídeas, y algún hermano gemelo con gustos cinematográficos ordinarios hubiera tomado el control de su guión para darle un giro sensiblero y de bajo vuelo. Por suerte, después de ese pozo la cuestión remonta y el final vuelve al espíritu original. De todos modos, queda la sensación de oportunidad desperdiciada: podría haber sido brillante, pero Colossal termina siendo apenas una película simpática.
Colossal, de Nacho Vigalondo Por Jorge Bernárdez Cuenta la historia que horrorizada por el resultado de la versión cinematográfica de Los miserables, un verdadero mamotreto insufrible, Anne Hathaway sufrió una especie de crisis profesional que la llevo a tomar distancia de un Hollywood que por inercia, la llevaba hacían un camino que no la convencía en términos profesionales y el paso siguiente fue leer guiones que no fueran tanques o fórmulas probadas. Quizás la historia esté un poco armada y Hathaway sencillamente haya buscado proyectos que pudiera financiar, al fin y al cabo en esta época las estrellas son muchas veces las que permitan que los proyectos funcionen. El asunto es que llegó a sus manos la historia de un director español que era poco menos que una locura en términos de viabilidad para ser filmado, pero que a la actriz la fascinó desde la primera a la última página. Nacho Vigalondo escribió en principio un guión que se llamaba Santander y que era una película de monstruos al estilo de Reptilicus (Poul Bang, 1961) que transcurría en España. Pero claro, una vez que empezó a negociar la financiación, apareció el nombre de Anne Hathaway y la locación se trasladó a Seúl y como la actriz se encaprichó en sostener la historia del guión hasta las últimas consecuencias, las productoras no pusieron objeciones. A esta altura Colossal necesitaba una pata más, un actor que pudiera ser un típico muchacho americano afable y querible pero que pudiera esconder un verdadero miserable, golpeador y capo de la barra de la esquina. El elegido fue Jason Sudaikis y así la película se hizo realidad. Así que hoy llega a los cines de la Argentina un film que ha acumulado premios y elogios desde su primera proyección. Gloria (Anne Hathaway) es una periodista un poco detenida en su carrera, con una vida un tanto agitada que determine que su pareja la eche de su casa por digamos, sus reiteradas faltas. Con el bolsito al hombro, Gloria abandona Nueva York y se va a su pueblo natal a la casa de su infancia para dejar pasar el tiempo y activarse de nuevo. En ese proceso se cruza con Oscar (Jason Sudaikis), un viejo amigo con el que vuelve a conectarse y que termina dándole trabajo en su bar. Hasta acá tenemos el comienzo más o menos clásico de una comedia, sin embargo, es justo en este punto en que Colossal se deforma. Porque mientras tanto la protagonista está en pleno proceso de recuperación, en la capital surcoreana de la nada aparece un monstruo y destruye la ciudad, mata gente y pone en jaque al mundo. Lo cierto es que Gloria no tarda mucho en comprender que ese monstruo a miles de de kilómetros está conectado con ella, tanto que aparece cuando ella duerme, tiene los tics de ella y deambula sin dirección. Como ella. Entonces la comedia de fórmula deviene en inquietante y los personajes pierden la frescura inicial para dar paso a su procesos internos. No vamos a contar nada de la trama pero sí advertir que Vigalondo se las ingenio para usar a un monstruo como vehículo para hablar de la oscuridad y lo siniestro que anida en los seres humanos y para tratar el tema de la violencia de género y de las relaciones humanas en dos formatos tradicionales: la comedia romántica y las película de reptiloides, este último casi un genero en sí mismo made in Oriente. Hathaway se luce y Sudaikis más, demostrando qué pasa cuando se confía en un gran comediante para que desarrolle como intérprete su costado más oscuro y desagradable. Colossal logra que convivan en una película el sentido de la comedia más clásico, el ánimo destructivo de la película con reptiloides del cine japonés o coreano y un tratado sobre la violencia de género. Es imposible no recomendarla y desear que la gente la descubra entre tanto tanque y tanto superhéroe. COLOSSAL Colossal. España/Canadá, 2016. Dirección y Guión: Nacho Vigalondo. Intérpretes: Anne Hathaway, Jason Sudeikis, Dan Stevens, Tim Blake Nelson, Austin Stowell, Hannah Cheramy, Nathan Ellison, Sarah Surh, Melissa Montgomery, Christine Lee. Producción: Zev Foreman, Nahikari Ipiña, Russell Levine y Dominic Rustam. Distribuidora: Energía Entusiasta. Duración: 109 minutos.
(También emitida en AM 910, Radio La Red y en www.partedelshow.com.ar) Entre el drama, la ciencia ficción y la comedia navega este film atrapante e inteligente, muy bien actuado y con un ingenio bastante infrecuente en el cine: una mujer se separa de su pareja y se va de Nueva York a su pueblo natal en el que descubre que una monstruosa aparición en Seúl se vincula con algo que puede hacer ella misma, al otro lado del mundo. Anne Hathaway y Jason Sudeikis son los protagonistas de un film que tensa el verosímil pero funciona y no deja cabos sueltos, y que alterna con astucia el humor y el drama, con un dejo de misterio más que atractivo. Subyugante y colosal.
Una mujer alcohólica, echada de casa por su novio, harto de sus resacas, descubre que está conectada con un monstruo gigante que aterroriza Seúl. Así de disparatada, de colosalmente atrevida es la premisa de esta película dirigida por un español, Nacho Vigalondo, y protagonizada por la estrella Anne Hathaway, con unos kilos de más, rulos frizados pero frescura intacta. Ella es Gloria, que llega desde Nueva York, con su vida en dos valijas, al pueblo de su infancia para ocupar una casa vacía. Pero esa pausa forzada no termina de funcionar como espacio de reflexión, porque pronto se reencuentra con un amigo de la infancia, que le ofrece trabajo en su bar, y así las noches etílicas siguen desembocando en mañanas de blackout. Hasta que la noticia llega: un monstruo gigantesco causa muerte y destrozos en Corea. A Gloria la impacta la imagen, más que a los demás, como si fuera algo que tuviera que ver íntimamente con ella. El asunto la obsesiona al punto de dejar de beber y constatar que no estaba borracha, sino que efectivamente, el monstruo de Seúl se mueve -cada día, a la misma hora- según se mueve ella, como un títere colosal manejado a distancia. Vigalondo rodea a su atípica antiheroína con una serie de relaciones ambiguas, el amigo (Sudeikis), tan atractivo como pueblerino y resbaloso, y sus amigos, mientras el novio (Dan Stevens, el de Dowton Abbey y La Bellay la Bestia) se mantiene como un deber vía skype. Colosal no disimula la ridiculez del asunto, por el contrario, abre cada vez más el juego de sorpresas directas. Y si se ve con semejante interés y placer es por ese cruce de intrigas, enormes y pequeñas, que tensan la historia de Gloria y su monstruo, un vínculo que Vigalondo tiene el tino de no sobrexplicar, para que el espectador sea quien llene ese espacio, con la carga poética, alegórica, o con la literalidad que quiera. Al menos hasta el muy discutible desenlace.
El monstruo interior Las películas de monstruos – el llamado Kaiju japonés – se basan principalmente en mostrar la destrucción, el caos y los estragos de una ciudad presa por los ataques de bestias gigantescas. Es un género aparentemente discreto en cuanto interpretaciones, pero que en el mayor de los casos presenta al ser humano como poco más que un obstáculo insignificante frente al paso firme y devastador de estos seres primitivos. El gran protagonista es inevitablemente el monstruo y su instinto insaciable de derribar cualquier edificio, avión, tanque o monumento histórico de turno. Sin embargo, si King Kong era en realidad la ejemplificación cabal del avance de la civilización y el desplazamiento del hábitat natural de los animales salvajes, mientras que Godzilla era la representación del miedo japonés a un nuevo bombardeo atómico post Hiroshima y Nagasaki, qué pasaría si la aparición de una de estas criaturas se debiera simplemente a la proyección de la angustia y la impulsividad de una persona autodestructiva. Esta premisa freudiana y delirante es la que toma Colossal, el último film del español Nacho Vigalondo, para profundizar aún más la idea del demonio interior que todos llevamos dentro como una especie de materialización de los traumas emocionales. Acostumbrado a las producciones indies osadas y adepto a la ciencia ficción de bajo presupuesto, Vigalondo toma las bases del ya mencionado Kaiju para convertirlo en una comedia dramática en donde los monstruos son el resultado del alcoholismo y las relaciones problemáticas de la protagonista, Gloria (excepcional Anne Hathaway), una bloguera en decadencia y con graves problemas de autoestima en plena crisis de los 30. La historia comienza en Nueva York cuando, tras otra borrachera sin sentido, el novio de Gloria (Dan Stevens) rompe con ella y la echa de su casa. Sin lugar a donde ir, Gloria regresa a su pueblo natal para vivir en la casa vacía de sus padres únicamente con un bolso, un colchón inflable y la culpa de ver como su vida va perdiendo el rumbo. Allí se encuentra con Oscar (Jason Sudeikis), un amigo de la infancia quien pronto la ayuda a comenzar de nuevo ofreciéndole un trabajo en el bar del que es dueño, pero más importante, recuperando su amistad y escuchando su catarsis. En cualquier otra película esto significaría el comienzo perfecto para una comedia romántica, pero por suerte el guión de Vigalondo tiene otros planes. Al día siguiente, y con la resaca del reencuentro todavía presente, Gloria se entera que una enorme criatura apareció repentinamente en Seul generando el caos y destruyendo cuanto edificio tuviera por delante, para luego desaparecer sin explicación otra vez. Este suceso se repite todas las noches y el pánico de la capital surcoreana se apodera de todas las cadenas de noticias tratando descubrir las razones por las que este ser humanoide apareció precisamente allí y el porqué de su comportamiento tan errático. De todas formas, no pasa mucho tiempo hasta que Gloria se da cuenta horrorizada que la conexión que la une a este monstruo forma parte de su pasado y que es ella misma quien lo controla sin darse cuenta. A esta altura la metáfora sobre el alcoholismo y sus consecuencias es bastante evidente, incluso sin hacer que la protagonista emprenda un viaje espiritual sobre la explicación real de la existencia de esta criatura, el film prefiere dedicar su tiempo para hacer hincapié en lo que significa ese lado oscuro en la personalidad de Gloria y en la manera que esto afecta a su círculo. Algo muy acertado y más interesante que el verdadero origen del enlace y la elección de Seul en particular como escenario. Es así que cuando el argumento devela eventualmente este misterio ya resulta innecesario y casi redundante, teniendo cuenta que la excelente narrativa y las analogías del Kaiju con la autodestrucción emocional ya son suficientes para comprender lo que sucede en su cabeza. Esto justamente es en lo que se destaca el film, en la naturalidad con la que se toma esta premisa absurda y se convierte en un análisis de las emociones mucho más profundo de lo que parece a simple vista. Anne Hathaway interpreta uno de los mejores papeles de su extensa carrera y dota a Gloria de una sensibilidad entrañable con la que trata de salir adelante en el desorden que generan sus decisiones, pero sin dejar de lado su independencia como personaje femenino. En este caso, lo mejor de su interpretación es la forma en la que se hace cargo de sus errores, mostrando una independencia poco común en el cine a la hora de pedir ayuda, como también para afrontar la idea de que ella es la mayor responsable de sus problemas. Algo que rivaliza de gran manera con la impronta de Sudeikis, que por fuera del encasillamiento de su época SNL, aquí desarrolla con solvencia un personaje conformista y potencialmente resentido por la frustración de nunca haber perseguido sus metas. La complicada relación de ambos protagonistas es el principal recurso en el que se apoya Vigalondo para que algunas escenas cobren una magnitud demoledora, tal como sería ver a un gigante destruyendo torres a su paso, pero mostrando la fragilidad emocional de sus personajes. Un recurso por demás original para re-imaginar un género fantasioso y marginado como es el de monstruos, en una deconstrucción de la comedia romántica, la complejidad de las relaciones humanas y el machismo tóxico. Posiblemente la idea de que un lagarto o un robot gigante aparezcan espontáneamente para destruir ciudades enteras pueda resultar demasiado irreal para algunos, aunque no está de más que Colossal invite a pensar por un momento que el monstruo se encuentra mucho más cerca de lo que creemos.
QUERIDOS MONSTRUOS ¿Anne Hathaway se convierte en un kaiju? Algo así, pero todo MUY metafórico. “Colossal” (2017), del español Nacho Vigalondo (“V/H/S Viral”), podría haber tomado muchos caminos diferentes, pero entre la mezcla de drama, comedia, acción y ciencia ficción, en el final, termina optando por la alternativa menos interesante. Anne Hathaway es Gloria, una mujer común y corriente, un tanto depresiva y sin empleo, que se refugia en la bebida y la joda loca para evadir sus responsabilidades y problemas. Tras pelearse con su novio (Dan Stevens), decide escapar de Nueva York y volver a su ciudad natal para acomodar su descarriada existencia. Allí, se reencuentra con Oscar (Jason Sudeikis), un viejo amigo de la juventud que le ofrece un poco de compañía y trabajo como camarera en su bar. Todo bastante normal, hasta que el caos acecha del otro lado del mundo. Específicamente en Seúl, donde de la nada surge un monstruo gigante que destruye parte de la ciudad y desaparece sin dejar rastro. Después de varios ataques, y ante la mirada atónita de los medios, Gloria empieza a atar cabos y descubre que, de alguna extraña manera, está relacionada con ese kaiju de treinta metros. Tras descifrar el punto de conexión, y los destrozos causados, la bestia empieza a cambiar de actitud y a demostrar que sus intenciones no son malas. Pero la vida de Gloria sigue patas para arriba, y le corresponde sólo a ella encontrar los motivos que, en parte, desataron a su monstruo interior. Vigalondo comienza con un personaje patético y una historia fantástica, pero termina con una metáfora demasiado actual sobre la mujer minimizada y los abusos que, no necesariamente, tienen que ser físicos. El tema es interesante, como su tratamiento, pero no queda del todo claro y el mensaje se pierde entre el sci-fi y un tercer acto un tanto desprolijo. “Colossal” podría haber sido una gran historia de superhéroes, o simplemente, de monstruos gigantes que se pelean y destruyen todo; pero esto es sólo una excusa (tal vez el mayor atractivo del film) para hablar de temas bien ligados a la naturaleza humana. Gloria debe atravesar diferentes etapas para darse cuenta que debe tomar las riendas y hacerse cargo, ya que nadie puede (ni va a) hacerlo por ella. Hathaway vuelve a calzarse los zapatos de un personaje irresponsable y descarrilado, uno que le sale bastante bien equilibrando drama y comedia. Sí, por momentos se hace odiar y esa es la idea, pero nunca desentona dentro de la trama de la película. Su contraparte es Sudeikis, un tipo acostumbrado a hacerse el gracioso en “Saturday Night Live” y otras comedias pasatistas, que acá demuestra que puede dar mucho más, además de que nada es lo que parece. “Colossal” es una película de transformaciones que atraviesan a los personajes, a veces para bien y otras para mal. Una premisa muy interesante, pero que el realizador no termina de encausar, justamente cuando la historia más lo necesita. La resolución termina siendo demasiado “facilista” y fantástica, desluciendo una gran premisa con humor, muy buenas actuaciones y un hilo dramático que le calza a la perfección a los temas socioculturales que discutimos hoy en día. En conjunto, una gran película, pero podría haber sido mucho más genial, con o sin kaijus.
El monstruo interior. Todo lo que una chica hace en el patio de juegos de un pueblito estadounidense es reproducido por un monstruo gigante en Corea. Hathaway es a la vez heroína romántica y una perdedora total. Por Horacio Bernades Hathaway es Gloria, una protagonista cuyas acciones tienen consecuencias impensadas. Hathaway es Gloria, una protagonista cuyas acciones tienen consecuencias impensadas. A Nacho Vigalondo se le ocurrió una idea ridícula y con esa idea hizo una película. Vigalondo es un cineasta vasco (1977), autor de tres películas antes de ésta, dos en España y una, la anterior, en Estados Unidos (Open Windows, 2014, con Elijah Wood y la ex porno-star Sasha Grey). En su segunda película, Extraterrestre (2011), Vigalondo ponía en relación lo muy pequeño con lo muy grande, cuando una invasión extraterrestre le daba a un tipo una buena excusa para quedarse en casa de una chica. Aquí, y sin que jamás se explique cómo (no es cuestión de ceder al cientificismo), todo lo que una chica hace en el patio de juegos de una plaza pública en un pequeño pueblito estadounidense es reproducido, a escala, por un monstruo gigante en Seúl, Corea. Si ella da un paso, el monstruo aplastará a varios cientos de personas en la avenida. Esa es la premisa de Colossal, todo un desafío para la clase de espectadores que eran la pesadilla de Hitchcock: los verosimilistas, que miden la credibilidad de una película en función de cómo son las cosas en la realidad. ¿Cómo son las cosas en la realidad? Vaya a saber. Tal vez sean como en el cine. Hasta la aparición del monstruo gigante, allá en Corea, Colossal es una película más o menos típica de ruptura de pareja y vuelta al pueblo. Gloria (Anne Hathaway) vuelve por la mañana al departamento donde vive con su novio Tim, en Nueva York, en condiciones bastante lamentables. No es la primera vez, hasta el punto de que Tim le tiene preparadas las valijas. Corte y está en el pueblito, con sus bultos pesados. El pueblito tiene un nombre que, de nuevo, demuestra la escasa vocación realista de Vigalondo. Se llama Mayhem, que quiere decir “caos, desastre”. En el pueblito Gloria se reencuentra con su amigo de infancia, Oscar (el ex Saturday Night Live Jason Sudeikis), que por supuesto siempre le tuvo ganas. Después de pasar la noche en el bar de Oscar con éste y sus amigos –a uno de los cuales lo avanza con decisión–, a la mañana siguiente Gloria cruzará por primera vez por la plaza y ¡zas! primera aparición del monstruo en Seúl, sembrando el mayhem. Segunda, en realidad: la primera había sido hace 25 años, cuando Gloria y Oscar eran chicos, un día que iban a la escuela. ¿Colossal habla, del modo más literal, de los monstruos que todos llevamos dentro? En algo así se va convirtiendo Oscar cuando los celos hacen presa de él, y un flashback postrero develará que algo así fue siempre. Cuando, producto de sus celos, el viejo patio de juegos se convierta en ring de box (Gloria es una chica contemporánea, que da tanto o más que lo que recibe), convendrá correr en busca de refugio allá en Seúl, porque el riesgo de bajas aumentará. ¿Qué culpa tienen los coreanos de las agarradas de acá? No sabemos. ¿Cuál sería la monstruosidad de Gloria? La que genera el alcohol, puede suponerse. Del alcohol trata de mantenerse apartada durante toda la película. Algo que, trabajando en el bar de Oscar, no se le hace sencillo. ¿Cómo puede ser que habiendo regresado a su pueblo de infancia no haya ninguna referencia a sus padres? Tampoco sabemos. ¿A qué se dedica o dedicaba Gloria, que debe haber pasado los 30? Misterio. Decididamente, el guion de Vigalondo tiene sus buenos agujeros negros. Como viene sucediendo con mucha frecuencia, el sostén de Colossal, el polo que siempre se mantiene firme es su protagonista femenina, Anne Hathaway. En un papel más “reventado” de los que hasta ahora su imagen permitía, con el rostro un toquecito más marcado, más melenuda y físicamente más rellenita, Hathaway está bien en todos los terrenos. Es la perfecta heroína de comedia romántica (linda, los ojos grandes, la sonrisa gigante), y a la vez transmite a la perfección toda la tristeza de su personaje –que es básicamente una loser– y el dolor de ocasionar dolor y no poder evitarlo: si se cae al suelo por dar un mal paso, cientos de coreanos mueren aplastados por un monstruo. Dolor que la música indie remarca con guitarras lánguidas desde la banda de sonido.
Contó con un presupuesto de unos quince millones de dólares. Se mezclan muy bien los géneros de: ciencia ficción, comedia y drama. El elenco está compuesto por: Anne Hathaway (Gloria), Jason Sudeikis (Oscar), Austin Stowell (Joel), Tim Blake Nelson (Garth), Dan Stevens (Tim). Cuenta con las muy buenas actuaciones, buenos efectos especiales y fotografía, en un desarrollo atrapante, divertido, con misterio, toques de humor y algunos momentos delirantes, emocionantes e inteligentes.
Por el solo hecho de arriesgarse, la nueva propuesta de Nacho Vigalondo merece ser vista. En el desandar los pasos de la despreciable Gloria (Anne Hathaway), una joven alcoholica que intenta tomarse un tiempo para reconstruir su vida y sus relaciones, y la misteriosa conexión que tiene con la aparición de un monstruo que azota Seúl, la narración termina por configurar una reflexión sobre la sociedad que trasciende la propuesta. Cómo somos en la vida social, cuánto tiempo nos esforzamos para caerle bien al otro, cómo construimos un personaje para relacionarnos, tan sólo algunos tópicos que maneja este logrado film, una sorpresa en la cartelera que reafirma porqué Vigalondo es un autor para prestarle atención.
El español Nacho Vigalondo (Los cronocrimenes, Open Windows) presenta su nueva película Colossal, protagonizada por Anne Hathaway y Jason Sudeikis: una sátira sobre el alcoholismo mezclada con la pelea de un monstruo y un robot. Gloria es una joven que se la pasa de fiesta en fiesta, con problemas de alcohol y sin trabajo. Su novio la echa de la casa y ella vuelve a su pueblo natal. Allí se encuentra con Oscar, un amigo de la infancia que, ahora, es dueño de un bar. Comienza a trabajar para él pero en varias ocasiones tiene pérdida de memoria y descubre que en esos lapsos un monstruo gigante atacó Seul y lo más extraño es que ella parece tener algún control sobre el mismo. Vigalondo utiliza las leyendas asiáticas de los kaijus (monstruos gigantes como Godzilla) y los robots gigantes como Evangelion o Titanes del Pacífico para presentar otra lucha constante del ser humano: las adicciones. Colossal puede leerse en un principio como una comedia negra. La desorganizada vida de Gloria la lleva a tomar malas decisiones a medida que el espectador observa cómo reconstruye su vida. En el medio de todo esto se da cuenta de que es capaz de controlar a un monstruo que aterroriza Corea del Sur. La ilógica situación es la clave de la comedia pero a medida que ella comienza a tomar responsabilidad, al perder el conocimiento en estado de ebriedad, el film cambia su registro. La comedia negra se transforma en una sátira trágica sobre al abuso. Y aunque ciertos elementos están en la primera hora del film, nadie puede anticipar el engaño del tono que presentan los trailers y la campaña de marketing de la película. Lo ingenioso es que no hay héroes o villanos en la historia. Gloria es víctima de la situación que afronta, pero el espectador en ningún momento siente empatía por ella, ni siquiera al final del film. A su vez, Colossal pone su visión en los traumas de la niñez como causantes de las decisiones en la adultez. Reconstruyendo las escenas del pasado de los personajes y ubicando el enfrentamiento en el parque infantil de una plaza. Finalmente profundiza en otros elementos como el control, no sólo en la idea de Gloria tomando posesión de la criatura, si no el control que varios de los personajes masculinos tienen sobre ella.
DESCONCIERTO GENERAL Colossal, de Nacho Vigalondo es un poco desconcertante: es una película de premisa que no sucumbe del todo a sus autolimitaciones, pero que tampoco logra trascenderlas. Es que el esfuerzo del director por escapar de las convenciones y del ridículo al mismo tiempo resulta en un film que se queda a medias en todo, que no termina de encontrar el tono y que se acomoda sin demasiado convencimiento en la zona gris de la extrañeza. En fin, Colossal es sobre la vida de Gloria (Anne Hathaway) una escritora con problemas con el alcohol, que se separa de su novio de comportamiento pasivo-agresivo Tim (Dan Stevens) y que también pierde su trabajo, con lo cual decide dejar Nueva York para volver a su pueblo natal. Allí, además de reencontrarse con su pasado, descubrirá que tiene una conexión telepática con un monstruo del estilo de Godzilla (Kaiju) que aparece sobre Seúl, y amenaza con destruirla (alguien debería hacer un comentario acerca del racismo de este tipo de monstruos siempre obsesionados con matar orientales). No es un chiste, la película trata exactamente de eso, y no es para sorprenderse demasiado tampoco: a estas alturas sabemos que cualquier idea devenida guión puede llegar a estrenarse, excepto la película sobre el pastel parlanchín que Homero le sugiere a Ron Howard. De todas maneras, como decíamos al principio, el extravagante punto de partida de la película no es su principal problema: lo que vemos a medida que avanzan los minutos es cierto desconcierto, como si Vigalondo nos terminara de juntar orgánicamente la cantidad de elementos de los que dispone, porque, sin dudas, Colossal transita en la frontera de varios géneros, pero le falta un poco de cada uno. Por ejemplo: hay poca cantidad de humor y autoconciencia, el tono paródico nunca se afianza; si aparece de repente un drama indie liviano de la América profunda y un encuentro oscuro con el pasado; y sin darnos cuenta el elemento fantástico cobra inoportuna relevancia y estamos ante una película mitad de monstruos, mitad de superhéroes, con villanos y todo. Es cierto que lo extraño de la película no es un valor negativo en sí mismo; el problema es que esa extrañeza no funciona. Colossal puede llegar a aburrir, y no se vuelve más interesante por su extravagancia. Es notable además lo burda que resulta la construcción de la mayoría de los personajes masculinos: del unidimensional Tim, pasamos al unidimensional cobarde Joel (Austin Stowell), pero quien se lleva el Oscar a personaje absurdo es que interpreta el querido Jason Sudeikis. Un personaje que pasa de ser un simpático bonachón habitante del pasado del personaje de Anne Hathaway con algunas dificultades para controlar sus enojos, a ser un resentido de campeonato, alcohólico, acumulador y celoso golpeador de mujeres más cercano a un personaje de la horrenda Escuadrón Suicida que a un ser humano más o menos verosímil. Todo se resuelve en un brote de locura y celos hacia el final. No podemos acusar Vigalondo de falta de originalidad pero si podemos subrayar cierta falta de pulso de narrativo, sobre todo para que Colossal consiga unidad y fluidez. Porque a su absurda e hiperbólica premisa podemos exigirle verosimilitud y entretenimiento, algo que nunca termina de conseguir.
Hagamos de cuenta que Colossal es una película de Marvel dirigida por David Lynch; es el único modo de explicarse este film del español Nacho Vigalondo, director de la también original Los cronocrímenes (2007). Gloria (AnneHathaway) tiene una adicción al alcohol que le impide llevar una vida normal; por tal razón, su novio la echa del departamento que comparten en Nueva York y ella busca refugio en la casa familiar abandonada de un pueblito en Nueva Inglaterra. Allí Gloria descubre a la casa pelada, pero el reencuentro con un amigo de la infancia, Oscar (Jason Sudeikis), cambiará su suerte. Oscar regentea el bar del pueblo y no sólo la contrata para que obtenga ingresos, sino que le regala un televisor gigante y algunos muebles. Evidentemente, a Oscar le quedó algo más que el recuerdo de su amiga. Por su parte, Gloria consigue dominar al alcohol, tiene casanueva, empleo, su vida se está encaminando, hasta que la llamada de una amiga la mueve a encender la computadora. Y lo que allí ve desafía toda lógica: un monstruo se pasea por el centro de Seúl, destruyendo edificios a lo Godzilla. No sólo ella queda sorprendida, por supuesto. La estupefacción golpea al pueblito de Nueva Inglaterra, que sigue por televisión la aparición noche a noche del monstruo de Seúl como si fueran partidos de un mundial de fútbol. Nada de esto afectaría particularmente a Gloria (más allá de la inverosimilitud de la propuesta) de no ser porque una tarde, tras recorrer un viejo camino que hacía en su infancia, enciende el gran televisor para ver al monstruo en pantalla gigante y descubre que tiene una extraña conexión con la criatura. Gloria, si bien sobria, cree que de sus actos depende el accionar del monstruo de Seúl. Se hace responsable de sus hechos. En fin, cualquier cosa que se quiera agregar es un spoiler para las maravillas que Vigalondo puso en el celuloide; basta decir que Colossal es un mix entre PacificRim, de Guillermo del Toro, y una comedia romántica, y que lo inverosímil crece de principio a fin. Sólo el talento del director y las convincentes actuaciones (Hathaway es también coproductora del film) nos mueven a creer lo imposible; y en consecuencia, a disfrutarlo.
El monstruo soy yo Gloria es la típica mujer a la que todo le sale mal: la abandonó su novio, el alcohol en exceso le hace perder la memoria, no tiene trabajo y la felicidad es una señorita esquiva. Un día vuelve a su pueblo natal, a su vieja casa abandonada, y su amigo Oscar, que siempre estuvo enamorado de ella, le tiende una mano y la hace trabajar en su bar. Pero cuando parecía que algo de su vida tenía sentido, mira las noticias y descubre que un monstruo azota Seúl. Eso es más que suficiente para que ella pierda el rumbo. ¿Qué tiene que ver esto con Gloria? Más de lo imaginable: es que entre ese monstruo y esta bella mujer (Anne Hathaway, excelente como casi siempre) hay una conexión insólita. Y que toma otra dimensión cuando Gloria se ubica en un punto geográfico de su pueblo y cada movimiento que realiza se corresponde exactamente con el que hace ese monstruo en pleno centro de la capital coreana. El realizador español Nacho Vigalondo no le teme a las películas atípicas. Y de la mano de una actriz de Hollywood y de Jason Sudeikis (Oscar) le da el pulso necesario a “Colossal” para que la trama vaya in crescendo con el plus de alguna que otra sorpresa bien craneada que logra efecto. El logro de Vigalondo, conocido en Europa por su cine transgresor, fue tomar como punto de partida una historia aparentemente superficial, con giros de comedia,de ciencia ficción y hasta con cierto guiño al cine industrial, para hablar de algo mucho más importante. Así reflexiona sobre la soledad, la vida chata de algunos habitantes de pueblos chicos, la tiranía de las tecnologías comunicacionales, los amores desencontrados y los vicios expuestos y ocultos. Y quizá la metáfora más sutil surge de preguntar hasta dónde el monstruo es menos monstruo que un humano.
Y si una mujer es superhéroe, ¿Por qué no monstruo que arrasa ciudades? Pues bien, en esta película, una de las mejores en lo que va del año, Anne Hathaway es una chica abandonada por el novio, a quien el mundo se le ha dado vuelta, y que vuelve a su pueblito, mientras lejos, en Oriente, aparece un monstruo godzillesco reventando ciudades, pero, por extraño que parezca, es controlado por ella misma. Ella se mueve, el monstruo se mueve, ella salta, el monstruo salta, y así. Parodiando dos géneros (la comedia de chica que pierde a chico, el cine de monstruos), Nacho Vigalondo construye un cuento divertido que es mucho más que la actuación de Hathaway, que primero lidia con el drama cotidiano, luego comprende lo extraño de una situación imposible, y luego busca una solución. Sin escatimar humor negro, pero también sin abusar de él, Colossal logra un cuento original que también es un divertido cuento sobre el cine.
Está claro que ningún artista del mundo, en ninguna de las ramas del arte, está obligado a dar explicaciones, interpretaciones ni instrucciones para entenderlo. Una obra es. Y si se exhibe en algún lado está para ser apreciada poniendo todo de uno para dejarse llevar. Descontando la música (primera, lejos), el cine (y toda la industria audiovisual) puede ser una de las formas de arte de más fácil acceso para todos los habitantes. Nuestro cerebro tiende a darle a todo un orden y un sentido que se acomode a lo ya preestablecido y clasificado, ergo, si uno ve el afiche de “Colossal” no va a suponer otra cosa que estar frente a una de terror, ciencia ficción y aventuras; en ese orden. Luego de entender el género se puede establecer un gusto personal sobre lo que se pretende obtener de cada uno. En el caso de quien escribe, hay un regocijo especial cuando se utilizan los elementos de este tipo de cine para tomarlos como herramientas serviles a decir, opinar, fundamentar, teorizar y filosofar sobre distintos temas concernientes a la condición humana, de la misma manera que lo son la comedia de humor negro, la grotesca o la absurda como extrapolación del drama. No se le puede negar esta convicción al director, Nacho Vigalondo, de este estreno pero con eso no alcanza para tener claridad en la propuesta. Es cierto, los primeros veinte, veinticinco, minutos generan ese desconcierto saludable, de aire renovador. Esto de poner al espectador a preguntarse “de qué la va esto”. La introducción no deja dudas. Una noche en Seúl (sabremos que se trata de ésta ciudad más tarde) una nena anda en busca de su muñeca. La encuentra merced a la paciencia de su madre. Acto seguido, ambas quedan horrorizadas por la visión de un monstruo gigante que se presenta entre los edificios de la ciudad. Treinta años después, en otra ciudad del otro lado del mundo, Gloria (Ann Hathaway) tiene tantos problemas con su alcoholismo que pierde trabajo y pareja casi en el mismo acto. Vuelve a su ciudad natal y allí se reencuentra con viejos amigos, tratando de iniciar o reestructurar su vida. Tendremos larguisimos minutos de todo esto, amparados en la solidaridad de un viejo compañero de escuela, Oscar (Jason Sudeikis), quién gustaba de ella evidentemente, pero nunca se lo pudo decir del todo. Con semejante bifurcación de géneros contrapuestos, pero con narrativa similar, el espectador pondrá toda su paciencia esperando que en algún momento lo presentado en los primeros cuatro minutos se “encuentre” con el resto del planteo. Aquí es donde reside la mayor falla del guión. El único nexo de géneros son noticias en la TV sobre un monstruo (el mismo que vimos al principio) que está destruyendo todo en Seúl. La lenta e inconveniente dosificación de la información atenta contra el factor sorpresa, porque usando el sentido común y atando sólo un par de cabos hace que todo el relato se vuelva previsible y sin posibilidad de sorpresa, dejando así que la anécdota se devore todo intento de profundidad de la propuesta. Cuando la trama decide revelar su intención ya es demasiado tarde, porque lo fantástico desequilibra la realidad y el drama real ahoga lo que lo fantástico tiene para ofrecer como metáfora. Hay también un llamativo descuido en la dirección de casting. No es tan común ver tanto achatamiento en los actores secundarios, al punto de no recordarlos ni bien termina la proyección. La dupla central no termina de vincularse químicamente, y no porque el guión no tenga momentos que lo permita. Ann Hathaway y Jason Sudeikis pueden coincidir en cualquier película siempre y cuando el director pueda sacar algo más de estas estrellas en pos de lo que está proponiendo. Se los ve a ambos tratando de esforzarse en creerse lo que está pasando, como si se pudiese adivinar la tonelada de preguntas disparadas contra el guión, no debidamente contestadas a la hora de gritar “¡acción!” Eso sí, la parte correspondiente a lo fantástico tiene un sentido homenaje al animé y a las sagas japonesas de Godzilla, aún con las licencias abordadas en este caso. Pero ver “Colossal” es como tener un plasma de 50 pulgadas en el cual uno tiene sintonizados “Rosa de lejos” (1980) en la pantalla principal y “Animal lanet” (programa en TV de cable) en el recuadro inferior derecho, y que por puro azar pueden coincidir en la misma publicidad cuando van al corte.
Crítica emitida por Radio Del Plata (AM 1030) en el programa Cartelera 1030 Sábados de 20-22hs.
Con una intrigante premisa y buenas actuaciones de Anne Hathaway y Jason Sudeikis, la película norteamericana del director español es demasiado literal para funcionar del todo bien. Pero pese a eso tiene varios momentos valiosos y divertidos. Se sabe -o, al menos, es un mito popular- que los argentinos somos las personas más psicoanalizadas del mundo, o los que mayor proporción de psicoanalistas por habitante tienen. Es dable pensar que una de las consecuencias de esa costumbre es la falta de una gran tradición de cine fantástico nacional. Si algo tiene el cine fantástico es la posibilidad de trabajar ese tipo de miedos, traumas y problemas de una manera en la que la imaginación y la aventura sean los motores de cambios y superadores de traumas. El cine de género se sostiene mucho en ese precepto: la aventura es la que transforma al personaje. Acá, bueno, acá hablamos con algún sujeto hasta que, quizás, algo se resuelve. O no. Voy a arriesgar una teoría inversa: un país menos psicoanalizado genera un mejor cine de aventuras, de acción, de género fantástico. O debería hacerlo. Esas cosas que no pueden expresarse en palabras, esas metáforas que no tienen correspondencias lineales, se vuelven acción, movimiento, trampa, problema, solución. No se habla del trauma infantil: se mata al dragón. Y listo. Es por eso que me sorprende el fracaso relativo de COLOSSAL, de Nacho Vigalondo. Menos habituados a expresar en palabras sus traumas y temores, los directores españoles han hecho gala, históricamente, de un gran cine de género, en el que lidian con eso que no se dice pero que nos impide superar determinados momentos o situaciones en nuestras vidas. Espero que no sea por la cantidad de argentinos que viven aquí -o porque los directores se psicoanalizan-, pero lo cierto es que la metáfora ha sido reemplazada por la literalidad, la aventura por la conversación y la imaginación por la sesión terapéutica. El problema de la mujer adulta y alcohólica de la película de Vigalondo es que tiene manifestaciones “monstruosas”, pero apenas se expresan en la acción. Es tan literal la metáfora que el monstruo replica los movimientos de los protagonistas. Y todas las metáforas visuales intrigantes y potencialmente poderosas del filme quedan reducidas a su explicación freudiana más banal y predecible. La trama se centra en una mujer alcohólica (Anne Hathaway) que descubre que su consumo de bebidas se ve reflejado, mágicamente, en un monstruo estilo kaiju que azota las calles de Seúl. Cuando ella levanta el pie en su pueblo al que vuelve a reencontrarse con sí misma luego de un fracaso sentimental, la criatura pisa gente y edificios del otro lado del mundo. Y cuando su amigo de la infancia, potencial interés romántico que luego se convierte porque sí en un villano repulsivo (Jason Sudeikis), se pelea con ella, en Seúl aparece un robot que hace lo mismo. Sus peleas y conflictos personales se vuelven literales peleas y conflictos entre dos gigantes de película de criaturas asiática. Esto, que en los papeles puede tener cierta gracia, se vuelve obvio y reiterativo en el filme. Hay algunos buenos momentos, situaciones simpáticas y un final con cierta originalidad, pero la película está aprisionada por su metáfora. El trauma infantil que lleva a Gloria, la protagonista, al alcoholismo, supuestamente ligado a su relación con Oscar, es de un reduccionismo tan desesperante como finalmente banal. Sí, los monstruos, las criaturas y las pesadillas cumplen -o pueden cumplir- esa terapéutica función, pero la experiencia cinematográfica es la que debe ser priorizada en el cine fantástico, la que debería llevar a esos miedos y traumas (el alcohol, el accidente violento de la infancia, la ausencia paterna, la enfermedad materna) a resolverse mediante la acción: matar a la ballena, enfrentar a la bestia, atravesar el bosque oscuro. Si lo que el lobo va a hacer con Caperucita es sentarse a hablar, no necesitamos ni lobos ni Caperucitas. Y las películas serían mucho más económicas y realistas. Así, no son ni una cosa ni la otra. Son dramas –sobre una mujer que no encuentra su camino en la vida, en este caso– que no se atreven a asumirse como tales y se disfrazan de otra cosa para vender más tickets. Pero lo hacen sin convicción y sin ánimo real de fantasía. Tal vez, ¿quién sabe?, ya haya demasiados argentinos por allí y les arruinamos la imaginación y las pesadillas a los españoles tirándoles por la cabeza nuestras Obras Completas de Freud.
El film del director español Nacho Vigalondo ofrece una historia entretenida, descabellada y efectiva. Gloria (Anne Hathaway) es una mujer desempleada que tiene problemas con el alcohol, lo que genera que pierda a su novio y decida regresar a su ciudad natal. Allí consigue trabajo y se entera de que en Seúl apareció un mounstruo gigante que ataca a la población. Un hecho lejano que le otorga sentido a la vida de Gloria cuando percibe que existe una conexión entre esos acontecimientos y su mente. La capacidad de imaginación de Vigalondo sorprenderá al público y lo sumergirá en un argumento fuera de serie. Porque Colossal (2017) es original por donde se la mire: su inicio es estandarizado, pero la acción va en aumento hasta consolidar un final más que sobresaliente. Hathaway sabe de protagónicos y el personaje de Gloria parece hecho a su medida. Jason Sudeikis la acompaña muy bien, y juntos logran excelentes contrapuntos. Lo ideal es ver Colossal sin haber leído demasiada información sobre la película. Porque no hay nada mejor que dejarse sorprender y permitirse interpelar por un argumento novedoso.
A simple vista y por las imágenes que se nos muestran en los trailers, Colossal parece ser una película de Kaijus, aquellos monstruos de origen japonés que suelen atacar ciudades, y la cual busca exponer la destrucción y el caos en primer plano. Lo innovador es que parecía presentar algunos toques de comedia. Sin embargo, la película es mucho más que eso. El film cuenta la historia de Gloria (Anne Hathaway), una mujer con problemas de alcoholismo que decide dejar Nueva York y regresar a su ciudad natal tras haber perdido su trabajo y a su novio. Pero cuando en las noticias informan que un monstruo gigantesco está destruyendo la ciudad de Seúl, Gloria se va dando cuenta poco a poco de que, a través de su mente, está conectada de forma extraña con estos acontecimientos. Para evitar que la destrucción pase a mayores tendrá que averiguar el papel de su intrascendente existencia en un evento de proporciones monumentales que podría cambiar el destino del mundo. Lo interesante de este relato es que esquiva completamente las convenciones del género para brindarnos una reflexión sobre las miserias humanas. Las cintas de monstruos gigantes que devastan ciudades suelen hacer énfasis en la destrucción y el caos producto del ataque de las bestias. No obstante, en esta ocasión el desastre de proporciones épicas es un reflejo de los problemas personales, internos e intrínsecos a una persona con personalidad autodestructiva. El personaje de Anne Hatawhay (gran labor de la actriz) da a conocer sus vicios e inconvenientes, los cuales son exteriorizados o proyectados en la figura de este Kaiju que flagela inintencionadamente a la ciudad coreana de Seúl. Nuestra protagonista verá en aquella colosal figura la posibilidad de sucumbir ante sus traumas emocionales o conseguir una redención. El director nos otorga un relato atrapante desde el primer minuto y no nos dará respiro hasta el final. Nos obliga a reflexionar sobre diversas cuestiones (la melancolía, el maltrato al otro y a uno mismo, la realización profesional y personal, etc.) y ahí es donde radica la riqueza y el mayor triunfo del film. En los apartados técnicos podemos decir que cumple con creces su cometido. El diseño del Kaiju es totalmente efectivo, ya que refleja y manifiesta las pulsiones del personaje de Gloria. Ese monstruo sirve, al mismo tiempo, de catarsis, de exteriorización de los miedos y de los demonios internos. Es un bicho que solo genera temor gracias a su gran tamaño, pero que en definitiva es tan entrañable como nuestra anti-heroína. En suma, Colossal es una obra que nos otorga mucho más de lo que se ve en sus avances. Una alegoría nos recuerda a “Quieres ser John Malkovich”, y a muchos otras historias de Charlie Kaufman. Un relato inteligente, bien actuado (tanto por su protagonista como por Jason Sudeikis, quien nos otorga un papel totalmente alejado de su pasado en Saturday Night Live) y perfectamente ejecutado. Su fuerte radica en el guion y, una vez más, un director como Vigalondo, que está dando sus primeros pasos en Hollywood, nos demuestra que todavía se pueden hacer películas interesantes dentro de la industria.
¿Cuál es la conexión entre un monstruo gigante y una treintañera que está desempleada, sin novio y le gusta tomar? Es la pregunta que me llevó a ver esta película, y déjenme decirles que cuando llegó su respuesta, casi por la mitad del film, ya me gustaba la película y poco me importaba el cómo, el resultado era fascinante. Es un film que pasa por varios géneros (ciencia ficción, drama, comedia, acción) y la visita que le hace a cada uno de ellos está muy bien. No desentona el humor, la ciencia ficción y sus efectos son creíbles, la acción está bien resuelta y el drama…oh…el drama! Jason Sudeikis (de gran actuación) nos muestra lo que hace el odio en una persona, y lo que hace el poder a esa persona carcomida por el odio, y una Anne Hathaway (también de gran actuación) que nos lleva por un vaivén de emociones. La lucha entre el hombre y la mujer está explícita de un lado bastante interesante y particular. El drama social. La que se va del pueblo a triunfar, el que se quedó en el pueblo con el negocio de la familia, condimentos que hacen a esta, una gran y única película En la sala el público que estaba mirando el film reaccionaba de manera escéptica, como quien fue a ver una de amor y se encuentra con una de acción. Hay ciertas licencias que el director se permite, sabiendo que ha pasado por muchos géneros, hace algunas cosas que si uno como espectador no se deja meter por ese mundo mezclado de géneros le resultarán increíbles, y hasta estúpidas. Mi recomendación: Es una película que vale la pena ver. Si no la ves en el cine, no pasa nada, pero mirala porque es muy entretenida y es una de esas que aparecen una vez cada tanto.
Tener super poderes es una fantasía recurrente para cualquier ser humano. Ser mínimamente poderoso, en especial cuando las rachas no son adelantadoras, es un don que todos quisiéramos tener, desde ahí, desde ese pensamiento casi lúdico y fantástico, desde ese deseo universal, arranca Colossal, la nueva película del español Nacho Vigalondo. Anne Hathaway es Gloria, una treintañera desocupada, alcohólica, desaliñada, que está en un colapso existencial, es una chica de pueblo pero vive con su novio “exitoso” Tim (Dan Stevens, la bestia de La Bella y la Bestia) en un piso en Manhattan. Tim es un hombre frio y poco comprensivo, de hecho en el primer dialogo Vidalongo muestra el temperamento salvaje de este personaje: literalmente el joven la hecha a Gloria de su departamento, le dice que tiene que rever su situación de adicta y la manda a su pueblo natal. Gloria, quien se muestra vulnerable la primera parte de la película, se muda a una casa vacía que tienen sus padres. Colossal, arranca bien, la bella Anne Hatway, despunta y marca terreno, en este dramadie – para mí es la reina de este género- que juega mucho con la ironía. Gloria está sola en ese pueblo, hasta que se reencuentra con Oscar – brillante Jason Sudeikis- un amigo de la infancia con quien comparte un secreto. Vigalondo – V/H/S, Open Window- es hábil, nos hace poner la atención en la relación Gloria/Oscar, incluso hacernos ilusionar con un posible acercamiento amatorio, pero promediando la película vira el eje y convierte la trama en una película de Sci-Fi. Gloria sigue tomando, su vida es un fracaso, pero ahora se ha convertido en una especie de Godzilla que arrasa con quien se le interponga. La mitología oriental se mete en esta película que comienza a enloquecer: en Seúl aparece un monstruo y ese monstruo es Gloria (bien al estilo Bong Joon Ho, de The Host). Las flaquezas de la muchacha la convierten en una amenza. Porque la vulnerabilidad la hace mutar, y la convierte en un fenómeno, la amistad con Oscar, comienza a violentarse, creando una rivalidad que se tornará incómoda para el espectador. Vidalongo expone, mediante la entelequia, la violencia de género y esto es interesante: Gloria debe enfrentarse con esa furia, pero ya no es débil, sino que ahora cuenta con poderes y tiene la fuerza de una heroína. Colossal es una película absolutamente femenina que expone las miserias humanas desde lo fantástico. Porque Hahtaway es nuestra mujer maravilla y desde aquí la bancamos.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Crítica emitida por radio.
Debo reconocer que me costó etiquetar a esta producción del realizador indie Nacho Vigalondo. De a ratos me sentí en la atmósfera de una típica Nueva Comedia Americana (estaba Jason Sudeikis haciendo lo que mejor sabe hacer) pero con saltos espasmódicos hacia lo que podría ser una típica cinta oriental de "kaiju" (monstruos al estilo Godzilla), en un mix particularmente original. Porque estoy seguro que lo que cautiva de "Colossal" es justamente ese absurdo que presenta. Ese conflicto divertido y loco que presenta, es el mejor acierto y la más pronunciada debilidad en la trama de la historia. Porque Vigalondo en este caso, elige nunca llegar a fondo con ninguno de los subgéneros que coquetea. Los provoca, los exhibe, pero no los hace explotar. No es que la cinta no funcione. Es divertida, a veces melancólica, y ciertamente despareja en su voltaje. La historia se inicia cuando el novio de Gloria (Dan Stevens) decide que ya ha tenido mucho de ella y la saca de su casa. La conflictiva treintañera (Anne Hathaway) ha ido demasiado lejos. Bebe y sale con amigos que no son de lo mejor y eso marca el final de la relación. Gloria vuelve a su pueblo natal y allí se queda en una casa que posee la familia, mascullando por su situación actual y por su fracaso personal. Consigue empleo en el bar de Oscar (Sudeikis), caballero con quien se conoce desde hace tiempo (a todo nivel) hasta que un día, después de una noche fuerte bebiendo, se da con un escenario increíble. Hay una criatura gigante atacando Seúl (en el otro lado del mundo) y destruyendola sin piedad. Al estilo Gozilla. Loco no? Esto derivará más que en un hecho curioso cuando nuestra protagonista descubra que la criatura que asola a los asiáticos responde a sus movimientos y acciones del otro lado del mundo. Una situación increíble de alter egos puestos al servicio de la destrucción. La banda de amigos locales de Gloria no podrá creer lo que sucede cuando intente dar con las razones del accionar del misterioso monstruo. "Colossal" ofrece algunos buenos momentos cuando se apoya en la falta de química de la relación Hathaway / Sudeikis. Sí, ese contrapunto extraño que tienen funciona. No seducen, pero sostienen la trama. El resto de los secundarios cumplen y los rubros técnicos están justos. No hay demasiado CGI y tampoco es necesario. El mix termina por ser una experiencia poco convencional. "Colossal", suma, es simpática y en cierta manera Hathaway logra despertar mucha ternura en el espectador, tanta que logra que la cinta se convierta en un intento casi exitoso de concreción de una idea arriesgada. A tener en cuenta como lo que es , una indie fuera de lo común, con sus aciertos y debilidades.