Colossal

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El monstruo soy yo

Gloria es la típica mujer a la que todo le sale mal: la abandonó su novio, el alcohol en exceso le hace perder la memoria, no tiene trabajo y la felicidad es una señorita esquiva. Un día vuelve a su pueblo natal, a su vieja casa abandonada, y su amigo Oscar, que siempre estuvo enamorado de ella, le tiende una mano y la hace trabajar en su bar. Pero cuando parecía que algo de su vida tenía sentido, mira las noticias y descubre que un monstruo azota Seúl. Eso es más que suficiente para que ella pierda el rumbo. ¿Qué tiene que ver esto con Gloria? Más de lo imaginable: es que entre ese monstruo y esta bella mujer (Anne Hathaway, excelente como casi siempre) hay una conexión insólita. Y que toma otra dimensión cuando Gloria se ubica en un punto geográfico de su pueblo y cada movimiento que realiza se corresponde exactamente con el que hace ese monstruo en pleno centro de la capital coreana. El realizador español Nacho Vigalondo no le teme a las películas atípicas. Y de la mano de una actriz de Hollywood y de Jason Sudeikis (Oscar) le da el pulso necesario a “Colossal” para que la trama vaya in crescendo con el plus de alguna que otra sorpresa bien craneada que logra efecto. El logro de Vigalondo, conocido en Europa por su cine transgresor, fue tomar como punto de partida una historia aparentemente superficial, con giros de comedia,de ciencia ficción y hasta con cierto guiño al cine industrial, para hablar de algo mucho más importante. Así reflexiona sobre la soledad, la vida chata de algunos habitantes de pueblos chicos, la tiranía de las tecnologías comunicacionales, los amores desencontrados y los vicios expuestos y ocultos. Y quizá la metáfora más sutil surge de preguntar hasta dónde el monstruo es menos monstruo que un humano.