Colossal

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Es un monstruo grande y pisa fuerte
Original y divertida, esta comedia del español Nacho Vigalondo tiene una gran idea central, que no es del todo aprovechada.

Divertida, impredecible, original: es una lástima que Colossal no termine de aprovechar al máximo su idea madre, una disparatada genialidad al estilo del Charlie Kaufman de ¿Quieres ser John Malkovich? En un pueblito estadounidense, una mujer descubre que de alguna manera está conectada a un monstruo que, en las antípodas del planeta, está asolando Seúl.

Los primeros 45 minutos de la película son prometedores. Anne Hathaway se luce como esa alcohólica que vive de juerga en juerga, esa tiro al aire eternamente contracturada por quedarse dormida en los lugares más inapropiados. Una hermosa perdedora, desocupada, expulsada por su novio del paraíso de un loft neoyorquino, sin otra salida que volverse a vivir en la suburbana casona familiar de su infancia, ahora vacía. Una (anti)heroína caída en desgracia, perdiendo el tiempo en un mundo masculino poblado por hombres malos, egoístas o idiotas. Está intentando rehacer su vida cuando cae en la cuenta de ese extraño fenómeno: algo la une al Godzilla que, siempre a la misma hora, aparece para causar destrozos en la capital sudcoreana.

Esta premisa podría haber dado lugar a una comedia delirante. Pero la historia se mete en un camino melodramático inesperado: el tono cambia para mal y el efecto de ese hallazgo se diluye. Volvemos a Kaufman: es como si al español Nacho Vigalondo le hubiera pasado lo de El ladrón de orquídeas, y algún hermano gemelo con gustos cinematográficos ordinarios hubiera tomado el control de su guión para darle un giro sensiblero y de bajo vuelo.

Por suerte, después de ese pozo la cuestión remonta y el final vuelve al espíritu original. De todos modos, queda la sensación de oportunidad desperdiciada: podría haber sido brillante, pero Colossal termina siendo apenas una película simpática.