CODA: señales del corazón

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Ver para creer

La disyunción entre mente fría y emoción que estimula Coda (que goza de un segundo estreno en la plataforma Amazon luego de un paso sucinto por cines) equivale a la brecha entre enunciación y sordomudez que vertebra la película.

Todo está dispuesto para la explosión afectiva en esta premiada remake estadounidense de un ya probado filme francés (La familia Bélier) a cargo de la realizadora Sian Heder (Tallulah). El título obedece a las siglas de Child of Deaf Adults (“hijo de adultos sordos”), condición que acarrea con responsable estigma la adolescente Ruby Rossi (Emilia Jones).

A la vez que cursa su último año de secundario en una ciudad de Massachusetts, la protagonista hace de intérprete de su humilde familia dedicada a la pesca.

El conflicto se desata cuando Ruby debe decidir entre seguir prestándole voz al clan Rossi en plena contienda con la corporación pesquera que lo explota y su hondo destino sonoro: el riguroso profesor del coro escolar Bernardo Villalobos (Eugenio Derbez) descubre en ella un talento para el canto y la incentiva para que acuda a probarse a la universidad Berklee, en Boston.

Sencilla y eficaz, la situación acciona unas graciosas paradojas que la desvían milimétricamente del filme de iniciación convencional, al mismo tiempo que asimila la discapacidad sin golpes bajos.

Como el cine, el dilema de Ruby ronda en torno al sentido y los sentidos: el entendimiento de traductora entre ella y su familia es único, pero ellos desconocen la voz que define su singularidad (y exige su libertad); hasta que comprueban el efecto que su canto despierta en terceros mediante un plano mudo que desnuda el corazón de la película.

El atractivo articulado de personajes hace el resto, poniendo freaks nobles y estereotipos alternativos (muy caros a Sundance, el festival en que Coda despuntó) allí donde se esperarían clones de Disney. La expresiva Jones, el hilarante Derbez (que entrega el instructor musical más elocuente desde el J. K. Simmons de Whiplash) y el barbado Troy Kotsur (guarango y valiente padre de Ruby) dibujan una complicidad a prueba de escepticismos.

Al fin y al cabo Coda no pretende ahondar en desajustes, sino suscitar una aprobación incondicional: su ideología queda expresada en la audición de Ruby, que por académica que sea evoca a los actuales realities de jurados con carteles. El canto de sirena de Coda emula así su efecto, aunque habría aún que verla con los oídos tapados.