Coco

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Pixar lo hizo otra vez, "Coco" de Lee Unkrich y Adrián Molina es una celebración del arte de la animación, de la diversión, de la emoción, y de la vida en el mundo de los muertos. Hace más de veinte años, casi sin darnos cuenta, nacía en el mundo del cine – no solo de la animación – un nuevo horizonte. Con el estreno de "Toy Story", Pixar lograba su primer largometraje, y las pantallas de llenaban de luz, magia y genialidad.
Desde entonces no han parado de sacar obras formidables que cautivan tanto al público como a la crítica por igual, con apenas unos pocos puntos por debajo de otras de la misma factoría, pero igual por encima de cualquiera del resto que quiera hacerle competencia en el mismo territorio.
Aún dentro de esa maquinaria imparable de creatividad inagotable, cada tanto hay un film que marca un nuevo punto máximo. El último había sido Intesa-Mente, allá por 2015. Su nueva producción, "Coco", significa otro de esos highlights. Detrás de "Coco" encontramos a Lee Unkrich, nombre detrás de Toy Story 2 y 3, Monsters Inc., y Buscando a Nemo
¿Había alguna posibilidad de que esto salga mal? Coco tiene la capacidad de introducirse dentro de una cultura que le es ajena, como la mexicana, y aún tomándose millones de libertades y reinterpretaciones a su antojo, jamás se siente que le falte el respeto, la menosprecie, o vulnere. Es la historia Miguel, un chico cuyo mayor sueño es convertirse en un gran cantante y guitarrista.
Claro, hay un inconveniente mayor, en su familia está prohibido ser músico, ni se les cruza por la cabeza ni siquiera agarrar una guitarra; o sentirán el rigor de la abuela, una matriarca adorable y con los pantalones – o polleras – bien puestos. Los hombres deben seguir el legado familiar de aprender el oficio de zapatero y alejarse de la distracción de la música. Claro, Miguel tiene un ídolo. Ernesto de la Cruz, un músico muy popular, avivador de pasiones femeninas, que falleció durante un trágico y muy particular accidente.
Es el día de todos los muertos, una celebración muy típica y festiva de México, y Miguel lo ve como una oportunidad para anotarse en el concurso local de música. Pero le falta una guitarra. ¿En dónde hay una guitarra? En el panteón de Ernesto de la cruz, y hacia allá va Miguel para tomarla prestada por un rato.
No se debe perturbar la tranquilidad de los muertos. Cuando Miguel tome la guitarra y ose tocar los primeros acordes dentro del panteón, inmediatamente pasará al mundo de los muertos, y allí comienza la aventura. Con la ayuda de todos sus ancestros, y el bribón de Héctor – qué también maneja sus propios intereses – Miguel corre contra el tiempo para regresar al mundo de los vivos, emprendiendo un viaje muy especial lleno de enseñanzas y secretos por descubrir. La descripción de la historia fue larga, y aun así es corta en comparación a todo lo que Coco tiene para ofrecer.
El guion de Unkrick, Molina, Jason Katz, y Matthew Aldrich se encarga de darle personalidad y corazón a cada uno de los personajes, desde los protagonistas a los más secundarios, todos tienen sus características particulares bien definidas y estarán dispuestos a ganarse nuestros corazones. La paleta de colores es amplia y conquista desde los matices cálidos con destellos de luz. Cada plano es un festejo a la vista, y ni siquiera hay necesidad esta vez de hacer algo realista. Todo es juguetón, desde los trazos hasta el ritmo permanentemente activo. Coco es una verdadera montaña rusa, pero de esas que jamás marean ni apabullan.
Su propuestas es dinámica al estilo de una caricatura, posee un humor inmenso en forma de torbellino que no frena, podemos estar llorando de la risa con las ocurrencias de ese mundo, y de golpe, sentir que esas lágrimas de risa se convierten en lágrimas de emoción.
Sin necesidad de rozar el golpe bajo ni la sensiblería a traición, "Coco" emociona con la sensibilidad de su historia, con lo profundamente humana que puede llegar a ser.
Pixar se caracterizó por darle a sus films siempre un entorno en el que podemos imaginar que, con pequeños cambios, podrían ser films con humanos sin nada de animación, convertirse en comedias “tradicionales” sin perder nada de su encanto. "Coco" no es la excepción, y eso la hace aún más encantadora.
Nuevamente nos demuestran que parra cautivar al público adulto, además del infantil, no hace falta recurrir ni al chiste fácil, ni a la referencia pop metida con fórceps, ni al doble sentido desubicado, ni a un frenesí desquiciado y psicótico. Alcanza con una historia sólida que no subestime ni a unos ni a otros.
La comparación con "El libro de la vida" es inevitable. Allí donde la película de Jorge R. Gutiérrez producida por Guillermo del Toro era más fiel a la tradición del día de los muertos y la cultura mexicana; Coco gana en luminosidad, transparencia y armonía. Ambas son propuestas muy dignas y logradas, pero "Coco" es superadora de la valla de tradición mexicana. Pese adentrarse dentro del mundo de los muertos, jamás en tenebrosa, ni juega con elementos oscuros al estilo "El cadáver de la novia". Todo es un juego, colorido, divertido, e inocente.
Sí maneja un hilo de humor negro interesantísimo que, como dijimos, la acerca a la caricatura, siendo capaz de reírnos a carcajadas de accidentes realmente muy trágicos. Cálida, luminosa, divertidísima, emocionante, y profundamente humana. No hace falta decirlo, Coco es la gran propuesta animada del año. Como plus nos queda una banda sonora de lo más pegadiza que nos dejará tarareando para la eternidad.