Cocina del alma

Crítica de Alexander Brielga - Cine & Medios

Alemanes funkys

Desde el inicio del filme, donde vemos cómo el lavavajillas le rompe los platos, tenemos claro que a Zinos las cosas no le salen todo lo bien que desearía. Dueño de un bodegón sin estilo donde sirve minutas y platos poco elaborados, el muchacho ahora está preocupado por el viaje de su novia a China, pero también debe cuidarse de los controles del fisco, de un hermano ladrón que sale en libertad condicional, de un cocinero fundamentalista y de un ex compañero de colegio que quiere quedarse con el terreno donde tiene el local.
Como una bola de nieve, el protagonista sufre cada embate del destino que de yapa le obsequia una hernia de disco. Desopilante, tragicómica, con algo de farsa, así puede describirse esta historia que el alemán Fatih Akin nos cuenta de manera expresiva y dinámica, con buen ritmo de comedia y buenas actuaciones, dotando a la trama con acertados roles secundarios y una banda de sonido que va del funk al rock, pasando obviamente por el soul.
Hacia el final, trastablilla Akin en la resolución, dejando un remate caprichoso, sin ingenio, poco merecedor de todo lo expuesto anteriormente durante el metraje. Sin embargo el resultado final es bueno, como un plato al que sólo puede criticársele la falta de un poco de sal.