Cloud Atlas: La red invisible

Crítica de Juan Campos - Loco x el Cine

Todo tiene que ver con todo.

Qué complicado que es reseñar Cloud Atlas: La Red Invisible (Cloud Atlas, 2012). Es una película con tantos matices, con tantas historias distintas, que sería obviar decenas de detalles juzgarla como una película en total y no como una sucesión de historias que se conectan de algún modo, al mejor estilo Realmente Amor, pero al mismo tiempo, nada que ver. Aquí no hay un elenco coral, sino que es un puñado de actores el que interpreta a diferentes personajes, en diferentes líneas temporales, que van desde un barco en 1849 hasta un futuro post-apocalíptico en el Hawaii de 2321. En el medio pasamos por la Inglaterra de 1936, California en los '70, de nuevo Inglaterra en 2012 y la ciudad de Neo-Seul, Corea, en 2144, un estado bajo un régimen totalitario.

Las historias son sencillas. En la primera vemos cómo las vidas de un acomodado abogado de San Francisco y la de un esclavo que vajaba de polizón en su barco cambian rotundamente cuando se conocen. En otra nos presentan a un ambicioso compositor que se convierte en la mano derecha de una vieja gloria de la música, que está pasando un momento oscuro en su inspiración. Más tarde espiamos la vida de una valiente reportera que se atreve a inmiscuirse en los planes de una empresa que quiere convertir la energía nuclear en la base de todo el país. En otra vemos a un editor de libros que se ve en problemas, y es internado en un geriátrico, y ya saltando al futuro, nos ofrecen un paisaje apocalíptico en Neo Seul, un país en ruinas en donde un gobierno totalitario y un grupo de rebeldes pelean por una mujer que puede ser clave en la historia y, por último, conocemos a una tribu de aborígenes del futuro, que son acompañados por una mujer con una tecnología de avanzada. En estas historias hay amor, hay traición, hay muerte, hay humor, drama... todos los géneros que se les ocurran, y todos llevan un mínimo hilo conductor que, no siempre con eficacia, teje todas estas líneas argumentales en algo más grande.

La dirección es triple: No solo están los hermanos Wachowski detrás de cámaras, sino que también está Tom Twyker, el responsable de la brillante Corre Lola Corre (1998), y tal vez sea por eso que en rasgos generales, Cloud Atlas no tenga una personalidad marcada. Se puede ver la mano de algunos de ellos en ciertas partes, pero en general la película se convierte en algo genérico, sin mucha personalidad.

Otro de sus grandes defectos reside en lo visual. De nuevo, no en todo momento, pero por ejemplo, el maquillaje femenino absurdo que le ponen a Hugo Weaving en una de las historias, definitivamente no es algo que sea fácil de ver. Sin embargo, en otros momentos vemos magníficos escenarios naturales, hermosas tomas urbanas y un buen planteo, bien sci-fi, de lo que puede llegar a ser el planeta en el siglo XX?II.

Sin embargo, y pese a sus defectos, Cloud Atlas es una gran película. Una gran adaptación de una obra prácticamente infilmable. En ese sentido, sale ganando con creces. También es probable que sea una de esas obras de las que hablaremos dentro de varios años, que ahora pase desapercibida (de hecho, en los Estados Unidos apenas recaudó unos 27 millones de dólares, cuando la película costó más de 100 millones) y que en un lustro se convierta en una película de culto, ya que tiene todo el material para ser eso. Incluso en sus errores.

Un detalle que cabe destacar es que los Wachowski lograron financiar Cloud Atlas de forma independiente, con lo cual el mérito se multiplica por millones. Hacer una obra tan ambiciosa, tan grandilocuente, llena de filosofía barata, si; pero con una puesta en escena pocas veces vista, y sin tener detrás a ninguno de los grandes estudios es definitivamente algo digno de aplausos.

Y si, Cloud Atlas posiblemente no sea la perfección, pero tiene decenas de elementos que la convierten en una muy buena película. Una película que pegará distinto a unos y a otros, y que generará debates eternos en cuanto foro de cine encuentren. Es necesario verla y razonarla, y luego -si les queda tiempo después de las casi tres horas que dura la película- juzgarla.