Cloud Atlas: La red invisible

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Obra polémica que debe afrontar por igual a defensores y detractores

Tenemos una tendencia natural a comparar lo que leemos contra las adaptaciones en formato cinematográfico. Quizás los autores más bastardeados por guionistas en este sentido sean Agatha Christie y Stephen King. ¿Cuando una pieza literaria está bien o mal adaptada a la pantalla? ¿Debe ser literal a los hechos que se narran? Si fuera así, hay casos fallidos como “El código Da Vinci” (2006), por ejemplo. ¿Dónde está la visión del artista? Si Alexander Sokurov hubiera apelado a la mera fidelidad con su “Fausto” (2011), ¿habríamos tenido la fabulosa chance de su mirada sobre lo escrito por Goethe hace siglos? En las respuestas a estas preguntas encontraremos las diferencias existentes cuando el guión de una película esta adaptado, basado en... o simplemente es una versión libre de...

Los hermanos Lana y Andy Wachowski tomaron contacto con “Cloud Atlas” (2004) de David Mitchell cuando estaban produciendo “V, de Venganza” (2005). De hecho, Natalie Portman les entregó la novela y desde entonces han re-escrito varias veces el guión hasta llegar a la decisión final.

Originalmente el libro narra cinco historias ubicadas aproximadamente en los años 1850, 1931, 1973, el presente y 2144 (no son relevantes los números exactos). Las pequeñas narraciones no concluyen hasta que se lee la sexta historia (en dos mil trescientos y pico) y cierra todas las anteriores volviendo al principio. ¿Por qué al principio? Por el concepto de causa y consecuencia. "Nuestras vidas no nos pertenecen. Estamos unidos unos a otros y en cada acto criminal o de bondad, construimos el futuro", afirma el libro.

De la frase anterior se desprenden tres palabras bien presentes en la filmografía de los hermanos Wachowski: libertad, fraternidad y revolución.

“Matriz” (1999) se trataba de eso, entre tantos otros temas, al punto de ser material ilustrativo en varias carreras académicas. Después la saga se convirtió en otra cosa, pero el concepto del ser humano liberándose del yugo estaba. En esa obra maestra las máquinas (el sistema capitalista) conectaban al ser humano al mundo sin que éste se de cuenta, mientras licuaba su bio-electricidad para seguir auto-alimentándose. El sistema devorándose a sus propios contribuyentes. En ese contexto, alguien se convertiría en líder de la revolución.

Ambos creadores decidieron convocar al amigo Tom Tykwer (el director de “Corre Lola, corre”, 1998) para escribir el guión de “Cloud Atlas: la red invisible”.

La premisa fue desarmar el mosaico cronológico y convertirlo en un rompecabezas vertiginoso. Imagine el lector una construcción cinematográfica que cuenta seis historias en forma paralela. Nobleza obliga, otorguémosle el adjetivo de ambicioso a semejante proyecto.

Sucede que en el subtexto de la novela yace aquello que despierta el interés de estos artistas, al punto de querer volverlo literal a partir de un eje adicional a lo mencionado anteriormente: la reencarnación.

Es mucho. Mucho y difícil. Pero lejos de la pretenciosidad y el preciosismo los tres realizadores logran construir una piedra basal. Un ABC o, si se quiere, una introducción sencilla a temas complejos para que cada espectador decida profundizarlo o no según su interés.

"Orden y progreso"; Sistemas económicos, dependencia de los regímenes, libertad (política, sexual, económica, etc), ecología y análisis sociológico e histórico (en tanto los errores se repiten a lo largo de la historia); son sólo algunos de los sólidos mensajes a leer entre líneas porque son varios siglos en los que se desarrolla la trama.

Una vez más hay un prodigio de rubros técnicos. Maquillaje, vestuario, fotografía, dirección de arte, efectos visuales y efectos especiales. Ojo, todo al servicio de contar la historia, y no a lo inverso. De hecho sorprende ver en los créditos finales que cada director se ocupó de segmentos distintos, y aún así hay una idea homogénea en toda la obra.

Tratar de contar de qué se trata “Cloud Atlas: la red invisible”, sería una trampa mortal para cualquier amante del cine. Le digo dos razones:

Una: El arte está para ser percibido e interpretado, no explicado.

Dos: Nada mejor que encontrarse con artistas que proponen algo. Distinto. Desafiante. A partir de ello puede gustar o no, pero no pasa desapercibido.

En todo caso podemos dar pistas para calmar la ansiedad.

Una, sería dejarse llevar por el prodigioso montaje. Al final todo va a tener explicación a pesar de la innumerable cantidad de saltos temporales, y cada causa y consecuencia va a cerrar al final sin dejar un solo cabo suelto. En otras palabras: luego de los primeros diez minutos su primera sensación e impulso puede ser estar perdido y tratar de elucubrar. De darle sentido a todo, pero los directores dan a entender que es mejor no intentarlo. Todo va a ir desarrollándose sin prisa y sin pausa. Por esta razón no trate de llevar esto al raciocinio inmediato.

Otra pista que ayuda a tejer la obra es que los actores principales (Tom Hanks, Halle Berry, Hugo Weaving, Jim Broadbent, James Darcy -fenomenal-, y Hugh Grant) encarnan al menos cinco personajes. Los vemos reencarnarse (en todo sentido) en cada segmento histórico, lo cual no sólo ayuda a subrayar el concepto de la reencarnación; sino a amigarse con el de causalidad. Es más, no necesariamente el bueno es siempre bueno, ni la mujer siempre mujer, ni el hombre siempre hombre.

Una perla lujosa: La comparación de una creación musical en pentagrama con la historia del hombre hecha matemática.

Por último, habrá defensores y detractores de esta película. Estos últimos lo harán con saña. Justamente la división de opiniones será el motivo principal para ir a verla.

Todo tendrá respuestas. Disfrute el viaje.