Ciudades de papel

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Tras el éxito de Bajo la misma estrella, llega Ciudades de Papel, una nueva adaptación de John Green, esta vez a cargo de Jake Schreier.
“Supongo que a cada quien le corresponde su milagro (…). Mi milagro fue el siguiente: de entre todas las casas de todas las urbanizaciones de toda Florida, terminé viviendo en la puerta de al lado de Margo Roth Spiegelman”. Así empieza Ciudades de papel, el libro y la película. Narrado por su propio protagonista, Quentin, o simplemente Q, hablando de su primer y único amor al menos de sus primeros dieciséis años.

Nat Wolff, quien interpretó el papel del amigo del protagonista de la adaptación cinematográfica anterior de John Green, es ahora el encargado de contar y protagonizar esta historia, una coming of age al mejor estilo americano, con fiestas llenas de alcohol, un baile de graduación que se aproxima, amigos tan nerds como uno (que cantan la canción de Pokémon o, como en el libro, se obsesionan con el Omnictionary, una especie de Wikipedia ficticia), y ese primer amor cautivante que parece imposible hasta que aparece un indicio de que quizás no lo sea tanto. Y la encargada de interpretar a Margo es Cara Delevingne, un rostro más conocido en el mundo de la moda que en el del cine, una británica (que acá intenta eliminar su acento) que inspiró principalmente a Karl Lagerfeld y muchos aseguraban que podría ser la nueva Kate Moss, hasta que hace sólo semanas anunció su retiro de ese mundo para dedicarse sólo a la actuación. No es su primera película pero sí su primer protagónico, tampoco será la última ya que se la verá en la esperada Suicide Squad. Lo más curioso de Cara como Margo es que no termina de imprimirle toda esa actitud y onda que tiene ella misma al personaje; como Margo, Cara se desempeña apenas correctamente.

Q y Margo fueron amigos de pequeños pero la pubertad y su consecuente adolescencia los distanció. Él quedó relegado y ella se volvió una chica popular. Pero cuando el mundo de Margo parece haberse derrumbado (o así lo siente ella al saberse engañada por su novio y sus amigas) se acuerda de Q y se le aparece una noche para que lo acompañe en su venganza. Una noche en la que Q se olvida de la rutina con la que está encariñado, para seguir a la impredecible e impulsiva Margo. “El modo en que te sentiste esta noche, así deberías sentirte toda tu vida”, le dice ella. Pero los dos esperan cosas distintas de su futuro. Ella no puede seguir los pasos de la mayoría de los humanos: secundaria, universidad, trabajo, matrimonio, hijos. Todo parece demasiado pautado, sin lugar a sorpresas. A él le gusta pensar en una vida ya armada, le gustan los planes. No obstante no puede evitar sentirse una vez más fascinado por esta chica. A la mañana siguiente, ella desapareció.

Ciudades de papel pone en juego tópicos comunes: una familia acomodada en la que los padres no parecen ser los más atentos, la amistad adolescente como aquella que parece que va a perdurar toda la vida pero en el fondo saben que después de la graduación ya nada será igual al emprender diferentes rumbos, las ganas de escaparse de quien no soporta que su vida ya esté trazada.

El film es muy fiel al libro, como todos podíamos esperarlo. Fiel al punto de, al apelar a la voz en off (recurso al cual no le pueden escapar estas adaptaciones), citar líneas completas de él. Pero por más que aparezcan los Santas negros o el sable hecho de latas, todo está relatado de manera tan lineal que se le olvida de imprimirle su espíritu, alma. Es una película hecha para los admiradores de John Green, por lo tanto poco arriesgada, sin sorpresas. Para el espectador común es probable que la película, guste más o menos, no se quede impregnada en uno. Si no estuviera firmada por John Green pasaría muy desapercibida en cartelera.

La historia se torna especialmente más interesante cuando ésta se convierte en una roadtrip, pero a la vez se siente que sucede demasiado rápido todo. El final, aún con agregados que en el libro no aparecen, termina cayendo en el lado más obvio.

Con un soundtrack formado por canciones de bandas indies, se termina sintiendo que a la película le falta emoción, que no es lo mismo que emotividad, producto de algún que otro golpe bajo en la adaptación previa de Green.